Historias escritas sobre el ring

El día que mandaron a Hagler al hospital

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El rapado Marvin Hagler le ganó al santafesino Rufino Cabrera en 1979, en el semifondo del combate Corro-Antuofermo.

 

Sergio Ferrer

El 20 de octubre de 2000, en Detroit, el enérgico e iracundo Mike Tyson confrontaba con el polaco Andrew Golota, en un explosivo choque de pesados. El duelo terminó abruptamente en el tercer capítulo, cuando Golota, que estaba todo cortado en su rostro, tomó la decisión de abandonar la pelea, la que luego fue declarada nula al dar positivo de marihuana Tyson en el control antidopaje.

A ese combate, un grupo de santafesinos tuvimos la oportunidad de observarlo en el restaurante Mi Viejo -propiedad del estimado colega sanjustino Eduardo Lamazón, por aquel entonces secretario ejecutivo del Consejo Mundial de Boxeo, en la zona de los Bosques de Chapultepec, en el Distrito Federal de México.

Entre los presentes aquella noche estaba el ex boxeador santafesino Rufino Norberto Cabrera (que también llegó a ser juez, árbitro y entrenador de boxeo, función que sigue desarrollando actualmente), uno de los más reconocidos pupilos de don Amílcar Brusa y sparring predilecto de Carlos Monzón. Rufino había asistido a la trigésimo octava convención anual del CMB, que festejaba los 25 años de presidencia de José Sulaimán Chagnón (hoy en día sigue ocupando dicho cargo), mediante la invitación de glorias pugilísticas de renombre y diversos agasajos.

En determinado momento entró al comedor uno de esos invitados especiales, el sensacional mediano estadounidense Marvelous Marvin Hagler (a quien cabe agregarle su alias como nombre de pila porque lo legalizó en 1982), uno de los púgiles más completos y competitivos que jamás haya pisado un ring. Una vez finalizada la transmisión de Tyson-Golota y en medio de la distensión de las sobremesas, Cabrera se dirigió al lugar en donde estaba el rapado Hagler junto a su esposa, para expresarle en la lengua del Dante (idioma que Rufino conoce por haber estado radicado un tiempo en Italia) una grosería muy peculiar y hasta jocosa, que sorprendió al resto de los presentes y al mismísimo ex campeón mundial.

Curioso reencuentro

“Tu sei uno stronzo (“tú eres un sorete”), ayer me quise sacar una foto con vos y dijiste que no me conocías. No sé si te acordás, pero yo soy Cabrera, el que te mandó al hospital hace unos años en Montecarlo. Yo te hice famoso, fui rival tuyo el 30 de junio de 1979: de tanto que me pegaste te quedaron las manos así de inflamadas”, le recordó Rufino a su encumbrado ex oponente, al mismo tiempo que hacía el gesto característico de aquel que tiene los puños hinchados.

Hagler irrumpió en carcajadas, mientras se preocupaba en aclararle la situación a su pareja, una italiana rubia y esbelta que no entendía nada (Marvin vive desde hace muchos años en Milán, lugar donde se estableció después de anunciar su retiro del boxeo profesional).

Ciertamente, el combate entre Hagler y Cabrera tuvo sus particularidades, en especial porque fue uno de los preliminares de la pelea titular del peso mediano entre el mendocino Hugo Pastor Corro y el ítalo-americano Vito Antuofermo. Marvin estaba a un paso de ser declarado retador obligatorio de quien resultara vencedor. Rufino, que desde 1976 ansiaba tener una oportunidad mundialista (tras noquear al cubano Alí Pérez había quedado cuarto en el ranking CMB), confiaba en que su oportunidad se daría finalmente contra uno de los nombrados. Con Corro había peleado dos veces en Argentina con saldo 1 a 1 (derrota con fallo localista en Tunuyán Mendoza- y triunfo claro en el Luna Park), mientras que a Antuofermo lo consideraba un “maleta” ( lo conocía por haber guanteado con él).

