De Tarija a Salta

Gasoducto por teleconferencia

Se llama Juana Azurduy y tiene 48 kilómetros. Alimentará al Noreste argentino desde yacimientos de Bolivia; pero la planta de abastecimiento y el Gnea aún deben construirse.

De la redacción de El Litoral

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EFE

Los presidentes de Argentina, Cristina Fernández, y de Bolivia, Evo Morales, inauguraron anoche un gasoducto que permitirá incrementar a futuro los envíos de gas boliviano al mercado argentino.

Ambos mandatarios pusieron en funcionamiento el Gasoducto de Integración Juana Azurduy (Gija) en forma virtual, durante una teleconferencia en la Casa Rosada.

Fernández calificó esta obra como “estratégica” para “asegurar el crecimiento de Argentina”. La construcción demandó una inversión de 179 millones de pesos (43,2 millones de dólares) y fue acordada en el marco del contrato de gas que Bolivia firmó con Argentina en 2006 .

La tubería, de 32 pulgadas de diámetro, tiene 13 kilómetros de longitud del lado boliviano, desde Campo Margarita hasta Madrejones, y 35 kilómetros en suelo argentino, desde la planta de Refinerías del Norte (Refinor) hasta Campo Durán, desde donde a futuro se enlazará con el Gasoducto del Noreste Argentino (Gnea).

La inyección de gas crecerá fuertemente cuando entre en funcionamiento el Gnea, una obra aún en fase de licitación, que costará 25.740 millones de pesos (6.217 millones de dólares) y que llevará gas a varias provincias argentinas.

Morales, que recibió un título honorífico en la Universidad Nacional de Córdoba, señaló que el Gija permite a “dos pueblos hermanos compartir sus recursos naturales. Estoy muy contento de que en poco tiempo realizamos este gasoducto para garantizar energía. Trabajando juntos, pensando siempre en nuestros pueblos, continuaremos trabajando”, aseguró el mandatario boliviano, que este viernes asistirá al partido inaugural de la Copa América, entre Bolivia y Argentina.

Propuesta

Fernández propuso a Morales buscar un nuevo acuerdo para un suministro adicional de gas a Argentina -segundo comprador del gas boliviano, después de Brasil-, a cambio del envío a Bolivia de gas licuado de petróleo.

La presidenta destacó en todo momento la vocación de su gobierno de asegurarse una mayor aprovisionamiento de gas, en momentos que el país registra restricciones en el suministro a industrias y recortes a las exportaciones, para privilegiar el abastecimiento domiciliario.

Fernández justificó que, debido a la ola polar, se registran picos de consumo, más allá de una demanda en crecimiento por la expansión económica.

Precisó que el consumo pico de gas en Argentina fue de 144 millones de metros cúbicos diarios, y afirmó que se harán inversiones en transporte para llegar 170 millones de metros cúbicos al día.

Progresión

El nuevo gasoducto, cuyo nombre es un homenaje a la heroína común de la guerra por la independencia, bombeará 7,7 millones de metros cúbicos de gas natural diarios hasta inicios de 2012, cuando pasará a enviar 10,4 millones de metros cúbicos diarios. Hacia mediados del próximo año aumentará el volumen a 11,6 millones, para llegar a 13,5 millones en 2013. De todos modos, el objetivo final es el transporte de 27,7 millones de metros cúbicos al día, previsto en el contrato firmado en 2006.

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La presidenta acordó comprar al jefe de Estado boliviano el gas que aportarán Repsol, British y Panamerican Energy, desde Bolivia a precios internacionales. Las petroleras operan en el país, pero no hay exploración que reponga las reservas . Foto: EFE

“Hay 1 millón y medio de hogares más en la República Argentina que tienen gas; exactamente un 26 % más de la población que tenía gas domiciliario en 2003”.

Cristina Fernández de Kirchner

Presidenta de la Nación

Oportunismo

Cristina ofreció a Evo venderle más garrafas de gas. Bolivia compró 812 diarias en 2009 y 5.963 garrafas por día en 2010; su principal proveedor fue Repsol Perú. El director de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos, Cristian Inchauste, confirmó que en 2014 estará lista una megaplanta de Repsol Bolivia, por lo que su país dejará de importar gas envasado.

/// análisis

La realidad del atril

Ignacio Hintermeister

En agosto de 2004 Néstor Kirchner llamó a licitación para la construcción del Gasoducto del Noreste Argentino, como parte de los “marcos de prevención y previsión” para “generar un impacto estructural en la producción de la región y de todo el país”.

La obra prometía estar lista en 28 meses e incluía el aporte de U$S 750 millones de Techint y otros 250 del Estado nacional. “Inversión y un capitalismo serio con características competitivas”, dijo entonces el ex mandatario.

Casi 7 años más tarde Cristina inauguró Gasoducto Juana Azurduy, que es el enlace previo al Gnea, cuya construcción volvió a licitar y todavía no se inició. Ayer la presidenta habló de “planificación estratégica” y reconoció que los 27,7 millones de metros cúbicos diarios desde Bolivia llegarán en el año 2026.

Ya en octubre de 2004 Néstor Kirchner llevó a Bolivia su intención de alcanzar en dos años ese objetivo. Deberán pasar 3 presidentes más antes de que los argentinos sepamos si la realidad del atril se cumple.

Se puede argumentar la crisis internacional entre aquél Néstor y ésta Cristina. También que Paolo Rocca antes entraba a la Casa Rosada y ahora hoy resiste que el Estado ponga en la mesa directiva de Techint un representante del gobierno nacional.

Lo cierto es que en Bolivia debía hacer una inversión de 2 a 3 mil millones de dólares para extraer el gas. Lo haría en principio Repsol con otros socios, pero con la presidencia de Evo todo debió replantearse. Vanos fueron los intentos del ex gobernador de Salta, Juan Carlos Romero, para sugerir que se explorara y explotara el gas en su provincia, en lugar de importarse.

La diferencia no era -y no es- menor. Si el Gnea se nutre con gas nacional, hay que pagarlo más barato para sostener el “modelo”. Pero las petroleras (las mismas que están del otro lado de la frontera) no invierten en el país porque las tarifas no son sustentables.

Entonces la alternativa es importar. La jefa de Estado rescató ayer el rol de las regasificadoras en los puertos de Escobar (planta de Repsol) y de Bahía Blanca (barco alquilado). Ambos casos, así como el gasoducto Juana Azurduy, prevén más importación gestionada por Enarsa, una empresa proclamada para recuperar soberanía energética en un país que se autoabastecía.

La buena noticia es que habrá más producción; la mala es que habrá que importar el combustible para moverla, que eso será más caro y que -por subsidio, canon o tarifa- habrá que pagar una millonaria cuenta que se está acumulando en silencio.