centro de estudios hispanoamericanos - serie revista américa 18

En torno al espacio agredido

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“Memorias y olvidos de la gente del oeste”, compilación de testimonios sobre la inundación de abril del 2003.

Foto: Archivo El Litoral

Desde estos lugares se está tejiendo en la memoria otro tiempo, paralelo a los calendarios, el tiempo de la palabra, el lenguaje de la inundación (...) Celina Vallejos

 
  • Por Osvaldo Valli

I

El tiempo de la palabra señalado en el epígrafe habrá de adquirir en este trabajo un carácter especial no sólo en cuanto testimonio vivo, “real” respecto a la agresión física y simbólica padecida por la población en el 2003, sino también como parte inescindible de un “relato” instalado en la literatura santafesina casi desde sus comienzos. Hago referencia en este caso al conflicto hombre-el río, un “clásico” del litoral fluvial plasmado en variados tipos de escritura que conforman el patrimonio literario de la región. Trayecto extenso y matizado que comprende tanto a creadores enrolados en el llamado realismo costumbrista como a las múltiples formas de representación del espacio diseñadas por autores fundamentales (el fatalismo esencial en Diego Oxley; la hondura telúrica de los poemas de Julio Migno; la impronta mítica en la “saga fluvial” de José Luis Víttori o la casi obsesiva propensión a exasperar posibilidades narrativas en Juan José Saer)

En este encuadre geocultural corresponde ubicar los textos de la “nueva” inundación como un hito más del “discurso fluyente” que va manifestando en su transcurrir no sólo la vulnerabilidad hídrica comentada, sino también la manera cómo ciertos cambios históricos, ideológicos y cognoscitivos operan decisivamente en la configuración de pautas para indagarlos y comprenderlos desde su especial complejidad. Dicho de otra manera, una suerte de lectura regional en clave posmoderna que trata de reinterpretar aquella integridad espacial en su naturaleza y en sus hombres a partir de tensiones que conmueven en lo profundo una sociedad cuya dinámica interna ,lejos de ser homogénea y cohesionada, pone en evidencia una complicada trama sintetizada en renovadas formas de vivir y de pensar, de sentir y de narrar. Especie de mosaico cultural abigarrado en el que se entrelazan intereses, modos de vida, sentidos de pertenencia, grados de formación a menudo diferentes y hasta encontrados. De allí la importancia de atender a nuevas voces que al irrumpir con inusitado ímpetu vital requieren por parte del estudioso la no fácil tarea de desarticular lo sabido, revolver en la memoria histórica y sobre todo plantearse interrogantes con vistas a un presente siempre reacio a interpretaciones simplificadoras.

II

“En el espejo del agua estaba escrito mi destino” (Libertad Demitrópulos)

(los unos y los otros)

¿Qué trae de novedoso la inesperada manifestación del nuevo mundo de palabras? ¿Es tan notable su magnitud como para anticipar el nacimiento de una nueva poética?¿De qué modo inscribirlo en la rica tradición lírica y sobre todo, narrativa, proveniente de una realidad geocultural regida por el “signo del agua” y por ende sujeta a desbordes que han colocado a los seres en los límites mismos del caos y la incertidumbre? ¿Dónde radicarían, por último, las diferencias entre aquellas manifestaciones discursivas generadas en torno al sistema fluvial y estos textos polifónicos, testimoniales, fragmentarios, y en ciertos casos distanciados de criterios irreductibles en la sanción acerca de lo qué es y qué no es literatura?

