Artes visuales

“Julio César Botta, constructor de sueños”

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Pintura de Marcelo Strada. Foto: Gentileza del artista

Domingo Sahda

En fecha reciente, fue abierta a consideración del público una exposición de pinturas de autoría del artista plástico santafesino Julio César Botta (1948-2008) en el Centro Experimental del Color, Estación Belgrano, Bv. Gálvez 1150, Santa Fe.

El curador responsable de la selección y montaje de la colección a la vista, que despliega su magnitud y potencial expresivo de notable consistencia estética, fue el artista plástico Kazutaka Ishikawa, directo y personal conocedor tanto del autor como de la totalidad de su producción artística construida a lo largo de años de concentrada y personal dedicación. La muestra de marras se titula: “Julio César Botta, constructor de sueños”.

Del expositor Julio César Botta me permito transcribir, a modo de opinión definitiva de su proyecto creador concretado, lo que en oportunidad de la edición del Fascículo de la Colección “Creadores Santafesinos” dedicado al mismo: “... la materia pictórica densa e inerte cobra tensa vida cuando el creador la convierte en indicio, señal y símbolo de la fragorosa contemporaneidad, con sus miedos, su violencia y su desencanto mediatizado en el campo plástico a través del lenguaje de la forma desgarrada, la textura áspera, el color restallante. Pintura por cuyas grietas e intersticios late la vida, la historia (...). Pintura de exasperada sustancia romántica que se exige a sí misma por voluntad de su creador intentando llegar a ese fondo abismal que se es aventura humana despojado de ornamentos y melindres (...). Desde una primera figuración cargada de intencionalidad sarcástica, burlona, de humor violento, hasta la construcción de vastos panoramas sociales que permiten explicitar su manera de sentir y expresar, con el vehículo del arte plástico, Julio César Botta habla del mundo para el mundo (...). La referencia a un acontecer, a un objeto, a una persona siempre subyace dentro de una figuración -otra- que connota, llamando al vínculo de atadura comunicacional a través de cada configuración recortada en el plano. Su universo le es propio a cada momento y desde su absoluta individualidad admite el vínculo con terceros expectantes. Julio César Botta es un creador que instala en nosotros desde múltiples sujeciones y experiencias autoimpuestas la verosimilitud de que el cuadro que él construye es una ventana desde la cual podemos mirarnos como sujetos sociales sin regodearnos en tonterías discursivas predigeridas. Creador de este tiempo, que confía en el valor del arte como camino y vínculo, atento siempre al devenir, construye desde su atalaya una faceta del arte santafesinos que le es propia”. (D./S. “Creadores Santafesinos”, Santa Fe, Julio 2007).

Resulta atinado señalar, al margen de la calidades plásticas de lo exhibido y sólo con criterio organizativo que la ausencia de una cartelera o pizarra que anoticie al espectador no habituado acerca de la vida y obra del expositor conspira en contra de la intencionalidad del justo homenaje. El discurso visual expuesto, tanto como la biografía y antecedentes del creador ameritan la exhibición de obras ya que toda exposición es mostración, proyección y difusión de los lenguajes de la cultura en tanto pretendan engarzarse en el imaginario y la memoria colectiva.

“El pequeño vehículo”, pinturas y collages

En el Espacio de Arte Johnson Acero, 25 de Mayo 2930 de nuestra ciudad fue abierta al público en fecha reciente una exposición en la que se exhiben trabajos plásticos de los autores Marcelo Strada y Martín Lapalma, a saber, collages y pinturas, respectivamente.

Marcelo Strada muestra trabajos resueltos al modo del collage (encolado) apelando a recursos propios de la geometría plana adheridos al soporte contrastado, apoyándose en el papel como recurso técnico-matérico. La simetría especular define los itinerarios propuestos, con ocupación plena del espacio, que evocan el concepto “americanista” del horror vacui espacial. Aquí, todo sucede en un primer plano de manera regular, organizándose los recorridos como laberintos pletóricos de ángulos agudos, diagonales y rectas rítmicamente definidas y direccionadas. En todos los casos, salvo en una pieza que resulta excéntrica al conjunto exhibido, hablamos de construcciones medidas y calculadas racionalmente que hacen hincapié en fenómeno del contraste visual y la armonía del conjunto siempre en primer plano, sin remitir a relatos visuales referenciales. Son piezas ensimismadas que se regodean en la idea del arte visual incontaminado y distante de accidentes espacio-temporales.

Subyace la idea del laberinto en estas configuraciones en las que el deambular sin uso de la curva envolvente no aparece, salvo en una obra un tanto diversa del conjunto, de distinta entonación cromática, tanto en dimensiones como en soluciones plásticas, que aparece expuesta a una cierta distancia del conjunto. De otro modo, el autor responde a una idea conexa con los collages en una pintura geométrica, de colores plenos organizada simétricamente en el plano, sin asomo de idea de profundidad o volumen.

Ubicados sobre la pared, un trabajo adyacente al otro sin solución de continuidad, se brinda la sensación de friso cuasi arquitectónico, con leves alteraciones cromáticas de fondo o superficie. En todos los casos se trata de abstracciones conceptuales que giran en torno de sí mismas, induciendo a la contemplación ensimismada, casi ornamental por su ausencia de conflictos expresivos.

Por su parte, Martín Lapalma exhibe pinturas directas de tamaño medio-mayor, retratos que orquestan con desniveles compositivos la forma visual pura, la imagen connotativa, con la forma visual resignificada en tanto texto o palabra. Inevitablemente éstas, sean en castellano o en inglés inducen a la búsqueda de significados extra-pictóricos que distraen la visión concentrada del conjunto. Compite la imagen pintada con la palabra pintada, de modo inopinado y cuasi accidental, distrayendo la atención momentáneamente.

Sobrevuela la idea experimental de autoindagación en la cual el color aparece en grandes planos o como textura orquestada con acentos contrapuestos al modo de emblema que se apoyan de modo disperso en el plano.

Asoma constantemente el vigoroso potencial expresivo en estos trabajos en los cuales todo parece estar dicho a borbotones. Presuntivamente, el proceso de maduración permitirá la organización plástica jerarquizando los acentos de interés con el fin de no interrumpir los recorridos visuales pletóricos de interés que compiten entre sí sin solución de continuidad.

En suma, dos propuestas diversas tanto en proceso cuanto en producto que reúnen, cada una en sí misma, el suficiente talante como para construir un vocabulario visual propio de interesante proyección en el medio.

El desafío constante hacia el lenguaje pictórico y hacia sí mismos conlleva irremediablemente a una hipótesis de riesgo libertario que siempre oxigena los ámbitos culturales cercanos.

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Pintura de Martín Lapalma. Foto: Gentileza del artista