El balance es positivo

Los primeros cien días de Dilma

A.jpg

La flamante presidenta brasileña superó con creces las primeras dificultades y le puso sello propio a su gobierno. No obstante, habrá que esperar para tener una conclusión definitiva.

Foto: Agencia EFE

A tres meses de haber sucedido al popular Lula da Silva, el nivel de aceptación de la presidenta brasileña es muy alto. No obstante, los analistas coinciden en la necesidad de esperar el tiempo en que Rousseff, necesariamente, debe empezar a decir “no”.

 

Diana Renée

Agencia DPA

Cien días después de asumir el gobierno de Brasil con la difícil misión de suceder al popularísimo presidente Luiz Inacio Lula da Silva, Dilma Rousseff puede festejar una gestión que tiene una cara propia y que ha conquistado amplio apoyo político y también popular.

En poco más de tres meses, la nueva mandataria protagonizó un giro expresivo en la política exterior de su antecesor al poner el tema de los derechos humanos en el centro de su agenda.

El principal reflejo de esta nueva actitud fue el apoyo brasileño a la designación de un relator de las Naciones Unidas para verificar la situación de los derechos humanos en Irán. En los ocho años anteriores, Brasil siempre se opuso o se abstuvo de apoyar las iniciativas de este tipo.

“Dilma Rousseff está dejando su huella propia”, expresó el politólogo Antonio Celso Alves Pereira, de la Universidad Federal de Río de Janeiro. Uno de los principales asesores del gobierno para temas de política externa, Marco Aurelio García, admitió que hay un cambio de rumbo, pero aseguró que no se trata de un giro drástico.

“¿Hay cambios en la política externa? Claro que sí”, admitió García en una entrevista concedida el pasado fin de semana al diario O Estado de Sao Paulo. “Lula siempre dio gran énfasis a las cuestiones sociales. Dilma mantendrá esa sensibilidad del gobierno anterior, pero quiere enfatizar las cuestiones ligadas a su pasado de prisionera política”, agregó.

Las diferencias de estilo alimentaron rumores según los cuales está en curso un alejamiento entre la nueva presidenta y su antecesor y padrino político. Estas versiones cobraron fuerza en marzo, cuando Lula rehusó una invitación de su delfín para participar en un almuerzo ofrecido al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, durante su visita a Brasilia.

Sin embargo, la propia presidenta contribuyó a sepultar los rumores, al acompañar a Lula en un viaje a Portugal, donde el ex presidente fue galardonado con el título de doctor honoris causa de la Universidad de Coimbra.

Luego, en un discurso, destacó la herencia positiva que le dejó su antecesor: “He recibido un país en condiciones de dar un salto aún más grande que el que pudo dar con el presidente (Lula). Él me dejó esta herencia, y yo honraré esta herencia”, afirmó.

Alta aprobación

Según una encuesta divulgada la semana pasada por el Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadística (Ibope, privado), tras tres meses en el poder el desempeño personal de la presidenta es aprobado por el 73 por ciento de la población, y su gobierno es evaluado positivamente por el 56 por ciento de los electores.

Gracias a una coalición de partidos tan amplia como heterogénea, Rousseff disfruta además de una abrumadora mayoría en el Congreso, donde hasta ahora no ha recibido ataques duros de la oposición.

Las principales fuerzas opositoras, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y el partido Demócratas (DEM), salieron mermadas de las urnas de octubre, y el DEM se debilitó aún más en marzo, cuando varias de sus principales figuras abandonaron la agrupación para fundar el Partido Social Demócrata (PSD), cuyo principal objetivo es el de acercarse al gobierno.

Sin embargo, algunos analistas advierten que este apoyo amplio representa al mismo tiempo el principal reto que afrontará Dilma Rousseff en los tres años y nueve meses que le quedan de mandato.