A los efectos de hacer pie en estos interrogantes vuelvo al lenguaje de la inundación que abre las puertas a otros mundos de palabras rescato en primer lugar al damnificado, al acosado por las aguas, al “hijo del sol y del agua” protagonista de tantos episodios plasmados en la escritura lugareña. Al inundado clásico construido -es necesario destacar- a partir de una mentalidad afecta a enfocarlo no sólo como sujeto atrapado en cerradas leyes “naturales” sino también, desde la perspectiva del otro, el diferente, el que calla. Caben, entonces, algunas preguntas: ¿sería posible imaginar a Dolorcito Gaitán contando sus apreciaciones personales acerca de la llegada del agua , la vida en los vagones, los ecos de la inesperada travesía por el norte argentino o el regreso a la espera de una nueva inundación? (Mateo Booz) ¿Qué diría don Juan si le tocase dar cuenta de su desazón frente a la creciente que le fue arrebatando casi todo menos las ganas de vivir? (Luis Gudiño Krámer) ¿Cómo se las arreglaría el viejo Marsó para relatar todos los sentimientos y sensaciones que seguramente le habrán emergido durante el mes y medio que debió soportar con inquebrantable estoicismo en su plataforma de varas a más de dos metros del suelo? ( Hugo Mandón) . Con un poco de humor, podríamos considerar a los tres personajes como “víctimas” no sólo de las aguas, implacables sino de de la prepotencia creadora de quienes hicieron uso y abuso del don de inventar un otro, configurar destinos, fantasear sobre vicisitudes ajenas y de apropiarse, al fin, del pensamiento y el lenguaje de sus creaturas.

III

El sonido y la furia, en torno al suelo agredido (el inundado toma la palabra)

El destino fluvial retorna a través de miradas enunciativas, rasgos de discurso, modos de construir imaginarios y sobre todo matrices de concepción estético-verbal distantes de lo visto en el apartado anterior. Pensemos, además, en un dato clave: la invasión de las aguas del Salado lejos de limitarse al ámbito de las “orillas”, interesó una vasta franja del espacio urbano con todas las derivaciones que de allí puedan extraerse.

En primer lugar en el impacto simbólico que el hecho produjo en la vida de las personas : el territorio vivido al decir de Víttori, el centro de apoyo espiritual y material de Kusch, los nudos fundamentales del espacio social de Soja o simplemente el suelo-casa, han sido vulnerados, invadidos, sumergidos en el caos. No es de extrañar pues que este avasallamiento al núcleo mismo de relaciones de las personas con el ámbito se haya manifestado (tal como el río penetró las casas) a través de la irrupción de textos de diversa procedencia, en cierta medida ajenos al concepto convencional de escritura literaria y por tanto merecedoras de ser leídos con ojos diferentes. Necesidad de contar -Contar la inundación (*) se titula uno de los volúmenes aparecidos meses después de la catástrofe- que entraña nuevos modos de pensar y ver el mundo emergentes de un acontecimiento cuyo protagonista requiere ser considerado en una dimensión de análisis comprehensiva y al mismo tiempo superadora , de la mera instancia individual para proyectarse a un sujeto colectivo sin distinciones de clase, grados de escolarización , expectativas vitales o mayor o menor capacidad para configurar metáforas. En estos rasgos hay de por sí indicios que invitan a pensar en el advenimiento de pautas nuevas que implican sin dudas, avances en la instauración de posibilidades discursivas diferentes suscitadas por la conflictiva relación del ser humano con el espacio.

IV

De relatos, relatores y relatados

Por tratarse precisamente de un hecho compartido la impronta personal (otrora configurada ,como veíamos en la omnipresente voz autorial dueña y señora de mentalidades y discursos) es reemplazada por una perspectiva diferente, polifónica, a la que vengo llamando concierto de múltiples voces: desde expresiones poéticas en la más canónica de las acepciones, a catárquicas crónicas de vivencias imborrables, desde páginas escritas con riguroso criticismo (no exento, a veces, de mordacidad punzante) a transcripción de relatos orales de variada intensidad significativa. En estos últimos se entremezclan episodios narrados mediante una meticulosa y obsesiva precisión con experiencias interiores de alto voltaje emotivo, pasajes de oscuridad y caos con vivencias de extrema luminosidad , reflexiones en torno al sentido de la vida y de la muerte con escenas a menudo tragicómicas plasmadas a través de recursos provenientes de la más genuina cultura popular. Todo es válido, por tanto en la conformación de este nuevo discurso de la inundación ostensiblemente provisorio y al mismo tiempo marcado por el sello de lo irreversible , sujeto a intransferibles vivencias individuales y simultáneamente caja de resonancia de una tragedia compartida .

