Más o menos light

He descubierto y, nobleza obliga, me he descubierto, que hay mucha gente que intenta tener una vida sana, cambiar hábitos, alimentarse mejor, luchar contra el sobrepeso, pero también que esos esfuerzos son efímeros o inconstantes. Una manzana o un yogur son sólo pequeños sacrificios antes del porrón.

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. [email protected]. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. [email protected].

Más o menos light
 

A veces los Toco y me voy nacen, emergen, se eyectan -una especie de géiser que salta justo a la hora prevista, es decir unos pocos minutos antes del cierre- desde un tema claramente formulado. Y otras, aparecen desde la nada, desde una anécdota nimia que luego se va engrosando.

Acá, surgió porque el Turco, otro pseudo light de los muchos que tenemos, estaba comiendo una sana, saludable pero endeble pera a la hora de la colación. Nadie le cree al Turco por más que haga cáscara, por más que desenvuelva con ceremonia su refrigerio, por más que salga de la casa con un tupper.

La pera y la colación son dos impostores, dos imposiciones, dos claudicaciones y en fin, dos concesiones del Turco a la vida sana y los buenos hábitos, porque el resto del día y de la vida, uno se lo imagina a él y a otros más orientados hacia el tinto de cualquier calidad, el porrón diario y la ingesta generosa de cuanto bicho, pasta, pizza o lo que fuera ande a las vueltas.

Porque un rato más tarde ese mismo Turco -una postulación del universo: todos somos el Turco- se clavó un terrible súper pancho de veinte centímetros, con mostaza chorreando groseramente por todas partes, un canto a la vida (in) sana. Y más tarde, unos tallarines a la crema y más tarde y más tarde...

Los nutricionistas, que hacen un esfuerzo notable por nadar contra la corriente, los programas de difusión masiva que nos dan “tips” para mejorar nuestras pobres y calóricas vidas, están llenos de buenas intenciones y su persistencia y su fuerza nos generan una especie de “ondina”, un murmullo, una especie de atisbo de conciencia que trabajosamente va armando esta idea: che, yo algo light tengo que hacer.

Se trata de personas que de ninguna manera van a modificar su vida completa -lo más difícil es el cambio completo de hábitos- voluntariamente sino sólo algunos retoques aquí y allá. La casa ya está hecha así, piensan, y sólo pueden emparchar aquí o allá cuando hay muchas filtraciones, o redecorar un rincón, pero nada más.

Son personas que sólo harán un cambio significativo en su conducta alimentaria si el médico junto con un susto importante (uno solo de esos elementos no parece ser suficiente) se lo indican taxativamente.

Entonces, los vagos (y algunas de ustedes también, mis chiquitas) entienden el concepto y hacen algo que funciona como placebo, como calmante circunstancial de su conciencia y de la presión médica o familiar: se aguantan un día comiendo fruta a la noche, conceden a desgano con eso de comerse un yogurcito en vez de una argentina y estentórea bolsa de bizcochos, sostienen con sospechosa constancia el reemplazo de una molleja o un chinchulín chorreante por un bifecito magro. Pero jamás dejan de escuchar el canto de sirenas del porrón nocturno, del asado con todo, de tres platos y no medio...

Para esta gente, la colación es una mariconada de reciente invención y las seis o cinco -pequeñas- comidas diarias una traición contra natura, el conteo de calorías un preciosismo indigno, las endibias (la vida sana incorpora cosas que ni a palos comemos, por lo menos en el interior) algo que no genera envidia alguna y así podemos seguir hasta el infinito.

Cuentan una vez de fulanito, al que médico y familia emplazaron con una dieta estricta y se sentían contentos porque el señor la cumplía a rajatablas: al mediodía media pechuguita a la plancha con un puñado de lechuga y agua mineral.

Pero no sabían que cuando salía a caminar para cumplir la otra parte de la vida sana (el ejercicio, ausente hoy), ya había acordado con el bodegón de a la vuelta para fagocitarse en dos minutos una milanesa a caballo con papas fritas y un tres cuartos fulminante. A la casa llegaba sin hambre y cumplía con su dieta light para satisfacción de todos...

Así estamos: un poquito light, de a ratos, cambio dos abdominales por una buena torrada post ravioles, pseudo saludables, colacionados; cafecito con leche descremada y edulcorante pero con cuatro medialunas con dulce de leche...

Y me voy yendo: son las 10.30 de la mañana y debo encarar responsablemente mi colación de media mañana: no sé qué con semillas de sésamo. Menos mal que encontré un lugar bien posta para hacerme un vermú como la gente, con lengua a la vinagreta, lupines y unos chorizos que son un canto a la vida. Salud.