Ritmo interior

Ritmo interior

Con la atención centrada en el acento rítmico, se concluye esta serie de colaboraciones sobre la forma y el espíritu de la poesía.

Enrique José Milani

Ateniéndonos al orden elegido, no a la importancia, arribamos a otro elemento destacado de la poesía: la rima. Si bien no es esencial ni indispensable, ni hasta necesaria, no se puede negar que su presencia añade musicalidad, destaca mejor el ritmo y aun las imágenes que, de no ser por ella, pasarían inadvertidas. Rima es la igualdad o sólo semejanza de sonido en la terminación de los versos, a contar desde la última vocal acentuada. Ej.: Palabras consonantes agudas: fortín, festín, espadachín; quietud, juventud, ataúd. Llanas: jerarca, arca, parca; llama, cama, ama; esdrújulas: antónimo, sinónimo, parónimo; político, monolítico, paralítico. También: cueva, beba, prueba, nueva; relojes, enojes, escoges, recoges, pues la b y v, ídem j y g delante de i y e-y en muchos lugares s, z y c- representan un mismo sonido. Basta un sonido diferente para que no haya consonancia: c-alle, v-alles; s-erio, mist-erios.

Si la igualdad es completa desde la vocal acentuada hasta la última letra, la rima se llama consonante o perfecta. Si sólo hay semejanza, esto es, si sólo son iguales la vocal enfática y la última, la rima es asonante o imperfecta. Asuenan: basta, Italia, cáscara, hamaca, trampa; búlgaro, culto, uno, flúido, único; motín, añil, ardid, cenit; Jesús, abedul, Jujuy, Perú. Las palabras que no consuenan ni asuenan se dicen disonantes:

Llegamos al último, pero quizá el más importante, soporte de la poesía: el acento rítmico. Halaga el oído, produce agradable música y le otorga fuerza especial. No es lo mismo expresar: “El fiero bruto se lanzó con salvaje ímpetu”, que, como lo dice el poeta :”Lanzose el fiero bruto con ímpetu salvaje”. La diferencia está en que en este último los acentos rítmicos están tan estratégicamente colocados, que le imprime coloridos musicales y tan justa intensidad, que hasta visualmente nos representamos lo que leemos. Los acentos rítmicos son de dos clases: necesarios y accidentales o potestativos. Los primeros no pueden faltar: todo verso tiene uno indefectiblemente en la penúltima sílaba. Veamos en estos ejemplos la fuerza que les otorgan los acentos sabiamente distribuidos: “Fuertes pechos sabrán oponer”, “Yo palpito tu gloria mirando sublime”, “Latió en su pecho un corazón honrado; / no fue un prócer; fue más: hombre de bien” (C. Guido y Spano, argentino) Y en esta estrofa de Ataliva Herrera, argentino: “Era mi padre como el pan casero, / bueno y afable, sin doblez, querido; / y repartía, antiguo caballero, / la mitad de su capa al pordiosero, / la otra mitad para el amado nido”.