Recordaron en Sauce Viejo a los Fernández Romero Siempre unidos

Inmensa alegría sintieron los ocho hijos de María y José cuando recrearon juegos y actividades que hacían de niños para el video que se proyectó en el encuentro familiar.

Recordaron en Sauce Viejo a los Fernández Romero

 

José María Fernández y María Romero fueron dos inmigrantes españoles que se afincaron en Sauce Viejo. Dejaron una numerosa descendencia que, con orgullo, los recordó en un cálido y emotivo encuentro familiar.

TEXTOS. MARIANA RIVERA.

“Me daba un poco de bronca encontrar a mis parientes en los velorios y decirles que sería bueno reunirnos o vernos más seguido. Ése fue el motivo por el cual empecé a organizar el encuentro de los descendientes de María Romero y José María Fernández”, reconoció Carina Bertone.

El orgullo que siente por sus abuelos maternos, que vinieron de España en 1913, y la necesidad de ponerse en contacto con sus familiares -a varios de los cuales no conocía- la movilizó para juntarlos en una gran cena.

El 6 de marzo pasado, tras varios meses de intensa actividad, se juntaron en la vecinal de Sauce Viejo para compartir un momento lleno de emociones. Reunieron a 270 personas pertenecientes a las cinco generaciones que sucedieron al matrimonio, que suman 436 integrantes: 16 hijos, 18 hijos políticos, 56 nietos, 51 nietos políticos, 147 bisnietos, 57 bisnietos políticos, 87 tataranietos, 2 tataranietos políticos y 2 choznos. Asistieron ocho hijos Fernández Romero (la mayor tiene 87 años), además de una hermana de María, de 88 años, y sobrinos del matrimonio.

Llegaron desde Miami (Estados Unidos) y Tenerife (España) y de Argentina provenían de Mendoza, San Luis, Entre Ríos, Córdoba, Buenos Aires, Rosario, Gálvez y Esperanza, entre otras localidades.

Pero el primer paso para concretar este encuentro fue la creación de un grupo en Facebook. “Con la nostalgia y el recuerdo de aquellos encuentros de fin de año en familia de mi infancia y con ansias de que las nuevas generaciones conocieran sus raíces y de que los más viejos conocieran a los más jóvenes, y viceversa, creé el grupo Descendientes de María Romero y José María Fernández”, explicó Carina.

Y continuó: “Allí contamos nuestras historias familiares, los nacimientos, otros acontecimientos importantes, subimos y compartimos fotos y recuerdos, viejos y nuevos. La idea era que los más chicos conocieran la historia de estos abuelos para no perderla, y ya somos 103 personas”.

EL ENCUENTRO

Posteriormente, decidieron dejar el ciberespacio y encontrarse en una cena. “Fue una tarea larga pero hermosa. Empecé a armar la fiesta en octubre del año pasado, viendo quién podía ayudar y qué tareas podía hacer cada uno. La idea era que cada familia hiciera algo para sentirse parte. Todas las familias, según la rama a la que pertenecieran, tenían que hacer una porra de distintos colores, pero no comprarla. De ese mismo color después hicimos un prendedor para identificar a la generación a la que pertenecía cada persona y en una cinta estaba pintado el nombre del hijo de María y José al cual pertenecía cada rama genealógica”, explicó.

El paso siguiente consistió en reunir fotografías de la familia. Carina las juntó y consiguió escanear alrededor de 1.200 fotos, que se recopilaron en un CD que se entregó como recuerdo a los hijos de María y José durante el encuentro familiar.

La fiesta fue el 6 de marzo pasado, en la vecinal de Sauce Viejo. Convocó a 270 personas, “aunque quedaron algunas sin poder ir por falta de espacio”, aclaró Carina. “La hija más grande de María y José tiene 87 años y tanto ella como sus hermanos están espléndidos; tienen una vitalidad que da envidia. Y todos participamos en la organización de la fiesta: las mujeres más grande tejieron al crochet los servilleteros con las iniciales de la familia; un primo artista plástico, que vive en Miami, hizo un retrato de los abuelos, que después fue el motivo de la tarjeta recordatoria de la fiesta; y a un primo de España le pedí que trajera de allá la bandera nacional. Los souvenirs consistieron en unas pequeñas botellitas de vidrio con tierra original de donde vivieron mis abuelos en España y de Sauce Viejo, donde nacieron sus hijos”.

MÁS SORPRESAS

En la reunión no faltó el pasodoble “El gato montés” -la choznonieta más pequeña, de 2 años, y una tataranieta se caracterizaron de comparseras e iniciaron el baile español-, los típicos “Ole!, ole!” para incentivar a los bailarines, y el árbol genealógico de 3 metros de largo, donde figuran los 436 integrantes de esta familia. Además, dos bisnietas de María y José mostraron los trajes de novia auténticos que pertenecieron a dos de las nietas más grandes de la familia.

