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“Navegando los miedos”

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Estrella Quinteros

Es notable la permanencia de Belkys Larcher de Tejeda con las palabras, en este caso el género literario es la poesía. Su título: Navegando los miedos, y corresponde al N! 14 de la Colección Umbrales.

Larcher es autora de varios libros, entre los cuales tienen lugar la narrativa y en ensayo, precursora de los encuentros de escritores y jornadas de interés literario y cultural, actividades todas que hablan a las claras de un compromiso con el arte y su destino. ¿Cómo, pues, dejar de lado esta cualidad humana que tanto la impregna?.

El poeta se nutre de aquello que lo sustenta. Formación, alcance y trascendencia. Una persona fuerte y desafiante escribirá consecuentemente; aquél con una timidez descomedida para sí mismo, hará lo propio, y aquél que crece apelando a sus recursos demolerá la brisa, surcará la tempestad y pondrá el rostro jugándose para la palabra y para la vida. Cabe agregar: para los miedos. Esta palabra que viene del latín me-tus, y supone una perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o mal real o imaginario. En este caso Navegando los miedos refiere al temor de todos con respecto a la fragilidad del tiempo, de una hora, de su luminosidad o acaso de su derrota. Al hecho de percibir que cada hora es vulnerable con relación a otra, y en consecuencia se trata de apresarla para que, cautiva, pueda deslumbrarnos en algún momento. Se trata del acopio del que hablaba Rainer María Rilke, cuando escribe: “Y aquellos que están juntos por las noches, entrelazados en voluptuosidad mecedora, hacen obra grave y acumulan dulzuras, profundidad y vigor para la canción de algún poeta venidero que se levantará para decir indescriptibles delicias”.

En uno de los pasajes del libro Larcher manifiesta de manera elocuente: “Vamos tiempo, vamos / descubre la luz y su verticalidad / traspasa las torres de la distancia / despeja de piedras / este sendero nuboso / para que escampe el desamparo / y pueda alojar detrás de mi puerta / algún pétalo de esperanza”. Un libro de poemas es un mundo a descubrir, es temblor incipiente, pétalo que nos cubre, lugar para reconocernos. Cada lector tendrá lo que siente que le pertenece, la conmoción y la belleza, la fragilidad y la impotencia; en todo ello el corazón de quien lo produce y lo provoca.

Leemos: “Con una rama de olivo en el pecho / intento / enfrentar / la desazón del ahora. Desabrigo la versión cubierta / arranco las viejas ataduras de la memoria / y me despino / ante el frío del presente. Pero no sé si por rigor / del pecador / los hechos cotidianos / podrán soslayar los errores pasados”. En los distintos envíos de su poesía, la poeta perfila su terruño, y no es la captación subjetiva solamente lo que nos infunde, sino esa genuina marca consustanciada con su propia vida. El sol derramado en sus veredas, el umbral de la lluvia sostenida, leve y húmeda, el canto de las frondas cercanas a un río compañero y cómplice. Las horas de todos bajo ese trozo de cielo, las que navegan y se deslizan bravas, indomables, como toda existencia. Veamos su decir: “Duerme mi pueblo duerme / jaguar en calma pez y mantel / con el pan madrugado y el remo en alerta. Al despertar / los días horizontales / se descubrirán con garras / y un andamiaje nuevo / forzará su aurora”. La poesía es camino de misterio, alimenta no solamente sueños sino que eleva a su altar el deseo, anhelo que sujeta nuestra condición terrena, así leemos: “Nuestro idioma es de silencios / de contornos descalzos y de lluvia quieta por las laderas del deseo”.

Nada mejor para derrotar el miedo que exponerlo frente a nosotros, tomarlo en consideración, ser tenaces para edificar su derrota, constantes en la tolerancia de uno con el otro para luego dejarlo marchar. Dice Sun Tzu: “Si sabéis cuál es la conducta a seguir, actuad, no esperéis las instrucciones”.

Cada libro de poemas lleva de principio al fin su carácter, luminoso, esa deidad que lo alimenta, y otorga consuelo para todos, porque es de suelo con el aire. Junto a esta posibilidad tan cierta que Larcher de Tejeda ofrece compartimos su navegación: “Sólo el poema se eterniza / violín que justifica los pájaros / la risa / el juego tu presencia”.