CARLOS GOROSTIZA

El anteúltimo vuelo de una pluma incesante

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Para este dramaturgo, sus obras “son hijos que se han ido... como decía el poeta, a menudo los hijos son flechas que uno dispara y que tienen su propia dirección, su viaje personal. Uno no es dueño de lo que ha hecho”. Foto: Gentileza producción.

Este viernes llegará al Teatro Municipal “Vuelo a Capistrano”, la última obra del reconocido dramaturgo argentino que, a tres días de cumplir sus 91 años, reconoce que en la vida, como el vuelo, “el destino siempre está en su origen”.

 

Florencia Arri

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La libertad de las golondrinas; la tierra que ancla el vuelo humano. El peso del amor y del cuerpo, del dolor y la inevitable finitud. Este es el juego que plantea “Vuelo a Capistrano”, la obra que llegará el viernes a las 21.30 al Teatro Municipal (San Martín 2020), de la mano de Daniel Fanego, María Ibarreta y Beatriz Spelzini.

La historia es la última que nació de la pluma de Carlos Gorostiza, quien rió al escuchar a Kive Staiff, director del Teatro San Martín, decirle “vos no tenés última obra, tenés anteúltima”, en un certero augurio de producción incesante. Fue hace un año, al entregar “El aire del río”, y en labios del dramaturgo “era así, porque también tenía ‘Vuelo a Capistrano’, así que ahora tengo dos ‘anteúltimas’ viajando por ahí”.

En días en que la puesta realiza una gira nacional tras cosechar aplausos en el porteño Multiteatro, Gorostiza atendió al llamado de este diario inmerso en un recorrido por sus primeros escritos. “Estoy recorriendo por pedido de alguien poemas de mi adolescencia, poemas de amor, de la guerra. Estoy reacomodándome a mi juventud, entendiendo más lo que gozaba y sufría... es un lindo viaje, un viaje por uno mismo. Dicen que los viejos recuerdan muchísimo más sus primeras épocas que las últimas. Yo recuerdo todo, no dejo de recordar de dónde vengo, quiénes son mis padres y abuelos y también mis ancestros”. Tal como en su metáfora escénica, quien le dio vida no titubeó al reconocer que “uno busca siempre su destino y el destino siempre está en su origen”.

En viaje

Sus palabras llevan el peso de quien celebrará en tres días sus 91 años y desde siempre luchó con su pluma, indagó con pequeñas historias grandes planteos filosóficos. “Goro”, como lo llaman sus amigos, fue quien en 1949 -a sus 29- conmovió a la escena porteña con “El puente” e inauguró una nueva época del teatro argentino. Fue miembro clave de Teatro Abierto, el más recordado movimiento de resistencia cultural durante la dictadura 1976-1983. Y, también, el primer Secretario de Cultura de la Nación de la recuperada democracia, durante el gobierno de Raúl Alfonsín. Hoy, en días en que sus obras fueron traducidas a otros idiomas y se presentan en Finlandia, Sudáfrica y Estonia -por mencionar sólo algunos escenarios-, lejos de ver el ocaso, reconoce que “nunca imaginé la meta, siempre imaginé el momento, sufriendo y gozando el momento”.

En días en que roza la treintena de obras, le concedió la dirección a otro maestro y amigo, Agustín Allezo, para su puesta en escena. “Las obras quedan y si son varias seguirán por mucho tiempo, y por otra gente. Son hijos que se han ido... como decía el poeta, a menudo los hijos son flechas que uno dispara y que tienen su propia dirección, su viaje personal. Uno no es dueño de lo que ha hecho; son como hijos. Claro que voy a verlas, cuando me dejan... a veces me echan de tanto que voy”, dijo entre risas.

Vuelo propio

Esta nueva historia del reconocido dramaturgo parte del vuelo de las golondrinas desde territorio argentino hasta San Juan de Capistrano, en el sur de California -un recorrido de más de 10 mil kilómetros, hecho en apenas un mes-, que a Gorostiza le sirve de excusa para volver a hurgar el alma, tocar otra de las tantas fibras íntimas que indagó en su vasta producción teatral. Lejos de celebrar el elogio, lo eludió al decir que “esas son cosas de quienes observan desde afuera. Es muy difícil que nosotros, quienes estamos haciendo el hecho teatral, podamos analizarlo. Nuestro trabajo tiene que ver con la interpretación de la realidad, solamente somos representantes de nuestros coetáneos y compañeros de viaje. Simplemente quiero mostrar cómo somos, individualmente y en sociedad; qué responsabilidad tiene cada uno con el otro”.

La trama nace con el vuelo que desvela a Pablo, artista plástico inmerso en una amarga realidad que se refleja en el vuelo mediocre de las palomas. En palabras de su autor, desde allí “habla de la libertad de las golondrinas, su vuelo, y reconoce que al buscar su destino vuelven a su origen. En un momento el artista habla de una libertad total y la mujer le responde con cierto escepticismo; pero las libertades existen, las pequeñas libertades. Todos vivimos un viaje, que tiene fin y que a veces olvidamos que es maravilloso. La clave está en tener conciencia dentro de lo posible de cuán maravilloso es este viaje para poder gozarlo en profundidad”.

Lejos de añorar otros tiempos Gorostiza se atrevió a echar ojo a su propio viaje. Se dijo “en paz conmigo, porque siento que la gente me quiere, respondiendo al amor que tengo de la gente, de quienes me rodean y la otra gente, esa que a veces no conozco pero que encuentro de pronto en el hall de un teatro y me saluda. En ese momento en que nos miramos a los ojos, siento que por alguna razón misteriosa se justifica que yo haya estado en esta vida, y eso me hace bien”. Sin mirar el telón que cae en su propio teatro, su voz dejó entrever una sonrisa, y habrá otras “antenúltimas”. Humilde y sereno, se limitó a expresar que, “por ahora, con las obras que están en cartel y las que siguen dándose por ahí es suficiente, pero eso no se sabe. Aparece de pronto un brote, un grito, y tiene que ser un canto. No sé, a lo mejor tiene razón en que son anteúltimas, o a lo mejor son las últimas; qué sabemos, nunca sabemos lo que puede pasar dentro de un ratito”.

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En escena, Daniel Fanego interpreta a un hombre obsesionado con alcanzar la libertad de la que gozan las golondrinas que atraviesan los continentes en bandadas, en busca de climas cálidos. Foto: Archivo El Litoral.