Mesa de café

Umbral de las internas

Remo Erdosain

—Faltan diez días para las elecciones y yo creo que la bocha ya está puesta -dice José.

—A lo mejor jugamos en distintas canchas -dice Marcial- porque yo tengo cada vez más dudas.

—Creo que está claro que en el peronismo gana Rossi y en el Frente Progresista Giustinani -responde José.

—¿Estas tan seguro? -pregunto.

—Como que en este momento estoy conversando con ustedes.

—A seguro lo llevaron preso -dice Marcial.

—Yo creo que en estos temas la única seguridad es contar los votos -dice Abel.

—Sin embargo las encuestas son claras -justifica José.

—Como dijo Churchill -observa Marcial- en la única encuesta que se puede confiar es en la que ha encargado uno mismo.

—Yo no lo daría ganador a Rossi de entrada -digo- he hablado con gente de Bielsa y de Perotti y se tienen confianza Además, en estos diez días va a haber novedades, son los días en los que la gente empieza a decidir su voto.

—Lo que yo creo es que Rossi es el mejor candidato para competir contra el Frente Progresista -dice Marcial.

—¿Por qué? -pregunto.

—Porque cualquiera de los candidatos del Frente le gana a Rossi de orejita parada...

—Mirá que está moviendo mucha gente y mucha plata -dice Abel.

—Es verdad, es verdad -consiente Marcial- pero las elecciones no se ganan sólo con plata.

—Pero sí con militantes -retruca José.

—Más o menos -contesta Marcial- según me contaron, movilizan muchos militantes jóvenes, lo cual según se mire puede ser meritorio, pero esa pibada suele hacer mucho ruido y traer pocos votos y hasta tanto no haya otro sistema, las elecciones se ganan con votos.

—Nunca dejás de ser gorila -dice José.

—Es probable -contesta Marcial con su inefable sonrisa.

—Yo estoy convencido de que gane quien gane, el peronismo pierde las elecciones generales en la provincia- dice Abel.

—Habló la objetividad personalizada -sentencia José.

—La gestión de Binner está aprobada por la sociedad -asegura Abel.

—Pero no sé si la sociedad va aprobar a sus seguidores -insiste José.

—Los tres son de lujo -digo.

—Más o menos -reitera José.

—Yo creo que son muy buenos candidatos -dice Abel- en todo caso lo que se puede discutir es quién es el que más le conviene a la provincia en esta coyuntura .

—Si esa es la discusión -digo- yo creo que si dudarlo los candidatos son Barletta o Giustiniani.

—¿Y se puede saber por qué? pregunta Marcial.

—Porque para un proyecto político que se reivindica democrático es importante la alternancia.

—¿Y entre Barletta y Giustiniani con quién te quedás? -pregunta José.

—No lo sé todavía. Giustiniani tiene experiencia parlamentaria, una excelente experiencia parlamentaria, mientras que Barletta tiene experiencia de gestión en el rectorado y en la ciudad de Santa Fe. La decisión que tome será atendiendo a esos criterios.

—Sin embargo -dice José- a mí me gusta Bonfatti.

—¿Y cuáles son tus motivos? -vuelve a preguntar Marcial.

—Porque es el candidato que más se parece a nosotros.

—Ahora me queda claro -contesta con tono sigiloso Marcial.

—Pero Binner no tiene nada de peronista -dice Abel.

—Es verdad -digo- pero Binner no es Bonfatti.

—Como no... es el hombre que lo apoya -dice Marcial- se conocen de toda la vida, vienen trabajando juntos desde que se iniciaron en política.

—Pero no son iguales y cuando se llega al poder esas diferencias menores empiezan a notarse -digo.

—¿Y se puede saber cuáles son esas diferencias? -pregunta Abel.

—Diferencias de estilos, de maneras de ser.

—Si es así, todos tenemos esas diferencias- dice Marcial.

—Puede ser -digo- pero esas diferencias personales cuando se ejerce el poder se hacen ver.

—Bueno -dice Abel- a lo mejor las diferencias de Bonfatti con Binner son para bien.

—Lo dudo -reflexiona Marcial.

—Barletta tampoco es parecido a Binner -dice José.

—Por supuesto, es radical, no socialista- dice Abel.

—Yo no sé bien qué diferencias reales hay entre un radical progresista y un socialista. Creo que son más o menos lo mismo -digo.

—Tan parecidos son -dice José- que los dos partidos están en la Internacional Socialista.

—Pero convengamos que Barletta es un radical sui generis -dice José.

—Tal vez esa sea una de sus grandes virtudes -dice Marcial.

—Por lo pronto, todo el radicalismo lo apoya -digo

—Todos los radicales no -dice José- Cáceres no lo apoya; tampoco lo apoya Henn.

—El primero casi no cuenta -dice Abel- y con respecto a Henn hay que admitir que es radical y de buena cepa.

—Los seguidores de Barletta no piensan lo mismo -dice José.

—Ya van a cambiar de opinión -asegura Abel.

—¿Y se puede saber cuáles son los méritos políticos de Barletta? -pregunta José.

—Sabe organizar y sabe mandar -digo- atributos indispensables para cualquier gobernante.

—Bonfatti también lo sabe -dice Abel.

—Pero no es Barletta -contesta José.

—Tampoco es Giustiniani -agrega Marcial.

—Lo importante -digo- es que más allá de las rivalidades internas, al otro día de las elecciones todos trabajen para el mismo candidato.

—Binner aseguró que él le levantaba la mano al ganador, no importa el nombre -dice Abel.

—Me parece muy bien -digo, y le hago señas a Quito para que me sirva, ahora sí, una cerveza.

—Yo creo -dice Abel- que en el Frente la unidad se va a mantener y todos con más o menos entusiasmo van a trabajar por el candidato ganador de la interna.

—No hay alternativa -digo- fuera del Frente está la soledad y el frío.

—Lo que no creo es que los peronistas acepten el resultado de la interna -dice Marcial.

—¿Y se puede saber por qué? -pregunta José amoscado.

—Porque allí adentro las diferencias ideológicas son más visibles. Los que no están con Cristina no van a trabajar para el candidato cristinista y mucho menos lo van a votar -responde Marcial.

—Puede ser -dice Abel- pero lo ideal es que las reglas de juego se respeten.

—Yo creo -digo- que no hay motivos valederos para que un peronista ortodoxo no lo vote a Rossi o a Bielsa, por ejemplo. Hace dos años era posible que ese peronista hubiera tenido escrúpulos, pero ahora no hay nada más peronista que estar con Cristina.

—Estoy de acuerdo -dice José- pero no estoy de acuerdo con el tono que lo decís.

Marcial sonríe y calla.

—Yo no estaría tan seguro de esa lealtad peronista -digo- en Santa Fe hay muchos peronistas que no están con Cristina.

—Los había -dice José- ahora no tanto.

—Además -continúo- yo creo que el equilibrio entre la tradición peronista y la adaptación a los nuevos tiempos no la expresa Rossi sino Perotti.

—¿Y por qué no Bielsa -dice Marcial- o porqué no Mercier?

—Todo puede ser posible -admite José- porque en definitiva, como dijera el general, todo soldado lleva en su mochila el bastón de mariscal.

—Eso lo dijo Napoleón, no el general -corrige Marcial- ustedes los peronistas siempre robando consignas o atribuyéndole a Perón o Evita frases que nunca dijeron.

—No comparto -dice José.