Lima redescubre raíces y se sube al tren de la modernidad

La antigua ciudad virreinal y actual capital de la República del Perú avanza de modo simultáneo en una doble dirección: hacia el futuro y hacia el pasado, que se retroalimentan. La historia como producto, ayuda a financiar el desarrollo. La atracción de los incas y las civilizaciones precedentes. El aporte español y las mixturas culturales. El imán de la orfebrería y los textiles. El sabor de las fusiones gastronómicas. Los desafíos urbanos.

TEXTOS Y FOTOS. Gustavo J. Vittori

Lima redescubre raíces y se sube al tren de la modernidad
 

Junto al río. La imagen muestra distintos segmentos de la evolución urbana de Lima. En primer plano, la base excavada de uno de los bastiones que ritmaban la muralla defensiva del siglo XVII; junto a ella, el diseño geométrico del paseo paralelo al curso del Rímac; detrás, la continuidad de la ciudad, que escala el morro con un apretado tejido de viviendas precarias.

Lima es una ciudad en constante expansión, con un crecimiento poblacional que desborda las respuestas urbanas, políticas y sociales al concentrar casi un tercio de los habitantes del país (unos nueve millones del aglomerado Lima-Callao sobre un total de treinta).

Frente a este aluvión de gente producido en la segunda mitad del siglo XX y dinamizado en esta primera década del siglo XXI, la traza de la ciudad fundada por Francisco Pizarro en 1535 ha sido superada con amplitud en tanto que la logística urbana contemporánea no da abasto.

Dentro del evidente problema circulatorio que padece a diario, el sistema de transporte metropolitano -cuya construcción se iniciara en 2006- ha contribuido a mitigar en parte este acuciante intríngulis urbano. No es la gran solución, pero se trata de una respuesta factible y de costo soportable para una economía emergente. Consiste, en buena parte, en la sectorización de avenidas preexistentes y el confinamiento de dos carriles de manos inversas para la circulación exclusiva de ómnibus articulados, lo que se completa con estaciones de ascenso y descenso de pasajeros ubicadas a varias cuadras unas de otras. El esquema semeja en la superficie y a un costo muchísimo menor, el sistema de transporte subterráneo que utilizan las grandes ciudades del mundo cuando los recursos económicos y las napas de agua se lo permiten. Otras importantes ciudades sudamericanas lo emplean -como Bogotá, Santiago de Chile y, ahora, Buenos Aires-, interesantes antecedentes para ser estudiados por la ciudad de Santa Fe, que experimenta un creciente ahogo circulatorio. No obstante, en lo que a Lima concierne, hay que decir que, aunque eficiente, el flujo de personas en las horas pico también rebasa este dispositivo, y las estaciones más pequeñas llegan a acumular hasta siete personas por metro cuadrado, lo que representa una especie de pasaje al apretón, la asfixia y la claustrofobia.

PARADOJAS QUE ACERCAN

Y ya que relacionamos a nuestra ciudad con una patología urbana de Lima, también se las puede asociar en el terreno de las paradojas. En el caso de la capital peruana, la contradicción radica en que pese a estar implantada en una geografía desértica -llueve en promedio 8 milímetros al año- su atmósfera está constantemente saturada de humedad, fenómeno que a menudo alcanza el ciento por ciento por efecto conjunto de la cercanía del océano Pacífico, la corriente fría de Humboldt y la también próxima barrera andina. Entre tanto, nuestra capital provincial tiene el único puerto seco del mundo ubicado junto al agua -a la vera del sistema fluvial del Paraná-, aunque en este caso las causas no son geográficas sino humanas, política y económicamente humanas. Ambas recuerdan a la irresoluble contradicción que plantea la cuadratura del círculo, pero a diferencia de ésta, las de Lima y Santa Fe, increíblemente se verifican en los hechos.

