Pensamos lo que creemos

Darse Cuenta

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Cuando Cristóbal Colon llegó a América se encontró con personas desnudas pero sin vergüenza de su desnudez, muy apacibles y amistosas, en medio de una naturaleza exuberante y se preguntó si no había llegado al Paraíso Terrenal.

Cuando Moctezuma y su corte tomaron conocimiento de la llegada de Hernán Cortes a México y de sus temibles corazas y armas de fuego y de los caballos que los acompañaban no dudaron que estaban en presencia de dioses.

¿Acaso Colon y Moctezuma actuaban irracionalmente? No, simplemente pensaban lo que sus creencias les permitían concebir. Colón era un católico convencido de la existencia física del Paraíso Terrenal y de la situación de falta de pecado que allí se vivía. Los aztecas interpretaban que los recién llegados eran personajes mitológicos ya descriptos en sus tradiciones. Ambos aplicaron sus creencias a la interpretación de la realidad novedosa que enfrentaban.

Nosotros no somos distintos a Colón y Moctezuma. Entendemos nuestra realidad aplicando los modelos mentales y “verdades” en los que fuimos educados. Creemos que las cosas son buenas o malas, eficaces o equivocadas, en función de los paradigmas que compartimos.

Las sociedades construyen sus paradigmas lentamente. No hay un hecho único que determina esas creencias sino la lenta y constante acumulación de evidencias y valoraciones que mueven nuestro criterio de una u otra forma. Las creencias se sancionan en el tiempo, se confirman con la experiencia social y se instituyen con la educación.

Toda sociedad tiende a perpetuar sus creencias, por eso es tan difícil criticarlas. Los paradigmas sociales tienen fortísimos sistemas inmunológicos ya que niegan las evidencias que comprometen su permanencia.

Si no cuestionamos estas creencias es muy probable que en el futuro nuestras decisiones sigan siendo deficitarias. Se trata entonces de ajustar nuestros paradigmas para que un sistema de creencias más válido nos guíe a conductas más eficaces.

Cuestionar nuestras creencias no es fácil, requiere coraje y sobre todo sentido crítico, pero su resultado es muy estimulante ya que nos permite ajustar los resortes equivocados de nuestro pensamiento. De eso se trata Darse Cuenta.