Según el filósofo Marcos Nobre, de la Universidad de Campinas (Unicamp), para hacer frente a los problemas que amenazan a Brasil, como la inflación en ascenso y la constante apreciación de la moneda nacional, el real, la mandataria tendrá que decir “no” a las demandas de muchos de sus aliados.

“Ella recibió una cantidad enorme de acuerdos hechos por Lula, y todos muy generosos. Son acuerdos con centrales sindicales, partidos, empresarios, mercado, etc. Pero Dilma no tiene cómo mantener a todos. Hay un límite”.

“Si todos están dentro del gobierno y si todos pueden imponer su veto a propuestas, el resultado será la parálisis‘, advirtió Nobre, en una entrevista esta semana al diario Folha de Sao Paulo, en la que opinó que, para lograr éxito en su proyecto de mejorar la infraestructura, afianzar el crecimiento económico y erradicar la pobreza extrema, Rousseff “tendrá que demostrar que no hay espacio para todo el mundo”.

Esta preocupación, al parecer, no es exclusiva de Nobre. Asesores de la mandataria citados por diarios brasileños revelaron que, durante una charla con el presidente de Portugal, Aníbal Cavaco Silva, en la Universidad de Coimbra, la propia Rousseff se quejó precisamente del carácter heterogéneo de la base aliada.

“Nosotros tenemos un problema serio de mayoría. Tenemos mayoría en la Cámara Baja y en el Senado, pero a cada votación siempre es necesario realizar una evaluación caso a caso. Pero, sin coalición, es muy difícil gobernar”, habría dicho la presidenta.

Una vida agitada

Dilma Vana Rousseff, nacida en Belo Horizonte en diciembre de 1947, es economista y actual presidenta brasileña por el Partido de los Trabajadores (PT). En 2005 fue nombrada jefe del Gabinete de la Presidencia de la República por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, convirtiéndose en la primera mujer en asumir el cargo.

Asumió la primera magistratura el 1º de enero de 2011 después de derrotar al opositor José Serra en la segunda vuelta electoral.

En su juventud integró el movimiento de resistencia contra la dictadura brasileña de los años ‘60, actuando primero en la organización de izquierda Política Operária y posteriormente en uno de los más importantes grupos guerrilleros de la época: Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares. Fue detenida en 1970, siendo condenada por un tribunal militar sin ningún tipo de garantías legales, estuvo presa durante 3 años de 1970 a 1973, durante los que fue torturada. Al ser detenida se le llamó la “Juana de Arco de la guerrilla”, debido a su gran importancia dentro de la organización. En diciembre del 2006, la Comisión Especial de Reparación de la Oficina de Derechos Humanos del Estado de Río de Janeiro aprobó la solicitud de indemnización de Rousseff.

A finales de los años ‘70 se casó con otro de los integrantes del movimiento guerrillero, Carlos Franklin PaixÆo de Araújo, con quien tuvo su única hija, y se estableció en Río Grande do Sul. En 1977, se graduó en la Escuela de Ciencias Económicas de la Universidad Federal de Río Grande do Sul. Mientras tanto, participaba en la reestructuración del Partido Trabajador Brasileño, que luego pasaría a llamarse Partido Democrático Laborista. En 1999 abandonó a esta última agrupación y se integró al Partido de los Trabajadores.

En enero del 2003, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva nombró a Rousseff ministra de Energía, cargo de gran importancia que ocupó durante dos años hasta el 21 de junio del 2005, día en que fue nombrada Jefa del Estado Mayor de Brasil (un cargo equivalente a jefa de Gabinete), después de que su antecesor José Dirceu renunciara ante los medios de comunicación por acusaciones de corrupción.

El 26 de abril de 2009 anunció que tres semanas antes se le había detectado un cáncer linfático y que tendrá que someterse a un tratamiento de quimioterapia, aunque afirmó que no disminuiría su ritmo de trabajo.

Fue la elegida del presidente Lula para ser su sucesora como candidata presidencial por el PT en las elecciones del 2010, a pesar de que sería la primera vez que Rouseff se presentara a una elección.