Una pregunta necesaria

La lechería, ¿crece o decrece?

El autor menciona a las políticas económicas como una de las causas del estancamiento del sector lechero. Además, puntualiza los que considera requisitos mínimos para que la actividad sostenga un fuerte crecimiento.

Carlos Heguy (*)

La asociatividad debe ser promovida, ya que de ello dependen cambios importantes en la dinámica de la cadena.

La producción lechera, al igual que otras actividades productivas, necesita que el país defina sus políticas de Estado con respecto a la producción de alimentos. Esta definición involucra no sólo al oficialismo sino también a la oposición.

Mientras que la Presidente anuncia “urbi et orbi” que la Argentina puede alimentar a 400 millones de consumidores, su Gobierno privilegia una “soberanía alimentaria”, tomando medidas que no solo desalientan la producción de alimentos, sino que revelan una duda sistemática sobre la capacidad de alimentar a 40 millones de argentinos, desvirtuando en los hechos la valiosa afirmación de la Jefe de Estado. Esto resulta contradictorio porque si Argentina puede alimentar a 400 millones no puede estar preocupada y demostrar dudas sobre su capacidad para alimentar a 40 millones. En todo caso, despejadas las dudas sobre su capacidad de producir alimentos, las inquietudes deberían orientarse a que los alimentos que abundan, sean accesibles para todos los argentinos de acuerdo al mandato constitucional que obliga a buscar el bienestar general.

Si partimos del presupuesto que vamos a crecer, ¿por qué poner en duda nuestra capacidad para alimentar una demanda interna que resulta diez veces menor que la anunciada por la Presidente?.

Tendencia generalizada

La mayoría de los políticos y funcionarios respaldados hoy por una buena parte de la opinión pública son compulsivamente intervencionistas. La intervención, como expresión de interferencias burocráticas, no solo enerva y desalienta a la actividad privada, sino que muchas veces resulta de dudosa legalidad constitucional, porque vulnera derechos individuales y tratados internacionales que obligan a la República.

Esta tendencia generalizada, descarta en particular la intervención del Estado, legítima y eficaz, a través de la promoción de conductas virtuosas, desde el punto de vista del interés general, en el mejor espíritu del Artículo 75 de la Constitución Nacional, que otorga facultades al Congreso para, “...proveer lo conducente a la prosperidad del país por leyes protectoras de estos fines y por concesiones temporales de privilegios y recompensas de estímulo”.

La experiencia y el sentido común han demostrado que se generan mejores y más duraderas respuestas positivas por medio del estímulo que por el temor y peor aun por el terror.

A partir de estos presupuestos podemos plantearnos: ¿Qué queremos hacer con la producción y la cadena láctea? Crecer, estancarnos o decrecer.

Hoy estamos produciendo lo mismo que hace diez años atrás, a pesar del progreso tecnológico que ha permitido incrementar la productividad por vaca y por hectárea, lo que pone en evidencia la disminución de vacas y de superficie dedicada a la actividad. También que la actividad de producir leche no ha sido suficientemente atractiva como para generar un crecimiento sostenido.

Empresa compleja

Por otra parte, el paquete tecnológico agrícola accesible es superior que el de la producción de leche y más fácil de implementar. La coyuntura y la realidad son más favorables para la agricultura.

La lechería es más compleja, más exigente, más vulnerable y riesgosa, requiere horizontes más despejados que no encuentra, necesita más inversiones y tiene, además, problemas estructurales para crecer; faltan vacas y vaquillonas para que ello sea posible.

Para crecer se necesitan: fundado optimismo, garantías para la inversión, reglas de juego favorables, en un contexto de prestigio social y político para la actividad. Si el empresario se ve controvertido y devaluado socialmente no puede sentirse optimista y estimulado para arriesgar e invertir.

(*) Vicepresidente de la Asociación de Productores de Leche (APL)

Cambio copernicano

La asociación de los productores para distribuir y negociar su leche, traería un cambio copernicano en el sistema de comercialización y en la dinámica de la cadena láctea.

Permitiría una relación más justa y equilibrada que redundaría en un ordenamiento positivo para ella. Se puede crecer, pero es necesario quererlo y adoptar, en consecuencia. las conductas

y procedimientos necesarios

para ello.

/// el dato

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Estancamiento. Hoy estamos produciendo lo mismo que hace diez años atrás, a pesar del progreso tecnológico que ha permitido incrementar la productividad por vaca y por hectárea, sostiene el autor.

Foto: Archivo campolitoral

Para crecer se necesitan: fundado optimismo, garantías para la inversión, reglas de juego favorables, en un contexto de prestigio social y político para la actividad.

Juntos pueden más

Por otra parte, los productores, en su actitud, deberían ser más consecuentes con la defensa de sus legítimos intereses y el desarrollo de una capacidad empresarial acorde con su responsabilidad profesional. Su mayor deuda es la falta de asociatividad espontánea, que deberá ser promovida siguiendo dos líneas de acción diferentes y complementarias, concurrentes en definitiva, a la hora de crear poder de negociación: la vía político-gremial en el campo de sus relaciones con otros sectores privados y públicos, y con la sociedad y la vía económico-comercial, en el campo de la negociación de su producto e insumos.