Entrevista a Federico Andahazi

Sexo y poder

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Federico Andahazi. Foto: Aída Pippo.

 

Por Augusto Munaro

Con Pecadores y pecadoras (Planeta), la tercera parte de su Historia sexual de los argentinos, Federico Andahazi, el escritor más vendido de nuestro país, regresa una vez más a producir un libro tan audaz como ambicioso. Andahazi demuele en esta nueva entrega, a través de una investigación exhaustiva -que lo lleva a indagar la década infame, el peronismo y el antiperonismo, la última dictadura militar, la recuperación de la democracia, inclusive el menemismo y kirchnerismo-; ciertos conceptos y valores instaurados por la supuesta verdad histórica. Felizmente, los hallazgos no son menores.

La prosa ensayística de Andahazi, producto de una conciencia crítica de la mano de un lenguaje siempre en movimiento, postula la desmitificación del pasado como principal premisa, orientando su investigación hacia zonas meritorias. Así, permite revelar por vez primera, la particular relación que ha tenido un sinnúmero de forjadores de nuestra nación, con el sexo, y el modo que esos comportamientos íntimos se vieron reflejados en sus estrategias políticas (y viceversa).

—¿Por qué cree que para comprender la esencia de un país se debe profundizar en el entramado de sus relaciones sexuales?

—La sexualidad no es sólo un dato pintoresco de la historia ni tampoco es justo condenarla a un género menor como el del chisme de alcoba, tan frecuente en nuestros días. La serie que se inició con Pecar como Dios manda, continuó con Argentina con pecado concebida y concluye ahora con Pecadores y pecadoras no se aparta un ápice de la hipótesis que le dio origen: no puede entenderse la historia de una nación sino es a la luz de la red de relaciones sexuales que la gestó, dicho esto en sentido literal. No es casual que la política más antigua que estableció España durante la época de la conquista haya sido la del mestizaje, consistente en la violación, lisa y llana, de las mujeres aborígenes por parte de los autotitulados “adelantados”. Más cerca en tiempo, la consolidación de la oligarquía fue producto de una compleja trama de alianzas sexuales entre familias (y muchas veces dentro de una misma familia, bordeando el incesto) para, de esa forma, repartirse el territorio nacional de modo que la mayor cantidad de extensiones quedara en una pocas manos “patricias”. La política inmigratoria de Sarmiento también descansaba sobre una estrategia sexual: la unión de los europeos con los criollos traería, según su concepción, la “civilización” y facilitaría la educación: el famoso “crisol de razas” se produjo en las camas de los conventillos. Pero en Pecadores y pecadoras también me ocupo de la sexualidad de los personajes más emblemáticos de la Argentina, no con el afán de revelar indiscreciones, sino para examinar de qué manera algunos acontecimientos de la vida privada tuvieron una incidencia dramática en la vida pública del país.

—En cuanto a la metodología que aplicó para la presente investigación, entiendo que debió realizar numerosos viajes, algunos muy próximos a la fecha de publicación.

—He debido cotejar testimonios, recopilar documentos, recuperar cartas y verificar fuentes. Fue un trabajo tan agotador como fructífero y reconfortante. También, claro, he debido filtrar una cantidad enorme de información falsa, deliberadamente plantada aquí y allá. Por primera vez tuve el raro privilegio de recibir en mi casa supuestos periodistas que eran, en realidad, servicios de “inteligencia” tan torpes como el mismísimo Superagente 86. No sólo venían a tirarme de lengua para saber qué estaba escribiendo, sino que me dejaban carpetas con información falsa para hacerme pisar el palito: supuestos hijos no reconocidos de algún ex presidente, presuntos amantes de cierta presidenta, secretarias-amantes de un ex mandatario, en fin, chismes sin valor alguno y carentes de todo sustento.

—Deteniéndonos en un caso en particular. Hay toda una faceta oculta y lujuriosa por parte de Leopoldo Lugones. Resulta difícil asociar al autor de “Lunario sentimental” con las cartas a Emilia Cadelago. Ahora bien, muchos han confundido la desacralización que usted hace sobre los aspectos íntimos de ciertos personajes de nuestra historia, con la difamación. ¿Podría describir según su criterio, la diferencia entre ambos términos?

