Después de 34 años

Recuperó los restos de sus padres

Mariana Bosso relata lo que significó para ella saber dónde estaban enterrados sus padres Carlos e Isabel, secuestrados y asesinados en el año 1977.

Francisco Díaz de Azevedo

De la corresponsalía El Trébol

La noticia conmovió a todo El Trébol cuando el mes pasado se supo de la aparición de los restos óseos de María Isabel de Bosso, y de su esposo Carlos, ambos desaparecidos durante la dictadura militar. El matrimonio se había casado en el año 1975 y de esa unión tuvieron a su única hija Mariana. El día del secuestro, 17 de septiembre de 1977, Mariana no estaba con ellos en Rosario y por eso salvó su vida. Se crió con los abuelos en su casa de calle Italia casi bulevar América.

Luego de varios años de investigación, se llegó a la conclusión de que el grupo secuestrado en aquella época estaba integrado por 27 personas. Fueron asesinados en una quinta en Monje y enterrados en fosas comunes en un predio que es propiedad del Ejército Argentino, cerca de Laguna Paiva, llamado campo San Pedro.

Los hallazgos

En enero último, el Equipo Argentino de Antropología Forense (Eaaf) identificó los restos de una mujer santafesina que fue inhumada clandestinamente como NN en una fosa común junto a otros cadáveres. Estaba en el campo San Pedro, 50 kilómetros al norte de la ciudad capital.

Después se supo que se trataba de María Isabel Salinas de Bosso, quien había sido secuestrada por un grupo de tareas que actuaba en jurisdicción del Comando del Segundo Cuerpo de Ejército en Rosario. Su marido, Carlos, estaba con ella.

En los estudios de los profesionales del Eaaf, se tomaron muestras de sangre de su hija Mariana y de su hermana Liliana y luego fueron cotejados los perfiles genéticos.

Semanas después, fueron identificados los restos de Carlos Bosso, hallado en las mismas fosas comunes que su esposa. Se presumía que estaba allí porque ambos habían sido secuestrados juntos.

Los investigadores estiman que los cuerpos hallados pertenecen a presos políticos que fueron trasladados de esa cárcel ilegal a un chalet ubicado en la ciudad de Monje y allí fueron fusilados. En total fueron 27, según reveló el ex agente civil de inteligencia del Ejército Eduardo “Tucu” Constanzo en su declaración indagatoria en 2006.

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Mariana Bosso dialogó con el corresponsal de El Trébol, a quien le relató parte de su historia de vida, en la que se cierra una etapa de búsqueda.

Foto: Corresponsalía El Trébol

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Su hija Mariana

“Cuando encontraron a mi mamá yo no estaba en el país”, dijo Mariana desde el otro lado de la línea del teléfono.

“Yo me enteré por la prensa y fue extrajudicial. No debió salir en ningún lado pero ya está, me pidieron disculpas”, expresó.

“Me llamaron para decirme que en una de las fosas de un campo de San Pedro encontraron a mi mamá y a mi papá, ahora me van a restituir los restos”, relató la médica de Rosario, que trabaja en el Hospital Italiano haciendo la residencia en la especialidad de cardiología.

Mariana vivió toda una vida criada por sus abuelos Bosso, en la ciudad de El Trébol, en la casita de calle Italia, a metros del bulevar. “Yo convivo bien con esto. Fue una suerte haber crecido con mi familia biológica. Hablé con muchos hijos de desaparecidos que me tienen una envidia sana por haber podido encontrar a mis padres. Ellos saben que no es fácil que suceda algo así. Estoy bien y tranquila”, contó.

Las huellas que dejó la historia no son ajenas a ella. El tiempo curó muchas cosas, aunque algunas cicatrices nunca se borrarán: “Tengo heridas, todos las tenemos. Pero depende de cómo te crían para vivir con o sin rencores. Vivo sin rencores; lógicamente que algo uno lleva adentro pero hay que aprender a convivir con lo que pasó”.

“Estoy contenta de lo que me toca vivir. Los antropólogos me dijeron que es muy difícil el hecho de haber encontrado a mis dos padres. Ahora tengo un lugar donde sé que estarán. De otra manera, siempre quedaría algo por cerrar”.

La historia para Mariana

Fue difícil de entender para Mariana que para ir a la escuela o acompañarla en un acto de colación de grado, nunca iban a estar mamá y papá. Sin embargo, el amor de los abuelos paternos logró reemplazar algunos momentos y darle una explicación a lo inexplicable.

“Cuando era chica no me decían totalmente la verdad porque mis abuelos tampoco la sabían. De a poco fueron hablándome, a medida que sabían lo que iba pasando. En el ‘83 dejaron de esperar a mis padres con vida y pudieron contarme algo más. Después uno va viendo por uno mismo y conociendo. Mis abuelos no podían aceptar que no estuvieran en ningún lugar. Ellos tenían la esperanza de encontrarlos en algún lado”.