Promoción de la violencia

Cuando aparecieron los primeros síntomas, periodistas e instituciones como la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa), hicieron escuchar sus voces de alarma. En aquellos tiempos, el entonces presidente Néstor Kirchner empezaba a señalar con nombre y apellido desde la tribuna pública a periodistas críticos de su gestión. Casi al mismo tiempo se apuntaba contra medios de comunicación a los que se adscribía a la oposición. La crítica periodística era vista como trabajo opositor. Por eso, en sectores afines al gobierno en la Universidad de Buenos Aires surgió la idea de crear un Observatorio de Medios para monitorear de cerca las líneas editoriales bajo sospecha.

En 2008, en medio del conflicto del gobierno con el campo, las tensiones se agudizaron y, en representación del gobierno, Luis D‘Elía le declaró la guerra al Grupo Clarín en el estudio de TN, durante la emisión en directo del programa ‘A dos voces‘. A partir de ese momento las tensiones crecieron y el tono del enfrentamiento alcanzó inédita temperatura. Carta Abierta, usina intelectual del gobierno, comenzó a hablar de una acción ‘destituyente‘ del periodismo crítico al que se le imputaba actuar en coordinación con supuestos grupos golpistas.

En ese clima se dio el debate de la Ley de Medios, legitimada por foros en los que los militantes, en nombre de la pluralidad de voces, apagaban las voces de quienes señalaban inconsistencias técnicas y la violación de cláusulas constitucionales. A esa altura el espacio para una discusión genuina ya aparecía ocluido por posiciones extremas. Fue el momento en que siguiendo el discurso de Hugo Chávez, Kirchner empezó a hablar de guerra mediática y mariscales mediáticos, en tanto que Gabriel Mariotto, figura clave en la elaboración de la ley, definía su tratamiento como ‘la madre de todas las batallas‘.

El planteo bélico se acompañó con el aumento y la redistribución del presupuesto publicitario del Estado a favor de medios adictos al gobierno. La inversión estatal en publicidad se transformó así en subsidios para las huestes mediáticas del gobierno. Atrás quedaban los criterios fundados en la comunicación eficiente de mensajes necesarios para la mayor cantidad de ciudadanos. Ni siquiera los fallos de la Corte Suprema de Justicia han sido respetados. La guerra manda. Los teorizadores de la inconciliabilidad de los opuestos se multiplican. Los presuntos opositores trocaban en enemigos. Y al enemigo, ni agua.

Por eso no llamó la atención que en este crescendo se alentara a niños a escupir afiches con las imágenes de conocidas figuras del periodismo y la animación televisiva acusadas de complicidad con el régimen militar de los 70. En un ritual iniciático de infantofascismo, los rostros de los “enemigos” fueron resaltados con círculos concéntricos que marcaban el ‘blanco‘ en el cual había que acertar el salivazo. De seguir por este camino, los próximos disparos contra presuntos opositores pueden ser de armas de fuego.