Dominique Strauss Kahn

La detención de Dominique Strauss Kahn (DSK) ha provocado la previsible conmoción en la opinión pública. Se trata de una de las personalidades políticas más importantes del mundo por su condición de titular del FMI y, al mismo tiempo, candidato político por el Partido Socialista a la presidencia de Francia con más intención favorable de votos.

El sensacionalismo, cierto amarillismo periodístico, en estos casos es inevitable, pero más allá de los excesos y más allá de las propias garantías jurídicas que al señor DSK le corresponden, importa reflexionar sobre este episodio tan significativo, en tanto se suele decir hasta el cansancio que en las sociedades que vivimos no es habitual que los poderosos sean detenidos.

El caso que nos ocupa resulta interesante porque vendría a demostrar exactamente lo contrario. Al respecto no deja de llamar la atención que un personaje de esta investidura sea detenido por una comisión policial. Para quienes suponen que en ciertas esferas sociales la impunidad es la constante, este hecho lo contradice. DSK no sólo fue detenido cuando ya estaba acomodado en el avión que lo trasladaría a Francia, sino que además en una primera instancia la jueza le negó la fianza.

Puede que más de un observador suponga que DSK es víctima de una conspiración elaborada por sus numerosos enemigos, pero hasta tanto se demuestre lo contrario hay buenos motivos para suponer que en EEUU los sistemas de seguridad y la Justicia funcionan aceptablemente y funcionan con criterio democrático, es decir, sin hacer distinciones por motivos religiosos, raciales o económicos.

Más allá de lo que decida la Justicia y más allá de las especulaciones que un episodio de esta naturaleza despierta, lo que resulta innegable es que estas situaciones sólo pueden ocurrir en sociedades democráticas, donde el principio de igualdad está instalado con fuerza, tal como hace más de siglo y medio intentó demostrar Alexis de Tocqueville.

DSK estubo detenido por la denuncia de una modesta camarera de un hotel. No sólo estubo detenido sino que la sociedad es solidaria con la mujer que estuvo a punto de ser violada por un poderoso. Ciudadanos, funcionarios jueces, políticos, por buenas y malas razones se ponen del lado del débil. Cien años atrás esta situación hubiera sido inconcebible. Jamás la denuncia de una camarera, negra por añadidura, hubiera provocado este tipo de reacción.

Esta tendencia cultural es tan marcada que en nombre de la moderación y el equilibrio hay que advertir sobre cierta tendencia del gran público a ensañarse con los poderosos más allá de lo que marca la Justicia. Justamente, Tocqueville advertía contra esa fuerza irresistible de la igualdad que, por un lado, es justa pero, por el otro, corre el riesgo de habilitar el revanchismo social.