El mercado de la garrafa social

El gobierno nacional, que parece siempre predispuesto a intervenir en la economía -con todo tipo de medidas que interfieren en la naturaleza y la dinámica de las fuerzas del mercado- no ha sido capaz de revertir un problema cíclico: los desequilibrios entre oferta y demanda de garrafas de gas durante el invierno.

Por estos días, el defensor del pueblo de la Nación se ha anticipado a lo que ocurre todos los años: ha reclamado públicamente al gobierno nacional asegurar la provisión de garrafas.

Lamentablemente, la advertencia del funcionario -fundada en la experiencia de lo ocurrido sistemáticamente en los últimos años- no ha merecido ninguna respuesta oficial.

A las garrafas de 10 kg las usa la población más pobre pero, desde que el Estado la subsidia, también se cuenta entre las preferencias de las clases medias desprovistas de redes de gas natural. (Es más económica esa presentación que el más cómodo cilindro de 45 kg).

En el caso del gas envasado, el Estado debe saber ejercer sus funciones regulatorias sobre el mercado, que -es cierto- no ha sido capaz de dar una respuesta eficiente ante la suba estacional del consumo.

Del mismo modo, debe advertirse que las medidas diseñadas por la Secretaría de Energía de la Nación no han cumplido su cometido.

Cada invierno la provisión de gas envasado en garrafas queda sumida en una profunda crisis, que desvirtúa los instrumentos de intervención gubernamentales. Y sin embargo, pese a las duras lecciones de la realidad, se insiste en replicarlos, año tras año.

Se ha generalizado el subsidio al gas en envases de 10 kg. El Programa “Garrafa Social” dispone un precio oficial de 16 pesos y un subsidio estatal que el año pasado fue de 130 millones.

El esquema funciona adecuadamente, pero solo cuando la demanda no se vincula con la calefacción. En invierno esos valores aumentan hasta alcanzar incluso los 50 ó los 60 pesos... Y lo peor, ni siquiera es posible -en algunas zonas del país y de la provincia durante los inviernos- adquirir esas garrafas aún sometiendose a los abusos de la cadena de comercialización.

Se ha dicho: la demanda del gas envasado es estacional, pero también lo es la discusión del problema.

El debate en la Argentina sobre los problemas energéticos ha quedado estancado. Poco se dice -como poco se hace- por sumar más usuarios al sistema de gas natural por redes. Pasados los tantas veces criticados paradigmas de los ‘90, calmados los intereses de las concesiones de distribución domiciliaria y transporte con fondos públicos en forma de subsidios al consumo, ya no parece figurar en la agenda política la ampliación del servicio de gas a los hogares. ¿Quién reclama más de esa infraestructura?

En la Argentina siguen si contar con redes de gas natural -el más económico para las industrias, comercios, servicios, hogares y transporte- cuatro provincias: Misiones, Corrientes, Chaco y Formosa. Y el mismo trato sufre todo el norte santafesino: más de la mitad del mapa de la bota carece del servicio y sufre, cada invierno, con la garrafa.