Lengua viva

El poder y la naturaleza humana (I)

Evangelina Simón de Poggia

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La historia de la humanidad siempre ha estado atravesada por las ansias del hombre por la obtención del “poder”. Entre otras acepciones, la Real Academia Española nos dice que: es el dominio o facultad que uno tiene para mandar o ejecutar algo. Así como Kant hablaba de la lógica con sentido o sin sentido, lo cual es una tautología, así podemos hablar de un poder positivo o negativo, dependerá del uso que hagamos de él. Aristóteles pensaba que el conocimiento es poder, se trata de un poder positivo que nos dé la posibilidad de observar y percibir la realidad, desarrollar el intelecto y la razón natural.

Hoy, en nuestro país, hemos podido observar la lucha por el poder político, ese poder tan importante que un sector del pueblo le concede a “ese ser supremo y confiable” con la esperanza de que les procure una calidad de vida que no tienen; que les construya una justicia con equidad, una educación que respete al ser humano, posibilitándole un crecimiento intelectual que le abra las puertas al conocimiento del mundo trascendente y les permita desarrollar sus capacidades de manera armónica; que les conceda el acceso a un trabajo digno a partir del cual puedan educar a sus hijos, alimentarlos y acceder a todo aquello que necesiten para un crecimiento sano y saludable que los prepare para ejercer su papel de ciudadano con honestidad e inteligencia en beneficio propio y de la comunidad a la que pertenecen.

Por cierto, escuchamos discursos, que son verdaderas piezas de oratoria, que esperamos no se queden en meras expresiones de deseo. Todos reconocen la importancia de la Educación como si la sola mención constituyera la panacea que estamos esperando.

Estamos de acuerdo, siempre y cuando se la considere una inversión y no un gasto y se obre en consecuencia; quedaremos muchos a la espera de ver cómo van a revertir la mentalidad de la “gratuidad”, tan arraigada en amplios sectores de nuestro país, cómo van a lograr la recuperación del sentido de la dignidad del trabajo, del esfuerzo, de la superación, del logro, de la inclusión social de manera positiva y fructífera.

Prometo esperar con esperanza. Si empezamos ahora, tal vez, tengamos tiempo de darles una oportunidad a nuestros jóvenes, preparándolos para un futuro promisorio.