A propósito de la referencia, hay otro aspecto que nos une tanto como nos diferencia. El Callao es el puerto histórico de Lima y fue la mayor estación marítima de América del Sur en tiempos del Virreinato del Perú; también es el nombre de la ciudad desarrollada en torno de ella, jurisdicción que además comprende al vecino aeropuerto internacional Jorge Chávez. La ciudad de Callao, que hoy está unida a Lima por una continua trama urbana, forma junto a ésta un aglomerado que por su estructura de servicios recuerda -en su debida escala- al que constituyen Santa Fe, Santo Tomé y Sauce Viejo. Por añadidura, las ciudades de Callao y Santa Fe están hermanadas desde 1997. La diferencia es que Callao, a partir del desarrollo peruano de la última década y la reciente firma de un contrato con la empresa APM Terminals, modernizará su Terminal Norte y se convertirá en el primer puerto hub del Pacífico centro y sudamericano. En Santa Fe, en cambio, después de doce años de gestiones, el proceso de reconversión se cocina a fuego demasiado lento.

CRECIMIENTO Y URBANISMO

Pero volvamos a Lima, ciudad en la que el éxito del crecimiento genera como contracara el pandemonio del tránsito diario, agravado por hábitos de manejo que producen en los cruces sin semáforos nudos vehiculares difíciles de desatar. Para colmo todos tocan bocina -el claxon, como se dice allá-, mal hábito que genera niveles de polución auditiva difíciles de soportar y que se extiende, aunque con menor intensidad, a las horas del descanso nocturno.

La ciudad ha crecido desde el espléndido y tugurizado centro histórico en todas las direcciones. De hecho, hoy Lima está constituida por 43 municipios distritales coordinados por la Municipalidad Metropolitana. Cada uno tiene su alcalde y por encima de ellos aparece el alcalde mayor o metropolitano. La expansión ha creado sobre antiguos topónimos, nuevos centros habitacionales, comerciales y recreativos como Miraflores, San Isidro (la última estrella urbana) o Pueblo Libre, que alberga los principales museos de la capital andina.

Entre tanto, en el borde marítimo, las administraciones municipales -sobre todo la de Luis Castañeda, alcalde reelecto hasta el año pasado y reciente precandidato presidencial- vienen realizando una sostenida y extendida acción urbanística en dos niveles de la abrupta costa marítima. Abajo, en la zona de playas pedregosas frecuentadas por numerosos surfistas, se construye la denominada Costa Verde, así llamada por el empecinado trabajo sobre los barrancones que caen a pique y a los que se busca cubrir con un manto de vegetales rastreros que aseguren la previa tarea de contención de los suelos mediante el uso de geotextiles. Y también por la creación de parques y jardines linderos al mar, que ritman la sucesión de playas y consolidan la avenida costeña de doble mano y doble carril, vía que ofrece acceso a espacios verdes e instalaciones de clubes que, en algunos casos, penetran en el mar y son defendidos en sus laterales por espigones de piedra.

Arriba, y en trazo paralelo, se eslabonan los malecones de ondulantes recorridos (a la manera de nuestra Costanera en el tramo de la Av. Almirante Brown), con sus terrazas de observación, jardines floridos, monumentos y conjuntos escultóricos. Es, sin duda, una obra de gran porte y significativa calidad urbanística que activa el frente marítimo de Lima como un espacio continuo para la recreación, el deporte y la contemplación, matizado con la oferta de buenos y variados restaurantes y el gran centro comercial denominado Larcomar.

Desde este moderno mercado hacia el sur, se ve el gran macizo de Chorrillos, sitio en el que se libró un combate clave antes de la toma de Lima por las tropas chilenas en el marco de la Guerra del Pacífico (1879-1883) -también llamada “del Salitre”- que enfrentó a Chile con Perú y Bolivia.

A mitad de camino entre Miraflores y Chorrillos se erige Barranco, un lugar que ha sido habitado desde 1750 y que hoy muestra y ofrece viejas casas de descanso convertidas en coloridos bares, pubs, restaurantes y locales comerciales, expresivo conjunto de un barrio con nuevas funciones urbanas.

