Si te estás quedando pelado

Y bueno, hermano, a todos nos toca. Hay pocas personas que pueden atravesar el corto y largo período de una vida con los mismos gallardos pelos de la juventud al viento. No escribo notas autobiográficas, lo aclaro. Porque no tengo ningún pelo de tonto.

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI.

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Y parece además que en cierta descripción del hombre del futuro, seremos un poco más altos que nuestros antecesores, no tendremos apéndice -una operación menos- y poseeremos irremediablemente pocos yuyos en la terraza. Antes de señalar que mi viejo estuvo pelado antes de los treinta -y que yo vengo mal zafando a los cuarenta y largos-, antes de siquiera esbozar la necesidad de contar con un pelado en la familia, en el laburo, en el equipo de fútbol (largala pelado, dásela al pelado, corré pelado, tocá pelado: un equipo de fútbol, un picado, requiere al menos un pelado), quiero dejar sentadas las bases anti inadi: la falta de cabellos no puede ser un estigma. Es algo natural, se lo digo sin pelos en la lengua, valga la metáfora.

Incluso ahora, no se dice que uno se va quedando pelado, sino que en realidad tenés un “conflicto capilar”. Yo tengo desde hace rato una guerra, con batallas ganadas y perdidas. Y conozco otros que ya rindieron a todos sus soldados y el campo de batalla quedó como tierra arrasada. Mah, qué conflicto capilar: te estás quedando pelado. Tenemos esa inconsistencia idiomática modosita que dice no vidente por ciego, situación personal adversa por pasado de mambo y conflicto capilar por caída sistemática del cabello, es decir: pelado.

¿Cuál es el drama? Desde que nacemos perdemos cosas y la del cabello no es la principal de nuestras pérdidas, creo. Pero hay gente que no puede asumirlo y entonces genera fachadas aunque sean sólo de mampostería. Vos tenés esos quinchos que se posan sobre la no asumida pelada, so pretexto de parecer más joven o no sé qué y en realidad denuncian que esa persona tiene un problema, no con el cabello o su ausencia, sino con su postulación ante las cosas y el mundo. Un tipo así, te miente, desde el vamos. Es como las minas con push up, extensiones, pestañas postizas: en algún momento será quién es, lo mismo que el pelado. y yo prefiero comunicar las malas noticias de inmediato, así se asumen brutalmente y ya está... Un tipo con quincho es como un vendedor de autos usados: masilla por todos lados, toque al cuenta kilómetros, todo para poder lucir lo más cerca del cero kilómetro posible, aunque ya nos acerquemos peligrosamente hacia la chacarita.

Después tenés los que con el peinado tratan de cubrir la mayor cantidad posible de desierto y generan entonces esas especies de pelos lianas, que viajan ida y vuelta, se retuercen, giran y se acomodan casualmente en forma precisa (horas acomodando esos pocos mechones sobrevivientes para que después un vientito de morondanga o un ventilador irreverente desacomode todo) para lograr mayor capacidad cubritiva, como si se tratara de un producto para el techo, que de eso se trata, precisamente...

La ciencia vino en auxilio de los capilarmente complicados: ahora te hacen simpáticos, caros y pacientes implantes pelo por pelo -igual se nota, mis chiquitos, se los digo así como se los digo- acaso con el sistema del césped brasuca, pensando que luego ese primer pan se irá estirando y cubriendo todo el terreno: no funciona así lamentablemente. Y si hiciéramos esa comparación -la de nuestra cabeza como un jardín, la de nuestro pelo como césped o plantitas- también hay una enorme batería de productos, lociones (era un clásico del oeste yanqui el vendedor de un tónico milagroso para reponer el cabello: el engaño duraba el tiempo que necesitaba el timador para escapar de ese pueblo e ir a engañar al próximo), ungüentos, ampollas y shampúes que juran cuidar, mejorar y hasta acrecentar los plantines...

Prefiero la verdad desnuda: si me estoy quedando pelado -y no dije eso y quién dijo eso, carajo- pues, que así sea, convencido de que tal conflicto suceda en la parte de afuera de la cabeza y no dentro, donde espero seguir siendo el mismo tipo alegre, jovial y todo lo demás. Y no tienen por qué apurarme diciéndome que entregue esta nota de una vez. Porque más pelado está tu hermano y yo no te digo nada.