En consecuencia, para el tratamiento del problema no hay una sola vía de entrada y cualquiera de las posibles sería igualmente válida, aunque resulte prioritario, empero, volver a lo señalado anteriormente: con la irrupción de nuevos sujetos actuantes (en la teoría y en la vida) podrán establecerse inéditas instancias en la que el discurso del agua .constituye un reflejo vívido y descarnado de algunos de los conflictos básicos de la sociedad. En este caso un fenómeno verbal que admite ser estudiado como testimonio de la lenta retirada de los relatos mitos de la modernidad (fe en el progreso, creencia en las instituciones , ideologías devenidas en verdades absolutas) sustituidos a su vez por la morosa llegada de “otros” relatos que no sólo decretan la muerte (?) de sus predecesores sino que proponen interpretaciones de realidad más situadas, más históricas y por tanto menos sujetas a las marcas “típicas” que constituían la razón y el sentido del discurso regional clásico. Es decir una dimensión expresiva difícil de captar en toda su magnitud si no se la inserta en el marco de inéditas formas de articulación colectiva, de transformaciones económicas que llevaron hasta el paroxismo la exclusión social o incluso de ruptura de tácitos pactos que servían de soldadura a las aspiraciones comunitarias.

V

A modo de conclusión

“¿Y si un día los precarios reales tomaran la palabra”?

(José María Pasquín Durán)

¿Cuáles son en definitiva las puertas que la inundación abre? ¿De qué modo llevar adelante planteos que pongan de manifiesto una nueva conciencia de espacio y cultura que dé cuenta de las contradicciones de las prácticas culturales que ocupan el territorio? No se trata en este caso de releer con otros ojos textos conocidos, sino que es en esa misma novedad contenida en esos textos la que suscita otras miradas otras interpretaciones.

El discurso del suelo invadido pareciera indicarnos que la categoría de región sólo puede construirse a partir de estudios basados en la experiencia situada y con el análisis de textos concretos con sus rasgos particularizados en lo que hace al tratamiento del espacio y a la vivencia del tiempo. Pero también nos habla de la importancia del sujeto que enuncia y la mediatización del mundo que diseña (en este caso siempre sirve volver las diferencias planteadas tanto entre sujetos inundados de épocas distantes entre sí con sus respectivas nociones de mundo) .

Precisamente esta relectura del discurso regional basada en textos testimoniales no puede prescindir del sujeto enunciante y “denunciante” con toda la fuerza pragmática (y por supuesto la consiguiente carga energética) que conlleva la “puesta en lenguaje” de experiencias vitales padecidas. Sobre todo si se tiene en cuenta un hecho de impredecibles consecuencias como es el que hayan emergido con inusitada fuerza voces condenadas al silencio desde siempre Las eternas insonoras han empezado a hacerse oír como sujetos de una historia que invariablemente venía siendo hablada y escrita por otros. Dicho de otro modo: han tomado la palabra, han generado un nuevo espacio de libertad.

(*)

Hechim, María A.; Falchini, Adriana (compiladoras), Universidad Nacional del Litoral, 2005.

la invasión de las aguas del Salado lejos de limitarse al ámbito de las “orillas”, interesó una vasta franja del espacio urbano con todas las derivaciones que de allí puedan extraerse”.

En torno al espacio agredido Desde estos lugares se está tejiendo en la memoria otro tiempo, paralelo a los calendarios, el tiempo de la palabra, el lenguaje de la inundación (...) Celina Vallejos
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“Contar la inundación”, María A. Hechim y Adriana Falchini, compiladoras para la UNL.

Foto: Archivo El Litoral

/ La serie de notas correspondientes a la Revista América Nº18 del Centro de Estudios Hispanoamericanos continuará publicándose por este medio los días martes.

La próxima entrega / que vengan los judíos por mario tesler.

Las eternas insonoras han empezado a hacerse oír como sujetos de una historia que invariablemente venía siendo hablada y escrita por otros. Dicho de otro modo: han tomado la palabra , han generado un nuevo espacio de libertad”.