ACTIVOS CULTURALES

En todos estos sitios, la amplia oferta gastronómica combina los productos nativos con los aportes de las migraciones extranjeras de los siglos XIX y XX (chinos, japoneses, italianos, alemanes, ingleses) y los ofrece en fusiones que estimulan los sentidos. Las clásicas cebicherías suman al pescado los frutos de mar, sin que falten productos de la tierra que sustentan la identidad nacional: las variedades de papa, maíz y tomate, a los que ahora se suman el café y el cacao. Y qué decir del pisco, producido en las excelentes bodegas de la zona de Ica, base del trago más popular -el “pisco sour”- causa de disputa con los vecinos chilenos, pero de alegría universal para quienes lo beben. Y ya que empleamos el vocablo “causa”, es imperdible la “Causa limeña”, un popular plato típico que lleva un puré de consistente papa amarilla, color que suele enfatizarse fusionando en la masa ajíes amarillos y que se acompaña con pescado, pulpo, pollo u otras carnes blancas. En los restaurantes gourmet se la sirve como un pequeño y sabroso budín. Buena causa para compartir una mesa.

Otro rubro que crece en ventas y encanto es el constituido por la orfebrería tradicional y la moderna joyería, convergentes en la elaboración de piezas de refinada calidad. Y lo mismo acontece con los textiles, principalmente los que utilizan fibras de alpaca y vicuña, que aúnan a la sensorialidad del tacto y la calidez del abrigo, estilizados diseños que van más allá de la propuesta historicista y atienden a una creciente demanda externa.

EL VALOR DE LAS RAÍCES

Lejos de allí, en el casco céntrico de la que fue durante unos dos siglos la ciudad más importante de Hispanoamérica, el área histórica está en proceso de revalorización, principalmente sus grandes edificios patrimoniales, acción que coincide con una declinación de la actividad criminal en esa zona. Las plazas se ven cuidadas, y detrás de la iglesia de San Francisco se han excavado las bases de un tramo de la muralla que defendía a la ciudad en tiempos de la colonia.

Como curiosidad, en ese sector y fuera del recinto primitivo se ha emplazado la estatua ecuestre de Francisco Pizarro, el fundador de Lima, que antes ocupaba un lugar de privilegio en la Plaza Mayor. El desplazamiento se relaciona con actuales miradas y posiciones críticas respecto de la conquista española y un proceso de recuperación de la autoestima popular a partir de la valoración de las culturas nativas y de extraordinarios descubrimientos arqueológicos -como la de restos de la sacra ciudad de Caral (5.000 años de antigüedad)- que ubican al Perú a la cabeza de los procesos civilizatorios en las Américas.

Y ya que hablamos de historia y arqueología, vale acotar que en el municipio de Miraflores prosigue la investigación y restauración de un complejo edilicio perteneciente a la cultura Lima (200 al 650 d.C), al que se le ha dado el nombre quechua de Huaca Pucllana. Se trataba de una sociedad muy anterior a la de los incas -que recién llegaron a esta zona en el siglo XV-, y que en rigor fue sometida por el imperio wari en el siglo VII.

El predio, rescatado del invasivo e indetenible impulso urbanizador, ocupa seis hectáreas en la zona de Miraflores y es una cantera de información histórica y arqueológica en la que se trabaja desde hace treinta años. Los estudios revelan que era una sociedad caracterizada por su culto al mar -como divinidad femenina- y a la tierra. Está signada por la relevante presencia de la mujer, de allí el papel sacrificial de las mujeres nobles -las más importantes-, seleccionadas y preparadas para afrontar los rituales de la muerte como ofrenda para renovar el ciclo de la vida.

Este fuerte acento femenino ha hecho pensar a los investigadores que podría tratarse de una sociedad matriarcal. Lo cierto es que en los enterramientos exhumados se han encontrado restos humanos mayoritariamente femeninos y destruidos después de muertos, quizá como expresión de entrega total, ya que en estas sociedades primitivas la conservación del cuerpo significaba mantener una estructura física receptora para que en algún momento el espíritu del muerto pudiera reencarnarse. Por esa misma razón, las oleadas invasoras de otras naciones indígenas solían destruir tumbas y cuerpos, porque así se hacía desaparecer el “receptáculo”, se borraban los recuerdos, de desactivaban los cultos a los antepasados y la muerte se tornaba definitiva. Tanto es así que, varios siglos después, en tiempo de los incas, Francisco Pizarro, en Cusco, ante señales de descontento o rebelión, solía amenazarlos con la destrucción de las momias ancestrales como mecanismo de control.

