Con humor, un libro baja del pedestal a los médicos

Una médica, escritora y actriz deja al descubierto a los profesionales de la salud en un libro de reciente publicación, contando anécdotas e intimidades picarescas con mucha ironía.

TEXTOS. ANALÍA PÁEZ (TÉLAM). FOTO. GENTILEZA EDICIONES VERGARA.

 

“Médicos hijos de puta”, un libro de tono humorístico, desmitifica el colectivo imaginario del mundo de los galenos a partir de una serie de viñetas relatadas con ironía por la especialista en clínica médica, terapista y actriz Cassanddra.

El título merece una explicación de Cassanddra (apodo que la autora utiliza para escribir o actuar, otras de sus pasiones): “No significa ser un hijo de una prostituta o un bastardo. En la Argentina la frase se utiliza como una alabanza o un aplauso a alguien”, explica la autora en una entrevista con Télam.

“No es sólo como un insulto sino como algo divertido”, dispara la escritora, quien durante toda la charla remarca que “los médicos somos tipos jodidos”. Para ejemplificar esta afirmación describe a sus colegas como “tipos con muchas in: INcansable, INsatisfecho, INestable, INcorregible e INsensible”, sostiene -entre risas- Cassanddra.

A cada una de las especialidades, la autora las describe con un hecho real pero que causa gracia al lector. De las ginecólogas dice “son inconfundibles. Siempre están arregladitas, peinaditas, maquilladas, con aritos pequeños y huelen a perfume”.

Sobre los residentes de terapia intensiva, Cassanddra se ataja diciendo “a estos los conozco muy bien porque fui una de ellos. Tienen mal carácter por naturaleza. Son como un topo: no salen, no tienen idea de dónde está el laboratorio, cómo llegar a rayos y le agradecen al camillero de conocer el camino porque si no se perderían con paciente y todo”.

Luego de las descripciones en las que ironiza sobre las distintas especialidades médicas, la autora habla sobre los “desestabilizantes hipocráticos”, o sea, las cuestiones que a los profesionales de la salud les “alteran” la paciencia.

En el listado se encuentran “los óbitos fuera del horario comercial, los médicos mediáticos, las urgencias que no son urgencias, los residentes que preguntan por todo, los famosos con aires de famosos, los delincuentes, los pacientes que hablan demasiado y los suicidas sin huevos”, entre otros tantos.

JERGA Y MITOS

Cassanddra le dedica un capítulo a la jerga utilizada por los doctores: el “bobero” para aludir al cardiólogo, “dibujar” cuando se escribe una historia clínica, el “serpentario” para referirse a la sala de médicos, el “dormidor” es el anestesista, la “gatera” es la guardia y un “parto” es dar informes a los familiares de los pacientes.

Continuando con la lista, la médica describe: “Ludovico es el nombre que se le da a un combo endovenoso para levantar muertos o borrachos; el “tachero” es el camillero y la pediatra recibe el dulce nombre de “maestra jardinera”, entre otros tantos apodos”.

“En la profesión hay muchos mitos: se habla de sexo, de drogas, sangre y muerte, pero pasa en la mayoría de las profesiones. A la gente le pasa algo especial con los médicos porque de pronto te piden que seas un dios, que no te equivoques jamás y después te insultan, te desprecian”, asegura.

¿Cómo tomaron otros colegas esta publicación? “Se rieron mucho. Hay cosas que les molestan, quizás la forma en que lo digo, pero esto lo vivimos a diario, así que coinciden aunque lo diga de una manera ácida. Pero si se rieron, el objetivo está cumplido”, alega.

“Yo vengo a ser como la (modelo Rocío) Marengo de la medicina porque cuento todo. La medicina perdió un poco el glamour por estos días. El hospital es un caldo de cultivo para situaciones tragicómicas. No hace falta crear nada, sólo basta con escuchar con atención y tenés para escribir varios tomos”, dice entre risas.

HISTORIAS CÓMICAS

El libro -editado por Vergara- cuenta pequeñas anécdotas como la del paciente a quien para un tratamiento un médico le recetó dos huevos de codorniz, y la duda surgió porque si los huevos debían estar cocidos, o la joven “emo” que asiste a una guardia sólo para sacar una lista de preguntas entre las que se encontraba si podía donar sangre.

“Desmitificar a los médicos es una consecuencia del libro. No me lo propuse nunca -aclara Cassanddra-. Las historias que cuento de manera cómica no siempre me causan risa desde un principio, las escribo una vez que puedo reírme de la situación”.

Finalmente, la escritora dispara: “A los médicos no nos afecta nada, para nosotros el paciente es una cáscara porque si nos involucramos no podemos hacer correctamente las cosas. Por eso, cuando el enfermo es un pariente lo dejamos en manos de un colega”.

Cassanddra le dedica un capítulo a la jerga utilizada por los doctores: el “bobero” para aludir al cardiólogo, “dibujar” cuando se escribe una historia clínica, el “serpentario” para referirse a la sala de médicos, el “dormidor” es el anestesista, la “gatera” es la guardia.

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