El problema para Cabrera era pasar a Hagler. De físico exuberante, tallado en músculos con su despoblada y perfecta cabeza de Dios de ébano-, el llamado “Maravilloso Señor Hagler” era un púgil en franco ascenso. Demoledor y pensante, era dueño de condiciones técnicas notables. Originalmente zurdo, a medida que fue adquiriendo experiencia se convirtió en un ambidiestro consumado. Sucesor de Monzón en términos reales, no cronológicos, fue una verdadera máquina de entrenar y pelear. Completó un palmarés de 62 triunfos, 3 derrotas y 2 empates (52 KO) en 67 salidas al ruedo y habiendo confrontado, entre otros, con Bennie Briscoe, el propio Antuofermo, el inglés Alan Minter, Roberto “Manos de Piedra” Durán, Thomas Hearns, John “La Bestia” Mugabi y Ray “Sugar” Leonard.

Duro, tozudo, aguantador...

Cabrera era duro, tozudo y aguantador. Según el registro que obra en nuestro poder, en su campaña redondeó 45 combates, con récord final de 26-13-6 (14 KO). No lucía ni dejaba lucir, pero era persistente. Le costaba horrores entrar en categoría, engordaba con facilidad. Sus guanteos con Monzón eran para alquilar balcones. Duro, áspero, “mal llevado”, con Carlos a veces se “trenzaban” tanto que Amílcar debía pararlos. Es que Cabrera fue un peleador temperamental, de innegable oficio, muy “bicho”. Mucho se habló de una secuencia de su pleito con Hagler, donde este último salió quejándose de haber recibido un pulgarazo en el ojo. Tiempo después, Rufino recordó el hecho de esta manera: “Reconozco haberle refregado el guante en la cara para intentar sacar una ventaja; está mal hacerlo, lo sé, pero no le puse todo el pulgar en el ojo como se ha dicho; además también le metí un par de manos de las buenas, me lo dijo él mismo cuando nos cruzamos en los vestuarios ”.

No obstante la aclaración anterior, bien cabe acotar que en 1984, cuando Hagler venció a Juan Domingo “Martillo” Roldán en Las Vegas, hubo quienes reflotaron la anécdota, ya que al principio del combate, el cordobés -que perdió en el décimo round- dio señales de haber recibido un pulgarazo que le cegó la visión de un ojo y le abrió una herida que se fue profundizando con el correr del match. Alguna vez, en rueda de amigos, alguien le señaló a Cabrera: “Hagler aprendió lo del pulgar en el ojo cuando peleó con vos”. Rufino, fiel a su estilo y eternamente polémico, contestó: “A Roldán no le entró un dedo en el ojo, le entraron cinco”.

En el choque con el “maravilloso” lo atendió Rocco Agostino, quien tiró la toalla en el octavo asalto. “Creo que Agostino se apresuró, seguramente temeroso que le pasara conmigo lo mismo que 45 días antes con Angelo Giacopucci, que murió después de perder antes del límite con Minter”, rememora siempre Cabrera. “A mí Hagler me superó claramente, no puedo decir otra cosa, pero al momento en que pararon la pelea, yo no estaba sentido”, concluye.


Ilustración: Lucas Cejas

Hagler era un gran estilista, un boxeador completo; era más que difícil entrarle, porque era zurdo y muy hábil. Además, pegaba con justeza con ambas manos y se movía sin problemas: para atrás, para adelante, para los costados. Realmente, un virtuoso. Por eso, fue campeón del mundo indiscutible y por mucho tiempo”.

Rufino Norberto Cabrera

ex boxeador

Aclaración

El 23 de marzo pasado, en nuestra entrega anterior de “Historias escritas sobre el ring”, deslizamos involuntariamente un error, ya que la fecha de la pelea inicial del duelo entre Juan Domingo Roldán y Jacinto Fernández (cuando este último perdió el cinturón argentino mediano) fue el 13 de marzo de 1981, no de 1980. Tal como se consignó en la misma nota, Fernández había obtenido el título el 10 de octubre de 1980, ganándole a Ricardo Arce en Corrientes.