Luego proyectaron las 1.200 fotos recopiladas y un video que realizaron los hijos de María y José, “adonde recrearon su infancia: anduvieron en carro a caballo, hicieron y hornearon panes y los tostones (un huevo que cocinaban envuelto en masa, típico de España), jugaron con la harina, disfrutaron mucho haciendo el video. Estaban felices y también por habernos reunido”, destacó Carina.

Carina Bertone concluyó diciendo orgullosa: “Nos lloramos todo; fue una reunión cargada de emoción. Somos la misma sangre. Claudio, mi sobrino de 10 años, al día siguiente de la fiesta me dijo que le había pasado algo raro en el reencuentro: había llorado de alegría. Entonces, el objetivo se cumplió con creces: las cinco generaciones se reencontraron, los nuevos integrantes conocieron un poco más nuestras raíces y todos revalorizamos lo que significa la familia”.

Siempre unidos

La familia siempre fue muy unida, aseguró Carina. Los hijos recuerdan que, luego de la cena, María y José los reunían alrededor de la mesa y ella leía el diario en voz alta, para que todos escucharan lo que pasaba en el mundo. Además, cada vez que alguno de sus integrantes tenía una dificultad todos se solidarizaban y colaboraban.

Mientras José trabajaba en el campo, María se ocupaba de la casa y los hijos. Por ejemplo, hacía el pan en el horno de barro dos veces por semana, o el jabón para lavar la ropa usando ácido muriático y azul brasso. Como en el campo tenían agua de pozo pero la perforación “era mala”, María tenía que caminar unas cuantas cuadras y lavar la ropa en el río.

Las hijas se turnaban para la limpieza de la casa, y todas las tardes cortaban leña para cocinar. Sufrieron la invasión de langostas que arrasaban con todo lo cosechado, incluso con los árboles. También tenían hornos de ladrillo y quemaban entre 30 y 40 mil ladrillos por mes para vender.

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El matrimonio tuvo 16 hijos, quienes hoy tienen una numerosa descendencia.

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El encuentro de los Fernández Romero convocó a 270 miembros de esta gran familia.

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Sauce Viejo vio crecer a los hijos de esta matrimonio de inmigrantes españoles.

Vinieron desde Granada

La historia de María y José comienza en Orce, provincia de Granada, España. El trabajo escaseaba, había crisis económica y política; eran tiempos muy difíciles y muchos españoles decidieron emigrar.

En 1913, partieron del puerto de Algeciras, España, en el Vapor Infanta Isabel de Borbón, María Romero Motos -de 12 años-, junto a su madrastra (su mamá, Constantina Motos, había fallecido cuando ella tenía 8 años), su abuela y un hermanito.

El destino: Buenos Aires, adonde habían emigrado el año anterior Antonio Romero, papá de María, y el hermano de su madrastra, José María Fernández. Ambos, trabajando sin descanso sembrando y cosechando papas, reunieron el dinero para enviarle los pasajes a parte de sus familias.

Se radicaron en nuestra provincia: primero vivieron en Estación Matilde y luego en Rosario, donde María -con su corta edad- trabajaba en una refinería de azúcar junto a su padre, mientras que José María Fernández trabajaba en el campo.

Viviendo en Rosario, José y María se enamoraron y se casaron, el 2 de marzo de 1918. Se establecieron en Sauce Viejo, donde nacieron sus 16 hijos (10 mujeres y 6 varones, de los cuales quedan 8 vivos): Néstor, Ebelio, Francisco, Constantina, Josefa, Primitivo, María Carmen, María Delia, Elena, Rainerio, María Esther, M. Erminia, J. Salvador, Ana, Marta y Norma.

Vivieron en el campo (hoy barrio Taragüí) hasta 1954, donde José se dedicaba a la agricultura: sembraba alfalfa, papas, batatas y maíz. También cosechaba coliflor, repollo, y otras verduras que transportaba en carro tirado por caballos -aunque más adelante en camión- y las vendía en el Mercado Central de Santa Fe.

Además, cosechaban frutas y verduras para consumo familiar: melones, sandías, duraznos, nueces, naranjas, mandarinas, manzanas, pepinos, tomates, pimientos, maní, granadas, zapallo, batata, acelga, cebolla, ajo, etc..

TRADICIONES

Al ir casándose los hijos y formando sus propias familias, sus miembros seguían encontrándose en los eventos familiares. Pero para la fiesta de fin de año, “todos, absolutamente todos” se reencontraban, destacó Carina.

Hacían un tradicional asado con cuero y al día siguiente puchero con la sopa “infaltable”, por más calor que hiciera. Esta tradición perduró hasta hace unos 25 años -aclaró Carina Bertone- donde cada vez se hizo más difícil reunir a toda la familia, pues ya los hijos de José y María tenían hijos, nietos y hasta bisnietos que requerían encontrarse con sus otras familias. Pero jamás dejaron de reunirse un domingo, un cumpleaños u otro día cualquiera.

José falleció a los 69 años, en 1959, y María a los 95 años, en 1995. Ambos fueron muy buenas personas, sencillas, humildes y de gran corazón. Es por eso que su recuerdo aún sigue vivo en quienes tuvieron la dicha de conocerlos y lo retransmiten a las nuevas generaciones.