Con los pies

Con los pies

No hay un día histórico en que uno empieza a hacer cosas con los pies en vez de agacharse, pero a cierta altura -de la vida y de los objetos- parece que son muchas las acciones que logramos con pies, caderas, hombros, tratando de optimizar movimientos y ahorrar energía. Y agachate vos, si querés.

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. [email protected]. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. [email protected].

 

El otro día me descubrí encendiendo la computadora -tiene esos muebles que disponen de un espacio específico para el gabinete, allá abajo- con un certero puntín que sería la delicia de los técnicos que arreglan estos aparatos. Ya no quiero agacharme, descubrí que puedo encenderla así, y entonces así seguiré apretando la tecla, hasta que la rompa... No es haraganería, sostengo. Es optimización de movimientos y ahorro de energía. Incluso es una forma de mayor dominio corporal. Antes, unos pocos años antes, uno se inclinaba hasta el mismísimo suelo sin doblar las rodillas; se arrojaba al piso para buscar algo debajo de la cama y hacía un jovial desperdicio de vitalidad.

Ahora, son muchísimas las acciones que uno puede cumplir con eficiencia con apenas unos pocos movimientos de los pies, las caderas o los hombros. Pueden parecer atajos pero, reitero, no es haraganería. Incluso, acertar a una tecla con el dedo del pie estimula otras zonas del cerebro, pues hay que acertarle a algo allá abajo. Es coordinación pura y, si se permite la grosería, hasta prensión fina, algo que los humanos adquirimos ya en ciertos estadios evolutivos.

Lo primero que debo decir es que son, una vez más, las mujeres quienes nos introducen en el práctico y sofisticado mundo de la resolución de problemas cotidianos con los pies. Una mujer con un niño o dos en brazos es capaz de abrir puertas, cocinar, hablar por teléfono, pintarse las uñas y muchas cosas más con simples y a la vez complejos, armoniosos, movimientos de pies, rodillas, caderas y hombros. Lo que ustedes hacen con sus piernas, mis chiquitas, aunque suene feo (o muy lindo) es maravilloso.

Después tenés esos casos fantásticos de los pintores sin manos, personas que igualmente se las arreglan muy bien con los dedos de los pies, algunos adquiriendo habilidades que otros no pueden cumplir con sus manos...

Así es que sentada ya la jurisprudencia, teniendo ya antecedentes cotidianos y extraordinarios, puedo decir con orgullo que también yo puedo encender o apagar centro musical y computadora de un preciso dedazo; que también yo puedo cerrar la puerta del lavarropas con la rodilla, aguantar la puerta con el codo, mantener la heladera abierta con el talón mientras traigo a la mesada la fuente de asado frío que debo calentar. Y también puedo, sépalo todo el mundo, correr la mesa con la cadera, entre otras adquisiciones de notable suceso personal.

No es un reemplazo, se aclara, del omnipresente poder de las manos. Pero es bueno saber que ya podemos estratificar las acciones y resolverlas a su altura con lo que disponemos allí. Es una buena lección para el resto de las cosas de la vida.

Es fantástico poder llevar a todos lados las manos y que ellas trabajan a diez centímetros del piso o en altura. Pero también me parece un buen mensaje hacer igual las cosas allá abajo con los tiernos y torpes y simpáticos deditos de los pies; o reservar las manos, especie de tropas de élite, para las misiones especiales y arreglarnos nomás con, literalmente, la infantería para algunas actividades.

Así es que no sientan ya vergüenza por traer con los pies las pantuflas que se metieron unos centímetros debajo de la cama; ni por abrir el cesto de la basura con la izquierda, porque ello implica una serie de acciones físicas y mentales reservadas sólo para seres en plenitud. No hay por qué desperdiciar pólvora, carajo, parece ser el mensaje, sobre todo porque uno empieza a saber que no tiene un ilimitado polvorín del que proveerse.

Ahora mismo estoy viendo qué otras cosas puedo hacer con las extremidades inferiores, incluso estudiar una presentación en el Inadi respecto de la jodida preeminencia de aquello que es superior. Ni bien pueda cebar mates con los pies o escribir a máquina, paso al frente, pues libero las manos para otras cosas y absténganse, cancheros, de opinar para qué otras cosas... Y termino. Esta nota parece escrita con los pies pero lo importante es que no los dejé a pata. Puede que parezca un simple escrito, vulgar y pedestre. Pero brindo por ello. Con auténtico vino patero, por supuesto.