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Emociones inefables

Por Alejandro Galetto

Son las 19.28 del lunes 7 de marzo en Santa Fe. En la tribuna norte del estadio 15 de Abril, Emiliano llora. Mientras todo el pueblo rojiblanco —que una vez más colmó las instalaciones de la casa “tatengue”— festeja, loca, un nuevo y contundente triunfo de Unión en este certamen 2010-2011, Emiliano no puede contener las lágrimas.

Su historia tal vez no sea única, pero es diferente a la de la mayoría de las personas que dijeron presente en este nuevo capítulo como local del equipo de Kudelka. Su llanto no se genera exclusivamente en la emoción que le dispara ser parte de esa mini-fiesta futbolera que se vivió apenas concluido el encuentro, potenciada por el acceso a la punta de la tabla del torneo de la B Nacional. Su llanto tiene otros componentes argumentales.

Cuando este diario gane la calle, él estará despidiéndose de sus familiares y amigos antes de emprender el regreso a Europa, su lugar en el mundo desde hace algunos años. Por eso la emoción incontenible. Por el triunfo. Por la fiesta. Por tener que dejar atrás una vez más esas raíces que están teñidas claramente de color rojiblanco. Unión es una excusa. La cancha es una excusa. La previa, sus amigos, la posibilidad concreta de pelear por el ascenso, todo eso hace saltar espontáneamente, y a flor de piel, los sentimientos más profundos.

En definitiva, es cierto. El llanto tiene múltiples factores generadores, pero indudablemente un hilo conductor muy fuerte: el Tate. Y este caso es sólo la muestra más cabal del delirio que viene alimentando este plantel muy bien entrenado y preparado por el ex técnico de La Salle y Gimnasia en nuestra Liga Santafesina.

Falta mucho, sí, pero esta vez el hincha siente que la cosa es diferente. Porque el equipo sabe muy bien a qué juega, porque es evidente que todos tiran para el mismo lado y porque la gente está dispuesta a bancarlo hasta el final.

Entre tanto, Emiliano arma las valijas mientras su mente se llena de imágenes de festejos, de gritos, de alegría. Y se visualiza en junio, ya casi ingresando en el verano español, festejando con sus amigos santafesinos vía Skype. Y otra vez sus ojos se llenan de lágrimas...

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