El locro, la parte y el todo

Como muchos argentinos, disfruté de un locro patrio el miércoles 25 de mayo pasado. Y de un chocolate patrio también. Todavía estoy corriendo: tengo calorías para quemar hasta la fiesta de la bagna cauda, en que me reaprovisionaré convenientemente. Buen provecho.

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. [email protected]. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. [email protected].

El locro, la parte y el todo

Cuando hace frío me pasan algunas cosas totalmente lógicas y sintomáticas: en el súper quiero agarrar dos o tres paquetes de fideos diferentes; y ni bien pisamos mayo, soy un depredador natural, salvaje e indomable en busca de locro. Y si bien es rigurosamente cierto que hay mucha gente que hace y vende locro, el contenido de este noble producto nacional requiere por lo menos la modosita condición de saber quién y cómo lo elabora. Cuidados que uno sostiene hasta unas horas previas a la ingesta, porque llegado el caso, y ante la imposibilidad de conseguir un locro confiable, igual manoteamos el primero que venga y te regalo las prevenciones.

Los locros tienen esa consistencia y ese requisito bastante chancho (y si no, no es locro, canejo) de que deben contener “todo”. No quiero sacar el cuero a nadie, pero cuando se dice todo, es porque no se aceptan versiones light o suavecitas, o reemplazos magros de último momento. No jodamos: o comemos locro o coman sopa de choclo o guiso de porotos.

Hay incluso gente que en sus carteles tienta a los futuros comensales con la promesa de un locro “con todo”. Nadie aclara qué es todo, pero es (todo) lo contrario de nada y (en parte) lo opuesto a poco. Porque cuando uno pide una porción, pide en realidad una parte de todo y te regalo la postulación metafísica.

Si insisto con la correcta mezcla y formulación del locro, si pretendo indagar sobre la fabricación y la provisión del elemento en cuestión, es por su carácter explosivo e inestable. Es la misma advertencia que se tiene para la compra de pirotecnia. Un mal cartucho, un cohete trucho, te puede hacer explotar y lo mismo pasa con el locro mal hecho, literalmente. Como si se tratara de un profesor en su laboratorio, hay que saber manejar muy bien los materiales, para que no vuele todo -o una parte, ya que estamos en el tema- en pedazos.

Pero supongamos que conseguimos un locro como la gente. Hay estilos, leves modalizaciones que parten de la nobleza de los ingredientes y el hecho de que el cocinero no va a ser tan cabrón de meterse con la salud de su propia familia. Hay quien los hace un poco más suave, hay quien no le pone sal (pues los chorizos hacen lo suyo sin que nadie les exija nada); hay quien esquiva el maíz o pela los porotos, hay de (todo) en esta (parte) del mundo...

Yo sostengo que la patria fue posible porque tanto el primer gobierno como la declaración real de la independencia -25 de mayo y 9 de julio, dos días de locro a pleno- están en territorio locrero. Incluso la reconquista de Buenos Aires por entonces en manos inglesas, también fue en invierno. Suponemos que nuestras levantiscas tropas consumieron locro a discreción, lo que explica el exitoso cruce de los Andes. Y si nos daban raciones suficientes, no parábamos hasta México.

Porque queda claro -o oscuro, según el grado de espesor del potaje- que el locro te insufla fuerzas, te levanta el espíritu (después también las frazadas), te hace encarar al dos del equipo contrario aunque te parta al medio, te hace declararte a la Mirtita que está rebuena pero también llegado el caso a doña Marcia, que es un escracho pero no importa porque nosotros tenemos combustible -otra que nafta ecológica- como para enhebrar a lo que se ponga adelante...

Con un buen locro, uno recompone el ánimo, encara el invierno como quien se mete al mar en verano, tiene energías laborales y cualquier otra, el mundo es menos tenebroso, el frío es una pálida y endeble cortinita que se deshace con un provechito de prístino sabor a cuerito de chancho, una delicatessen...

Gente que erra por el mundo, pálida y anoréxica, pobres almas sin fuerzas, destemplados seres alimentados a lechuga, casi todas las soluciones importantes de la vida de las personas están contenidas en un buen plato de locro. Es al menos una parte de lo que quería decirles. Es todo lo que quería decirles, bah.