El grupo de AA cumple un año

Nueva Esperanza, un camino para salir del flagelo del alcohol

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El objetivo es compartir lo que les pasa y seguir adelante sobrios. El alcohol les hizo conocer lo peor de cada uno.

Foto: Flavio Raina

Llegar al final del día sin beber es el gran logro de cada jornada. Los grupos de Alcohólicos Anónimos de la ciudad representan para muchos la posibilidad de salir del infierno y recuperar el gobierno de sus vidas.

 

Salomé Crespo

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Es un día especial, Raúl y Luis están tranquilos y se los ve satisfechos. Hoy se cumple un año del primer encuentro que tuvieron en la parroquia Nuestra Señora de Lourdes con sus compañeros de Nueva Esperanza, el grupo de Alcohólicos Anónimos que integran.

Allí, comparten historias dolorosas, se brindan apoyo y contención; es el espacio donde tienen la posibilidad de transmitir el mensaje que hace 14 y 10 años, respectivamente, hicieron propio. Pasar 24 horas sin beber alcohol también es motivo de festejo, los reconforta cada vez que se pone el sol y, aunque el plazo parece corto, significa el cumplimiento de un objetivo que les pesa.

“Lucharla”, eso hacen los dos en Nueva Esperanza para lograr una nueva jornada completamente sobrios porque, como les enseñaron sus guías, no deben proyectar sino dar pelea día a día.

Caer en la tentación

Luis tiene 53 años, hoy se siente un hombre nuevo “porque hace una década atrás no daba más”, dice convencido de que por entonces, “su vida no era vida”. Tocó fondo después de ver el del vaso mil veces y más.

“Empezaba a tomar los viernes, dejaba el domingo y el lunes no me podía levantar para ir a trabajar porque estaba hecho pedazos. Como consecuencia perdí trabajos y estuve a punto de arruinar mi familia”, recuerda.

Las estadías en bares, cantinas de clubes y bodegones de barrio se hicieron más frecuentes y prolongadas en compañía de cerveza, vino y aperitivos. Así fue de forma constante durante 18 años, hasta que el alcohol se convirtió en una enfermedad para Luis que lo llevó a tomar una damajuana completa de vino en una comida.

Sentados uno al lado del otro, como en el grupo, narraron su experiencia: los dos comenzaron a tomar por placer pero luego el objetivo fue el efecto que les causaba o “el estado de mambo”.

“Soy un enfermo emocional y eso me llevó a tomar. Me peleaba con mi hija y bebía, si un señor me debía dinero, tomaba y alcoholizado le decía: ‘ya va a ver cuando lo agarre, dame otro porrón, le voy a dar un palo por la cabeza, dame otro porrón’, después me olvidaba y nunca le cobraba”, detalló Raúl con cierta gracia. Ya no duda de que “una de las características del alcohólico es el miedo a enfrentar las cosas”.

Luis asintió con la cabeza, a él el alcohol le cambiaba la actitud ante cualquier situación. “Me sentía importante, valiente y hacía responsable a la mala suerte o al destino cada vez que perdía un trabajo y fueron varios. No me daba cuenta de que era mi culpa”, lamentó.

Tratamiento y secuelas

Pedir disculpas fue una de las primeras cosas que hizo Raúl cuando pudo ser consciente de lo que le había hecho a sus seres queridos.

“Me aferré al grupo porque quería dejar de sufrir, para mí representó algo superior al alcohol y admití que soy un enfermo”, dijo sobre la alternativa que eligió para su vida. Las otras eran la cárcel, un psiquiátrico o el cementerio.

“Me llevó un tiempo saber cómo poner mi vida al cuidado de Dios porque había llegado peleado con él y con todos los santos. Mi mente estaba muy lastimada por el alcohol”, relató Raúl quien por sus conductas pasadas se hizo “acreedor” de unos “terribles problemas de memoria”.

Para Luis, la llegada a AA significó el cambio de días oscuros por otros calmos, “sin peleas, ni discusiones”. “Voy al grupo a reforzar mi idea de no tomar más, por suerte pude volver a compartir momentos con mis hijos sin que terminemos todos peleados”, afirmó.

“El grupo es un camino espiritual, logré bajar los impulsos de mi soberbia, el egocentrismo que eran una mentira porque para llegar a eso yo tenía que tomar. Sigo concurriendo porque mi enfermedad está detenida por 24 horas, no curada. Si pruebo algo con un gotero, no soy ninguna garantía”, reforzó Raúl.

Cuentan lo que les pasó con algo de humor, son historias duras pero reconfortantes aunque no olvidan a lo que puede llevar el camino del alcohol. “Al grupo concurre una chica desde que tiene 24 años que se encerraba en el baño a tomar alcohol puro y se provocaba vómitos para seguir tomando. Hoy tiene 33 y podemos decir que está en recuperación”, celebraron.

Dónde encontrar ayuda

Amistad. Iglesia La Merced (avenida Freyre y Moreno). Teléfono 0342-154-460480.

Amor y Esperanza. Parroquia Sagrado Corazón (4 de Enero 2452). Teléfono 0342-4523940.

Serenidad. Ex Hospital Italiano (bulevar Zavalla 3351). Teléfono 0342-155-121419.

Volver a vivir. Colegio Don Bosco (Castelli 3333). Teléfono 0342-156-145419.

Nueva Esperanza. Parroquia Nuestra Señora de Lourdes (Fray Cayetano Rodríguez 3858). Teléfono 0342-155-115156.