La cartera de la dama

Ámbito de fantasías y disparates, territorio prohibido, la cartera de la dama se ha sabido ganar una fama, un prestigio, un nombre, algo que las futuras generaciones heredarán. La cartera de la dama es la cartera de la dama. Y casi no diré más.

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. [email protected]. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. [email protected].

 

Con el día y el mes de la mujer encima -y el resto de los días y del año, lo siento, hermana- lo que menos se me ocurriría es bromear sobre ellas. Una mujer me produce muchas cosas, menos comicidad. Así es que, rehuido elegantemente el planteo inicial que “elonomástico” propone, me dedico a las colectoras, los caminos laterales, los senderos vecinales por los que nadie pasa y que permiten igualmente otear, siquiera desde lejos y a prudente distancia, las luces del centro. El bolso de la dama no es la dama, pero se le parece bastante, creo.

El primer misterio es la asignación unilateral de un bolso para ellas y de una billetera para el caballero, según distinguían genéricamente los vendedores ambulantes. Ni siquiera la emancipación progresiva de la mujer ha logrado desplazar el objeto, por lo que se presupone que le cae bien a cualquier versión femenina, a la tradicional y a la moderna, a la enojada y a la alegre, a la bella y a la fea, a todas.

Otra propiedad constitutiva de la cartera de la dama es su inviolabilidad, su intangibilidad o cualquier otra bilidad que quieran asignarle. Nadie puede acceder impunemente a la cartera de la dama. Un hombre, por ejemplo, un marido, un novio, no puede libremente, sin ser mordido o reprendido severamente, abrir la cartera de la dama para buscar por ejemplo las llaves de la casa. Cosa que no sucede a la inversa: la mujer tiene libre acceso a la billetera del hombre, a la cartera del hombre (algunos usan bolsos, mochilas o carteras, por aquello de que se sale a la mañana para volver recién a la noche y es el lado en que nos acercamos, siquiera en algo, a la sensibilidad femenina) y a cualquier cosa que el hombre use para guardar sus cosas, que no son sus cosas.

Otra característica esencial de la cartera de la dama es su profundidad, su capacidad y otras dad menos la edad, que, se sabe, no es materia ni de opinión ni de conversación ni de especulación ni ninguna ón por el estilo-, pues de allí puede salir desde un perfume hasta un amante, desde un perro hasta un hijo. La cartera de la dama siempre tiene lugar para algo más.

La cartera de la dama es además pluricultural: allí adentro dialogan inefablemente diferentes etnias, lenguajes, discursos, formas, contenidos, desde un frasco de perfume hasta una Magnum 44, desde la billetera (ellas tienen billetera, también, claro; incluso tienen por lo menos dos: la de ella y la nuestra, cuyo password es comunitario aunque no a la inversa) hasta un pote de crema, desde un martillo hasta un repelente, desde un libro o una agenda hasta los anteojos uno, o dos, según los casos- y otros artículos o adminículos “imposibles de detallar”, como dicen los martilleros.

Para realizar esta nota verdadero periodismo de investigación-, he invitado a todas las periodistas y empleadas del diario a que abrieran sus bolsos y carteras. Lo han hecho, la mayoría, con franco gesto, pero muchas de ellas con algo de pudor y hasta hubo alguna se sonrojó. Me mostraron el bolso, pero ninguna me lo dio de una, como para decir, “tomá, mirá vos”.

Así que, disculpen ustedes, algo guardan allí que nosotros desconocemos y que no podremos llegar a conocer del todo, ni siquiera con mucha familiaridad y confianza. La cartera de la dama es un alma, intuyo.

Me parece finalmente que la cartera de la dama, es más dama que cartera. Y entonces entro de lleno en el territorio que no quería hollar: el de ustedes mismas. Y me retiro entonces, elegantemente, dejándole mi admirado saludo en su día, en su mes, en su año y en su vida. Y no diré casi nada más.

La cartera de la dama