—Como dije antes, jamás abordé la vida privada de nadie, a menos que aquel episodio haya tenido alguna consecuencia en la historia del país. La saga familiar de los Lugones merece una novela y acaso constituya la metáfora más dramática de la historia argentina. En efecto, al tiempo, que llamaba al derrocamiento del gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen en su proclama “La hora de la espada”, Leopoldo Lugones escribía un pequeño libro de poesía dedicado a su mujer, titulado “El marido fiel”. Este poemario era una apología del matrimonio tradicional, de la fidelidad conyugal, del amor despojado de sexo, en fin, una declaración de principios completamente desapasionada. Sin embargo, años más tarde se descubrió que el marido fiel tenía una amante varios años más joven, Emilia Cadelago, con quien mantuvo una aventura ciertamente perversa. De aquella relación furtiva sobrevivieron varias cartas estremecedoras que ponen de manifiesto de qué materia está hecha el alma de los moralistas. En esas cartas, Lugones utilizaba sus propios fluidos corporales para subrayar, literalmente, sus sentimientos: cuando quería transmitir pasión resaltaba sus palabras con sangre, para remarcar la palabra “beso” utilizaba su saliva y para destacar su fervor sexual manchaba el papel con el fluido que el lector podrá imaginar. Un policía, enterado de la relación clandestina de Lugones con Emilia, se hizo presente en casa de la joven para delatar a los amantes. Ella sufrió el peor bochorno de su vida. Lugones inició a partir de entonces su camino al suicidio. ¿Quién era este policía? Polo Lugones, el hijo del poeta. Polo Lugones, además de haber sido un violador sistemático de menores (cargo por el que fue condenado), fue el inventor de la picana eléctrica. En la década del ‘70 una militante montonera fue secuestrada y torturada con picana hasta la muerte. ¿Quién era esta mujer? Pirí Lugones, hija de Polo y nieta de Leopoldo. Pero la historia no termina ahí: el hijo de Pirí terminó suicidándose en un paraje del Tigre, muy cerca del lugar donde se mató su bisabuelo.

—Buena parte del libro está dedicado a la figura de Perón. ¿Por qué cree que se ha mitificado tanto su vida sexual?

—El peronismo está hecho de la misma sustancia que la mitología. Este hecho está vinculado con la épica que significó el 17 de octubre. Se han escrito numerosas interpretaciones de aquella fecha que dio origen al peronismo, se han hecho lecturas sociológicas, políticas, históricas pero jamás nadie ha plasmado el inocultable carácter sexual de aquella gesta popular. Tal vez lo que nunca toleró la clase media-alta porteña haya sido la proliferación de torsos desnudos -los célebres descamisados-, las mujeres que mostraban sus piernas para refrescarlas en la fuente de la plaza y, sobre todo, las consignas femeninas gritadas a viva voz: “Sin corpiño y sin calzón somos todas de Perón”. Cabe aclarar que la famosa fuente de Lola Mora, “Las nereidas”, no pudo ser instalada en Plaza de Mayo por la oposición de la Iglesia que se negaba a que se viesen cuerpos desnudos frente a la Catedral. Hay que imaginar lo que significó ver aquellas multitudes de carne y hueso mostrándose en cueros en el corazón del poder político. Por otra parte, no puede comprenderse las leyes del voto femenino, la igualación de los derechos entre hijos “legítimos” y “naturales” si se desconoce que tanto Perón como Evita eran hijos ilegítimos, jamás reconocidos por sendos padres.

—¿La excelencia de un libro debe estar evaluada por el número de ejemplares vendidos? En otras palabras, ¿éxito y literatura son términos compatibles?

—Existen dos prejuicios igualmente falsos: que todos lo libros que se venden mucho son malos y que los libros que no son masivos son buenos. Desde el Quijote hasta El nombre de la rosa existen numeroso ejemplos que demuestran la falacia infantil de esos argumentos. Por supuesto que la desmentida de estos prejuicios no significa tampoco que todos los libros que se venden sean buenos. En fin, es una discusión vieja y sin sentido. Las discusiones literarias se resuelven con el sencillo “me gusta” o “no me gusta” y, se sabe, sobre gustos...

—Luego de varios años de investigar el tema, ¿siente que la historia argentina avanza en el mismo sentido de la evolución de las libertades en materia de sexualidad?, ¿qué barreras quedan por derribar?

—Si consideramos las libertades sexuales en términos históricos extensos, veremos que los griegos y los romanos tenían una concepción de la sexualidad mucho más abierta que la nuestra. Por otra parte, yo no creo que ningún político se atreviera hoy a liquidar sus gastos en orgías como lo hacía Sarmiento. La gran barrera sigue siendo la hipocresía y la mentira, no sólo en términos sociales, sino, incluso, íntimos. La mayor parte de la gente es incapaz de admitir sus propios deseos.