Tribuna de opinión

El no uso de tecnología en la FIFA y en la medicina argentina

El no uso de tecnología en la FIFA  y en la medicina argentina

Alberto E. Cassano

Dedicado a todos los médicos que se ayudan en sus tareascon una computadora

Salvo excepciones, siempre existen muchas resistencias a los cambios. Pareciera que la gente con más de veinte o veinticinco años ya es conservadora. En otros casos, superan con creces esa edad y deciden permanecer en la adolescencia, que es otro problema. Hablemos empero de personas maduras.

Un caso patético es el de la FIFA. Se niega sistemáticamente a incorporar tecnología para ayudar a los fallos de los árbitros que, como los de cualquier ser humano, pueden estar basados en errores que, siendo algo ingenuo, pueden suponerse en su mayoría involuntarios.

Ahora bien, comparando con otros deportes, el básquetbol que usa un campo de juego pequeño con dos árbitros que no se ocupan siquiera de controlar el tiempo; se puede pasar por el rugby que ha incorporado las cámaras de TV para decidir con claridad si se alcanzó o no una conversión; el fútbol americano que pone treinta cámaras de televisión para que los árbitros puedan revisar una jugada y muchas variantes tecnológicas más; el tenis que en los torneos mayores introdujo el ojo de águila para clarificar si un saque o una pelota es buena o mala.

La FIFA se niega a prestar ayuda a los árbitros. Como gran concesión ahora incorporaría la posibilidad de asegurar si una pelota atravesó o no la línea del gol. Pero los conflictos de infracciones en las áreas, los golpes mal intencionados, las posiciones adelantadas, siguen sin solución, porque los árbitros no siguen de cerca las jugadas o porque no tienen ojos en la nuca, o porque la ayuda que les pueden prestar los líneas es muy reducida y muchas veces ni siquiera los consultan. Agregar la TV hasta les permitiría, en la espera, pasar algún pequeño aviso comercial y aumentar la rentabilidad del negocio.

¿Que tiene que ver esto con la medicina? Cuando obtuve el Premio a la Trayectoria Académica de la Fundación Von Humboldt viví un año en Alemania dando clases en dos universidades (era la contraparte mía a la distinción). Me llamó la atención que los médicos hacían todas sus recetas e indicaciones por computadora, las imprimían y las firmaban. Sorprendido pregunté la razón y la respuesta fue obvia: salvo emergencias, es obligatorio para evitar cualquier confusión del farmacéutico o del que deba llevar a cabo un estudio.

En la Argentina me han informado que en algunos aspectos -específicamente las recetas de los medicamentos por lo menos- ocurre todo lo contrario, deben ser hechas a mano. Me ocurrió una vez que uno de mis médicos me había ordenado cuatro estudios (que no es obligatorio que se hagan manuscritos) con su letra ininteligible y casi inmediatamente se fue a un Congreso. Ni el médico auditor de la Obra Social, ni ninguna otra persona consultada pudo descifrar los estudios prescriptos que no eran muy comunes y que para peor se debían realizar en Buenos Aires. Éste puede ser un caso límite. Pero el conocido dicho “letra de médico” no debe ser el producto de la casualidad.

Y lo más curioso es que todos sabemos que con la debida autorización, a una gran cantidad de prescripciones -sobre todo casi siempre en la renovación de recetas- las escriben las secretarias.

De modo que todo pasa por una reglamentación antediluviana cuya vigencia, a esta altura del desarrollo de la informática, no tiene explicación razonable. Algo similar, ocurre con las historias clínicas, aunque en este caso se trata de una decisión exclusiva de la mayor o menor voluntad del médico para adaptarse a los tiempos, porque no existe ningún impedimento legal muy serio para proceder de una manera más ordenada y prolija. En algunos casos muy específicos (protocolos especiales y alguno que otro más) no se aceptan si no son manuscritas, como si las mismas no se pudieran alterar en cualquiera de los dos procedimientos y luego visualizar la trampa. Simplemente, se trata de seguir la rutina del garabato cada vez más deformado.

Y ahora paso al segundo tema. Siempre, cuando asisto a una consulta con mis médicos -que elijo con mucho cuidado- observo el respeto por los horarios de las citas, la dedicación que me prestan a la exposición de mis síntomas, las consultas que me hacen acerca de los medicamentos que ya estoy tomando para evitar el riego una contraindicación explosiva, el tiempo que dedican a revisarme minuciosamente antes de tomar decisiones, etc. Todos sabemos que la relación paciente médico es un problema de confianza. Se logra con el prestigio, pero mucho más con la actitud. De allí que la revisión cuidadosa del facultativo y la conversación con el paciente es fundamental para generar tranquilidad y credibilidad. Pero siempre me pregunto: ¿Por qué no se ayudan de una computadora para que por medio de sistemas expertos, reciban asistencia al formular un diagnóstico?

No niego la absoluta necesidad del examen personal que es imprescindible, el valor de la experiencia, el conocimiento del virus y la bacteria de “moda” en la época, los análisis y los estudios cada vez más precisos que ahora existen gracias a los bioquímicos, químicos, físicos, matemáticos e ingenieros. Pero puestos todos estos datos y el resultado de la revisión y los síntomas en el sistema experto de una computadora, ésta les podría ofrecer un menú de varias o muchas más alternativas posibles de diagnóstico que no tienen porqué tenerlas todas memorizadas, y muy probablemente, exista la contingencia de que alguna se les pase por alto. Luego, en base a sus conocimientos, antecedentes del paciente, algunas veces recurriendo a la intuición, dar a luz el mejor resultado: el diagnóstico “más probable”.

Si esto se practica en muchas profesiones, y aún reconociendo que la medicina por el momento no es una ciencia exacta sino más bien una mezcla de conocimientos y “arte de curar”, no entiendo por qué se niegan a recibir toda la ayuda disponible de un sistema como el que muy brevemente he descrito y que además existe, que no los va a reemplazar nunca, pero les evitaría cometer más de un error. Y tal vez, en algunos casos hacer menos pruebas a costillas del paciente antes de dar en la tecla.

¿Habrá algún Grondona o Blatter (mucho más educado que el primero) dando vuelta por allí que se los impida?

Si bien esto es una crítica, me gustaría que sea tomada como una contribución a mejorar algo que me parece totalmente factible, siempre mirado desde otra profesión, pero sobre todo, a mi edad, como paciente muy frecuente de demasiados facultativos para mi gusto.

Los médicos hacían sus recetas por computadora, las imprimían y las firmaban. Salvo emergencias, es obligatorio para evitar cualquier confusión.

La FIFA se niega a incorporar tecnología para ayudar a los fallos de los árbitros que, como los de cualquier ser humano, pueden estar basados en errores.