La Huaca Pucllana exhibe sectores diferenciados de acuerdo con los usos y funciones del complejo. La parte principal está compuesta por estratos superpuestos de adobes dispuestos de manera vertical (lo que mejora la absorción de los terremotos) y que en su acumulación secular le han dado forma a una pirámide de gran volumen que asciende a unos treinta metros de altura. En sus distintas capas, bajo los solados y dentro de los muros se han encontrado tumbas intactas que han sobrevivido a las depredaciones de los sucesivos invasores.

Así, los arqueólogos de estos días corren el velo que ocultaba a la desaparecida sociedad Lima y los antiguos fantasmas se corporizan en fardos funerarios, cerámicas, máscaras, utensilios, alimentos de hace 1.500 años. Y a través de esos vestigios permiten recrear aspectos de una cultura impregnada por la presencia cercana del mar y las imágenes del tiburón, evocado en las vasijas cerámicas y en la dieta de los sacerdotes, que lo comían en reuniones rituales no sólo por su carne sino por la fuerza y el valor que esperaban adquirir con la ingesta de un pez bravo y dominante.

La luz ancestral que surge de los pozos de cateo, alumbra también a la Lima actual, orgullosa de reencontrarse con sus raíces y dispuesta a aprovecharlas para incrementar los flujos del creciente turismo que llega atraído por las primeras civilizaciones de América, los restos del impresionante imperio incaico y de su capital, la ciudad de Cusco; las maravillosas ruinas de Machu Picchu. Asimismo imanta con fuerza la capa más reciente de la colonia española, sobreimpresa y mixturada con las culturas preexistentes, las urbes mestizas y los edificios diversos, así como los monumentos naturales que agregan capítulos al patrimonio de la humanidad.

La puesta en valor del país abarca yacimientos arqueológicos, ciudades patrimoniales y genuinos productos de la tierra, en tanto que las respuestas del mundo consolidan la autoestima de los peruanos y multiplican sus apuestas al desarrollo, más allá de los inevitables conflictos y las miradas críticas que suscitan los procesos de este tipo.

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Francisco Pizarro. La capilla que, en la Catedral, conserva los restos del conquistador del Perú y fundador de Lima, está revestida por coloridos murales que evocan su historia.

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Pórtico. El paño central catedralicio es el sector más antiguo de la histórica construcción que fue varias veces rehecha.

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Retablo. Un altar del siglo XVII, policromado, dorado y dedicado a la Virgen, es la pieza escultórica más antigua de una Catedral que ha sufrido pérdidas patrimoniales.

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Tiburón. Vasija cerámica con la imagen de un escualo, pez de gran importancia para los integrantes de la cultura Lima, desarrollada entre los siglos III y VII d. C.

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En la costa. En el distrito de Miraflores, y aprovechando la altura de la barranca marítima, se desarrolló un moderno centro comercial en varios niveles. Al fondo, playas del Pacífico y el morro de Chorillos.

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Huaca Pucllana. Vista de la formación piramidal que creció sobre estratos de adobes, sitio de culto y residencia de los sacerdotes de la sociedad Lima.

Así, los arqueólogos de estos días corren el velo que ocultaba a la desaparecida sociedad Lima y los antiguos fantasmas se corporizan en fardos funerarios, cerámicas, máscaras, utensilios, alimentos de hace 1.500 años.

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Del amor. Sobre el acantilado y junto a los malecones, acariciado por las brisas marinas se yergue un conjunto escultórico del artista Víctor Delfín que exhibe los cuerpos entrelazados de dos amantes.

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Tumba. Reconstrucción de un entierro exhumado por arqueólogos. Fardos funerarios, platos con marlos de maíz morado, lana de alpaca y utensilios, tal como fueron hallados.

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Libertador. Una muy interesante estatua ecuestre del Gral. José de San Martín ocupa el centro de la plaza que lleva su nombre en el casco antiguo de Lima.

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Palacio. En este edificio de exacerbadas líneas barrocas y distintas vertientes arquitectónicas, vivieron los marqueses de Torre Tagle desde la primera mitad del sglo XVIII. Es un ícono de Lima y hoy aloja al Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú.