Existir y pensar

1.jpg

“El sueño de la razón produce monstruos”, de Francisco José de Goya y Lucientes.

Luis Guillermo Blanco

Al elaborar su sistema filosófico, René Descartes (1596-1650) consideró que la existencia es lo único que no puede ponerse en duda, por configurar esa misma duda una contradicción. De allí su famoso axioma: “Pienso, luego existo” (una imprecisa traducción del latín ,“cogito ergo sum”: “pienso, por lo tanto existo”). Y dentro de ese “pensar”, según Descartes, quedan comprendidas todas las actividades psíquicas, incluyendo la conciencia y el sentir. Sin embargo, podría objetarse que es imposible pensar (ni ser consciente y sentir) sin primero existir, pues el ser inexistente, como tal, carece de razón, conciencia y afectos.

Como fuera, esta idea no es original. Vg., San Agustín (354-430) ya había dicho que “si me engaño, ya soy; pues el que realmente no es, tampoco puede engañarse, y, por consiguiente, ya soy si me engaño. Y si existo porque me engañoà, sin duda en lo que conozco que soy no me engaño, siguiéndose, por consecuencia, que también en lo que conozco que me conozco no me engaño; porque así como me conozco que soy, así conozco igualmente esto mismo: que me conozco” (La ciudad de Dios, Lib. XI, Cap. 26). Si se prefiere: cono conozco que soy, soy consciente de que existo y siento. ¿Nada nuevo bajo el sol? (Eclesiastés, 1:9).

Ahora bien, ¿cómo existo y cómo pienso? Existo con otros: “Yo no soy el otro, pero no puedo ser sin el otro” (Emmanuel Levinas), pues el ser humano no vive en el vacío. Sin embargo, “en realidad, yo puedo prescindir de sus ojos, usted puede cerrarlos y yo sigo existiendo” (Rantes [Hugo Soto] en “Hombre mirando al sudeste”, film de Eliseo Subiela, 1986). Dependerá de la importancia que se le otorgue a ese otro, cuya mirada puede sernos de interés o irrelevante. Pero que no nos priva de nuestro existir, pensar y sentir.

Jurídicamente, el derecho a la libertad de pensamiento y de expresión se encuentran fuera de discusión (El Litoral, 25/4/08 y 24/5/08). Y la primera “existe -en la medida en que no esté limitada por el propio pensamiento. Es muy bonito tener libertad para pensar ¡pero aún hay que pensar algo!” (Paul Valéry). Pensar en soledad o pensar con otros. Pues bien, “si dos individuos están siempre de acuerdo en todo, puedo asegurar que uno de los dos piensa por ambos” (Freud). Puede que sean más de dos individuos que intenten pensar, no importando su número. Y que lleguen a una conclusión o a un acuerdo. O no. Porque si bien “el hombre es un ser racional, si se juntan varios dejan de serlo” (Publio Clodio Pulcro, 93-52 a.C.). El fanatismo y la complacencia son buena prueba de esa irracionalidad, ya que castran al pensamiento propio al adherir ciegamente a una idea o a un dogma determinado, sea cual fuera. Y “argumentar con una persona que ha renunciado a la lógica, es como dar medicina a un hombre muerto” (Thomas Paine). Pero, ¿se adhiere a ese dogma pensando? Diríamos que habitualmente es impuesto y que no se lo discute. Lo cual es muy cómodo. Otro/s ya “pensaron” por uno, y esta es la autolimitación del propio pensamiento a la que aludía Valéry. O la incomprensión: “Alicia no tenía idea de lo que son la latitud o la longitud, pero le parecían grandes palabras, muy agradables de pronunciar” (Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas). Alicia no se interesó en sus significados.

Sino eludir pensar. Porque “hay dos clases de hipótesis: las molestas y las otras” (Louis Pawells y Jacques Bergier). Y así, pensar no siempre es fácil ni agradable. Por caso, pensando puede advertirse que “la infancia acaba cuando sabes que vas a morir‘ (Brandon Lee, en el film ‘El cuervo‘, 1994). Y también finaliza, entre otras atrocidades, cuando un niño es víctima de incesto (El Litoral, 31/5/10). Además se puede fantasear, sin llegar al delirio. Ya que “los que sueñan de día tienen conocimiento de muchas cosas que a los que sueñan de noche se les escapan” (Edgar A. Poe). Pensar racionalmente o fantasear, para bien o para mal, propio o ajeno. O pensar psicopatológicamente. Por ejemplo y por vía de absurdo (tal vez, no tanto), un paranoico extremo podría llegar a pensar en decirle a su propia sombra que no lo siga.

Como fuera, “no es necesario tener todas las respuestas antes de comenzar” (Lao Tse). Pero, ¿se puede “pensar en nada”? Es el título de una canción de León Gieco. Pensar en nada es pensar en algo: en esa nada. Que puede ser una nada existencial. Gieco lo dijo así: “De cómo piensa la gente/ a veces la diferencia/ es tan grande que parecen/ seres de alguna otra tierraà quizá en la soledad no haya dolor/ de pensar, de pensar en nada.”

Pero “el pensador sabe considerar las cosas más sencillas de lo que son” y “la potencia intelectual de un hombre se mide por la dosis de humor que es capaz de utilizar”. Aunque ‘la buena memoria es a veces un obstáculo al buen pensamiento‘ (Friedrich Nietzsche). Porque puede atar al pasado. Y así, impedir pensar algo nuevo, que permita existir de una forma más armónica. Y si, más allá del egoísmo, “yo coloco por encima de toda necesidad real las exigencias lógicas de mi propia realidad” (Antonin Artaud), tal vez pensar así pueda permitir vivir de una forma más equilibrada.