Cuando oferta y demanda están activas pero distantes
Ernesto Tocker y las paradojas del mercado laboral argentino
Autoridades de ADE y la Amia, en el acto de lanzamiento de la oficina de empleo.
Foto: Flavio Raina
El consultor laboral advierte que se ha roto una relación histórica entre crecimiento y empleo. Y que hay una porción de la población, la marginada del trabajo, que no tiene el perfil de calificación de los puestos de trabajo que se crean.
Luis Rodrigo
Ernesto Tocker es licenciado en administración y en los últimos 30 años ha trabajado en servicios de consultoría del mercado laboral. Tiene una visión de la economía fundada en la necesidad de prever el largo plazo, y en el buen humor.
Dice que “si querés hacer un poco de planeamiento estratégico a cuatro o a cinco años tenés que tener en cuenta la macroeconomía... de todas formas, igual te pegás la nariz contra el vidrio, pero con alguna previsión es más suave”. Es que en definitiva, esas previsiones han de ser para la Argentina y sus cambiantes ciclos.
A Tocker su actividad lo ha llevado a dirigir una red no gubernamental que es la más grande del país: el Servicio de Empleo que ofrece la Amia, la mutual judía, que con sede inaugurada en Santa Fe recientemente ha llegado a tener presencia en 12 de las ciudades más grandes del país.
La red es una adaptación de la vieja Bolsa de Trabajo de la entidad, que se creó en los ‘70, y que -con aporte del BID en 2001- se constituyó como un nuevo servicio de vinculación entre empresas y potenciales empleados.
Estar “en el extremo de un embudo” que resume las oportunidades laborales o su ausencia, la formación y las potencialidades de los trabajadores y la educación y los puestos de trabajo disponibles, le da a Tocker una visión relevante sobre el campo del trabajo en la Argentina. Luego de brindar con generosidad sus opiniones sobre la marcha de la economía nacional aclara “lo que digo es sólo personal, subjetivo, no hablo por la institución donde trabajo”.
Fenómeno particular
Para Tocker, en los últimos tres años, en la Argentina, “hay un fenómeno particular: se ha roto una relación entre producción y empleo que durante casi 50 años estuvo vigente”. Históricamente por cada dos puntos de crecimiento del PBI argentino crecía un punto el empleo. Se mantuvo así desde la década del ‘60, pero desde 2008 se ha transformado esa relación. Hoy por cada punto de crecimiento económico hay solo 0,2% de crecimiento de empleo.
“Vemos que el PBI crece promedio 8% anual, pero el empleo apenas 1,5 ó 2%. Y el crecimiento vegetativo de la masa de trabajadores es de alrededor del 1 ó el 1,1 por año, así es que hace casi tres años que el crecimiento del empleo neto está en el orden del 0,5%. Por eso se puso como muy asintótica (no cae) la curva del nivel de desempleo”.
Este efecto “es negativo, perverso, porque no se crea empleo, pero proviene de una relación sistémica que tiene su la positivo: quiere decir que hay mayor productividad”, en la economía argentina.
Si con la misma cantidad de trabajadores se crea más riqueza, hay más eficiencia. “No sé si estamos en un ciclo de retención por la actitud empresarial de temerle al futuro o es un efecto propio del factor tecnológico en la productividad. Sé que esa es la consecuencia, tampoco sé si esas causas se van a sostener o no en el tiempo... Si el ciclo continúa puede que en poco tiempo veamos una fuerte expansión del empleo porque se agote la productividad de la economía. Estamos en un proceso de transición, vamos a verlo en la próxima década”, anticipa Tocker.
Desocupados y oportunidades
“Hoy aparecen puestos de trabajo vinculado a las ingenierías: físicos, geofísicos, ingenieros navales, gente que se tarda 20 años en formarlos... tienen demanda pero no aparece esa oferta, no aparecen esos profesionales o aparecen muy pocos”, describe el consultor.
Hay otra restricción importante en el país y su mercado laboral, tan estructural como preocupante: “digamos que de 4 a 5 millones de personas quedaron fuera del modelo.
Y lo más importante: no van a entrar”.
“Por eso cuando se habla de inclusión y de los mecanismos de inclusión que se están diseñando se adoptan derechos universales, que tienen que ver con el ingreso mínimo. Diría que la capacidad de absorber a esa masa de población se agotó en la economía argentina: no hay más trabajo, no hay más puestos de trabajo para ese perfil laboral. Por eso la asignación universal por hijo es realmente una solución, quizá permita que las nuevas generaciones que se incorporen no ya sólo al mercado de trabajo, sino a la vida social, a los chicos que hoy tienen cuatro o cinco años. Que esa generación pueda en una década y media superar su marginación, una marginación estrictamente laboral, que estrictamente forma parte de nuestra sociedad y de la que todos tenemos que hacernos cargo”.
Los millones que quedaron fuera
“La realidad es que el mercado de trabajo no está normalizado: hay hoy puestos para los que los empresarios se quejan porque no hay oferta y hay millones de personas que no encuentran una oportunidad. Y que posiblemente no lo encuentren. Es difícil decirlo, es duro pensarlo, pero no hay una solución rápida ni fácil para este problema”, lamenta el directivo de la Amia.
“Hace poco escuchaba una presentación de Daniel Arroyo, que fue el ministro de Desarrollo Social de la provincia de Buenos Aires. Dijo que hay 700 mil chicos que no trabajan ni estudian en esa provincia, bien, esos chicos forman parte de los 4 ó 5 millones de marginados del modelo. Y frente a esa realidad apenas se puede atender la coyuntura, es muy difícil dar una solución. Al menos debemos pensar en cómo hacer para que la pobreza no replique pobreza, ese es el desafío de los próximos 20 años en la Argentina, con más educación”.
“Me gusta decir que los grandes números son los números que no nos mienten: la población argentina con formación terciaria es igual al 12 % de los adultos, en Europa y Estados Unidos está cerca del 50% de esa franja”.