En Familia

Media verdad = una mentira

Rubén Panotto (*)

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En el diccionario de la lengua española edición 2005 Espasa-Calpe, se contabilizan al menos diez definiciones diferentes del significado de la palabra verdad. El término no tiene una sola definición en que la mayoría de los estudiosos coincidan, y sigue siendo indefinidamente un tema de análisis y debate. Por otra parte son innumerables las diferentes opiniones de catedráticos, profesionales y gente común, acerca de lo que definen como verdad. Al dicho “La realidad es la única verdad”, algunos lo atribuyen a Aristóteles y otros al Gral. Perón. Lo cierto es que lo más cercano a una definición involucra otros conceptos como la honestidad, la sinceridad y la buena fe, así como el conocimiento acorde con lo que se afirma como una realidad.

Para el hebreo significa básicamente la confianza y fidelidad. Se dice que una cosa o un testimonio es verdadero cuando es “fiable”, esto es que se verifica y se cumple con lo que se ofrece. De todas maneras siguen vigentes los grandes interrogantes ¿cuál es el criterio para identificar la verdad? La verdad ¿es objetiva o también subjetiva?, ¿es relativa o absoluta? Los seres humanos tenemos capacidades innatas para reconocer la verdad ¿o sólo se llega a través del experimento y la razón?

A lo largo de los siglos, ha sido motivo de debates entre filósofos, lógicos, psicólogos y teólogos, aún sin arribar a un consenso, pero ya considerando necesario introducir lo concerniente al alma y la metafísica.

Libre albedrío

Si los sabios y gurúes del pensamiento no encuentran una definición de la esencia de la verdad, es inevitable la confusión y el desorden en las relaciones humanas. Sin verdad no hay justicia social, ni paz social; sin verdad no perduran los vínculos entre naciones, pueblos y personas. Está tu verdad frente a mi verdad que no es la verdad de los otros. Quizás debamos reconocer que la gran mayoría preferimos la verdad como valor que involucra el ejercicio de otros valores como la honestidad, la sinceridad y la confianza, por sobre la mentira como antivalor destructivo y engañoso.

Pareciera que ante el hecho de no reconocer que la verdad intrínsecamente es única, todo el mundo arma y manipula su propia verdad para beneficio personal. Los juramentos han perdido su razón de ser, y a nadie le cuesta mentir si de ello sacara provecho. Apenas pocas décadas atrás, los médicos respetaban su juramento hipocrático, que contenía ciento veinticinco artículos más sus incisos; los soldados juraban ante la Bandera defender a la Patria hasta la muerte, cuando ahora apenas si se enrolan por un escaso salario; los funcionarios políticos juraban ante los Santos Evangelios, sellando su pacto con la expresión: “Si así no lo hiciere, que Dios y la Patria me lo demanden”.

En la actualidad, quizás por algún despojo de pudor y vergüenza, han cambiado las fórmulas por otras rebuscadas pero no menos superficiales y falaces, con el fin de resistir ante las demandas de leyes que ellos mismos infringen. Llegando al juramento matrimonial, no podemos despojarlo del mismo desorden y falta de credibilidad, cuando las estadísticas dan en franca retirada al casamiento civil, al mismo tiempo de un crecimiento en su disolución, debilitando el beneficio y solidez que otorga vivir y cumplir según la verdad.

Los frutos de la verdad

Ante la desprotección y falta de compromiso con la justicia, se han creado atajos para salir de la opresión que produce la confesión y defensa de la verdad. Así existen la mentira piadosa o mentira blanca, las medias verdades y las verdades adornadas con fantasías y creatividad engañosa.

Ante un juicio oral, el juez requiere a los testigos decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Decir la verdad es lo correcto, toda la verdad es no decir medias verdades y nada más que la verdad es sin aditamentos, sin agregar nada más que la tergiverse o deforme. La desnaturalización de la verdad ha causado estragos en la sociedad, muy difíciles de reparar sin un compromiso decidido a proteger las nuevas generaciones. El desafío comienza con desarmar nuestras propias mentiras, incluir a los vínculos familiares y afectivos, abarcar el ámbito laboral y profesional hasta llegar con la exigencia a nuestros propios gobernantes y referentes sociales.

Es muy interesante la relación que Jesucristo establece entre la verdad y la libertad. Una de sus expresiones es: “Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”.

Nuestras abuelas decían que la mentira tiene patas cortas, queriendo enseñar que la mentira paraliza, nadie puede evadirse de las consecuencias de la mentira y queda enredado en sus propias falacias. Si finalmente nos hacemos la pregunta ¿qué o quién entonces tiene la verdad verdadera?, les sugiero probar la fórmula que ha transformado a miles de vidas: Jesucristo dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida y nadie llega a Dios sino por mí”.

(*)Orientador Familiar

Media verdad = una mentira