“Me usaron”

Reproches de Michelini a la familia de María Marta

La masajista que declaró ayer no ahorró críticas para la familia de María Marta, porque la engañaron y también porque dijo: “Abusaron de mi honestidad” .

DyN

La masajista Beatriz Michelini dijo ayer en el juicio por el encubrimiento del homicidio de María Marta García Belsunce que “nadie la obligó” a limpiar la escena del crimen y que siempre “actuó de buena fe”, pero se sintió víctima de un “terrible engaño” de parte de los parientes de la víctima -a los que consideraba “semidioses”- porque “jamás” sospechó que había sido un asesinato.

“Siento mucha vergüenza por estar hoy acá, mucha vergüenza. Me sentí completamente engañada. Abusaron de mi honestidad. Me usaron”, dijo Michelini. Y apuntó por primera vez a la familia al sostener: “Ellos no reaccionaron, no entiendo cómo no lo hacían”.

De buena fe

“Yo sí reaccioné. Y lo que hice (después limpiar el baño) fue ayudarlos en su dolor. Actué de buena fe, pura y exclusivamente. Soy una estúpida por haber hecho lo que hice”, dijo sollozando. “Tuve que ir a trabajar a los 13 años, y cuando cumplí 40 y me recibí de masajista era como tocar el cielo con las manos. Y encima me viene esta gente que para mí eran semidioses. Tengo que estar acá sentada pasando esta vergüenza”.

La declaración de Michelini -repleta de sollozos- apuntó a establecer la hora en que llegó al country y los detalles que encontró aquel 27 de octubre de 2002, al tiempo que incluyó la grabación de la llamada que Carlos Carrascosa hizo a Osde a las 19.07 pidiendo una ambulancia, donde se escucha -en un segundo plano- la voz de un hombre y la de una mujer diciendo “está muerta”.

“Esa no es mi voz. Yo hablo entrecortado. Pero además no tuteo a nadie, ni a mis padres. Además llegué ‘pisando’ las 19 al country y estuve entre 10 y 15 minutos esperando” en la entrada, dijo la mujer con firmeza.

Una pericia de Gendarmería realizada en el juicio oral contra el viudo Carlos Carrascosa -hoy condenado por el homicidio- ya estableció que la voz femenina no es la de Michelini, mientras que el propio Guillermo Bártoli (cuñado de la víctima) admitió públicamente haber sido el hombre que habla en la escucha.

En base a ello, la Fiscalía reclamó nuevamente acusar a Bártoli como partícipe necesario del crimen, algo que no prosperó, ya que el tribunal le recomendó al Ministerio Público que si lo quieren imputar del homicidio desistan de la sospecha del encubrimiento.

“Estos fiscales son capaces de cualquier cosa; si fuera por ellos me queman en la plaza pública mañana -dijo Bártoli al final de la audiencia-. Pensé que me iban a detener, pero me da confianza saber que hay un tribunal serio”.

Fue el final de una larga jornada que había comenzado con Beatriz Michelini entrando a los tribunales por el sector de estacionamiento de magistrados, tapando su rostro con un chal de lana para evitar los flashes.

Con pelo atado, anteojos, camisa blanca, chaleco y pantalón negro, Michelini se presentó a las 10.23 muy nerviosa ante los jueces, fiscales y defensores para dar su versión frente a una sala de audiencias repleta de periodistas, abogados y público. Michelini era la masajista de la víctima y es una de las seis acusadas por el encubrimiento del crimen junto al médico Juan Gauvry Gordon, los hermanos de la socióloga, Horacio García Belsunce y John Hurtig; su cuñado Guillermo Bártoli y el vecino Sergio Binello.

La mujer está imputada de haber limpiado la sangre que había en el baño luego de participar de intensas maniobras de reanimación, que fueron vanas. Al respecto, la masajista afirmó que la limpieza fue un “pedido” de los médicos -Gauvry Gordon y Sergio Biassi-, pero afirmó: “Nadie me obligó. Nadie me dijo ‘Beatriz hacé esto, hacé aquello’, si a eso se refieren”. Uno de los puntos del interrogatorio sobre el que más se ahondó fue la hora en la que llegó la mujer, y por ello se vieron videos de seguridad que se registraron en el puesto de entrada, pero la mujer no pudo precisar el horario.

A lágrima viva

Con un pañuelo de papel en la mano, llorando mientras hablaba, la mujer contó lo que recordaba desde que llegó “a las 19” al country. “No estaba mirando el reloj, pero esperé diez o quince minutos porque apagué el motor del auto”, afirmó; añadió que se quedó con su vehículo a un costado de la entrada hasta que ubicaran a alguien en la casa de María Marta para dejarla entrar, y “un rato después” un vigilador dijo que en la finca ya estaba Carrascosa.

Relató que llegó hasta la vivienda -donde había dos autos estacionados, uno con el piso mojado y el otro con el piso seco-, y cuando ella estaba bajando sus cosas, Carrascosa se asomó por la ventana y le dijo: “Betty suba rápido, María Marta tuvo un accidente”.

“Voy al dormitorio y la veo ahí tirada en el piso. Ahí veo al señor Carrascosa sentado al lado del cuerpo acariciando el pelito de la señora”, aseguró mientras ella misma se agachaba ante los jueces para describir fehacientemente la escena.

“El señor Carrascosa me preguntó ‘Betty, ¿respira?’. Yo no encontraba el pulso. ‘No sé, dije, llame a un médico, llame al señor Bártoli’”, afirmó. Michelini detalló su desesperación pidiendo un médico mientras le hacía masaje cardíaco a María Marta. “No le encontraba el pulso. Ahí apareció el señor Bártoli y se sienta al lado mío. Estaba desesperada, el señor Bártoli me ayudaba”, sostuvo. Un detalle que le llamó la atención a la Fiscalía fue que ni Bártoli ni Irene Hurtig, su esposa y hermana de la víctima, preguntaron qué había pasado cuando la vieron en el piso reanimando a María Marta. Incluso afirmó que le pidió a Irene Hurtig, cuando la vio, que corriera a buscar a un vecino que era profesional de la salud. “La señora Irene (Hurtig) me dice ‘pero es oftalmólogo’, y yo le dije ‘pero es médico’”.

Relató sus movimientos una vez que llegaron los médicos, cuando le dieron la inyección de adrenalina a la víctima, y finalmente el electroshock que tampoco sirvió para revivirla. “Le sacaron el oxígeno y yo ahí bajé y me quedé sentada en el living. Me puse a llorar y sentí una mano en la cabeza que me decía ‘gracias Beatriz, gracias Beatriz’. Era la señora Irene, que me daba su apoyo y yo le dije ‘no pude hacer nada’”, relató.