Una opinión especializada

¿A qué edad es propicio

enviar al niño al jardín?

María Teresa González Cuberes reivindica el contacto del niño con la madre en el primer año de vida. Rechaza los jardines de infantes que sobreexigen al chico. Y la “obligatoriedad” para las salas de 3 y 4 años.

 

Mariela Goy

[email protected]

A los 45 días de vida algunos chicos son enviados a una guardería, otros más tarde. Muchos están al cuidado de maestras en instituciones de calidad que saben escucharlos, que atienden sus necesidades a tiempo, y que poseen toda la infraestructura para contenerlos física y emocionalmente. Otros, no tanto. ¿A qué edad es propicio enviar al hijo a una institución educativa?, es la pregunta que se hacen muchos padres y que provoca discusión dentro de las familias.

“Como vieja educadora, reivindico el lazo de la mamá con el niño, sobre todo, en el primer año de vida. Solamente aquella mamá que no tiene ninguna otra alternativa puede pensar en ingresarlo a una institución. Antes, es preferible que el niño esté en el seno familiar, con abuelas o tías”, aconseja María Teresa González Cuberes, reconocida especialista en materia de educación infantil, autora de varios libros, hoy jubilada y con residencia en Mar del Plata.

Si la mamá debe enviar a su niño a un jardín maternal porque trabaja y no tiene otra opción, sugiere buscar espacios que “den libertad de entrada y salida al niño, que fomenten la integración de mamás, papás y abuelas en las actividades, que no tengan horarios ni uniformes, ni ataduras en la formación de hábitos tempranos. Hasta los 3 años, estamos hablando de las edades más flexibles, maleables y necesitadas de todo el desarrollo del ser humano”.

En una entrevista telefónica, González Cuberes rescató la actividad de “matronatación”, por ejemplo, porque “es maravillosa para fomentar el vínculo de mamá-hijo”. También valoró “los jardines maternales flexibles, que admiten que los chicos vayan algunos días o adecuen sus horarios a las necesidades familiares”. En cambio, rechazó abiertamente las instituciones con estructura rígida, sobre todo para los más chiquitos.

Ya para las edades de 3, 4 y 5 años, la especialista asegura que es un excelente período para que los niños empiecen a socializar en un jardín. Pero aquí también hace una advertencia. “Hasta la escuela primaria, no es bueno que se le exija al niño más de lo que puede dar, de lo contrario se dará una prematurización del chico, es decir, se lo hará madurar, en términos de exigencia, demasiado apresuradamente”.

La especialista considera que hay que desterrar la idea de las asignaturas o contenidos fragmentados en el jardín de infantes. “Las criaturas son curiosas por naturaleza; hay que estimular su curiosidad pero no forzar el aprendizaje sobre la base de consignas rígidas, de repeticiones y de formación prácticamente de conocimientos o hábitos sobre el mecanismo de estímulo-respuesta: a tal cantito, guardo los juguetes, a tal otro, como la merienda. Tal señorita me enseña esta asignatura; tal otra, me enseña otra cosa. Me parece que eso es un nivel excesivo en esos tempranos años que debieran ser más bien de exploración en todos los sentidos”, fundamenta la educadora.

En la década del ‘80, González Cuberes publicó su libro “El taller de los talleres”, definido como el lugar del vínculo, la participación, la comunicación y, por ende, de producción social de objetos, hechos y conocimientos dentro del ámbito educativo.

Opción, no obligación

La especialista tampoco está a favor de que las salas de 3 y 4 años se conviertan en obligatorias. “En ese sentido, las políticas que tienden a la obligatoriedad están erradas. Si se mira la educación en los países más avanzados, y donde hay más salud mental, no es obligatoria la escolaridad a esas edades. Los padres tienen la libertad de elegir el mejor modelo educativo para esas criaturas. Estoy hablando de Israel, Barcelona con los modelos de la educación cooperativa. Por supuesto que hay países donde el sistema es más rígido y donde se entiende que el chico a los 3 años ya debe estar institucionalizado”, detalla.

“Se genera una ansiedad tan grande, que después se ve reflejada en esa demanda excesiva del niño del dame, dame, dame, comprame, comprame”, explica la educadora.

Sobre los beneficios que una escolarización temprana puede aportar en contextos de pobreza, la especialista propone soluciones más integrales. “Mi sueño sería que cada 5 ó 10 manzanas hubiera una plaza, con un espacio materno-infantil, donde mamás, papás y criaturas puedan ir, recibir educación, asistencia médica, puedan jugar y aprender juntos, desarrollar actividades y capacidades que de otra manera no se darían, si no se fortalece el vínculo saludable”, dice.

González Cuberes entiende “que debiera haber soluciones del orden estatal, pero siempre involucrando a las familias al máximo, y generando espacios en las proximidades de las viviendas, de tal manera que pertenezcan y sean sostenidos y cuidados comunitariamente”.

¿A qué edad es propicio enviar al niño al jardín?

Las edades de 3 a 5 años “son excelentes” para socializar en un jardín, dice la educadora. Pero advierte sobre la “prematurización” del niño si se lo sobreexige. Foto: Archivo

Términos

María Teresa González Cuberes pide cambiar la designación de “nivel inicial” por la de “educación infanfil”. Fundamentó que “cuando se dice Nivel no se habla de educación sino de otra cosa. Tampoco se ajusta la palabra Inicial porque esa primera educación, en el mejor de los casos, debiera hacerse dentro del hogar, entre mamá y papá, o mamá y hermanos, o abuela y criaturas”.

/// EL DATO