La estructura de la producción industrial argentina en el período 2003/10 (II)

De ingresos, capitales e inversiones

Juan Carlos Hidalgo (*)

Desde 2003 hasta el presente se produjo un incremento de la productividad industrial del 25 %, resultado de innovaciones tecnológicas y de la capacitación de la fuerza de trabajo. Si se asume que a partir de 2006 los trabajadores, a través de las negociaciones salariales, recuperaron en promedio el poder adquisitivo erosionado por el aumento del costo de vida medido por el índice real del incremento de precios de la canasta básica familiar, se infiere que los propietarios del capital se apropiaron de la mayor productividad. Esta es una de las razones por las cuales el margen bruto de explotación de la industria se ubicó en 2009 en el orden del 23 % por encima de los ya altos valores de 2001 en plena crisis económica.

En otras palabras, el valor agregado del sector industrial se repartió a favor del capital industrial en detrimento del trabajo. En este marco, fueron las grandes empresas las que captaron una proporción mayor de los frutos del incremento de la producción y de la productividad del trabajo.

La caída de los salarios relativos (respecto del incremento de la producción), la reducción de los costos salariales en dólares de las empresas y el mencionado aumento de la productividad laboral entre 2003 y 2010, provocaron una mayor participación en el excedente económico por parte de los propietarios del capital industrial. En este contexto, fueron las industrias que operan en mercados oligopólicos las que se beneficiaron, especialmente las transnacionales.

En síntesis, 1) los trabajadores captaron una porción menor del valor agregado en relación a los propietarios del capital; y 2) una parte mayor de las utilidades se apropió el capital concentrado respecto de las pequeñas y medianas empresas del sector.

centralización y desnacionalización

Los factores que contribuyeron a consolidar la concentración y centralización de capitales pueden resumirse en los siguientes: 1) el desarrollo de las grandes empresas oligopolizadas en el sector exportador; 2) la captación de la mayor parte del excedente económico medido por la tasa bruta y neta de explotación de las empresas líderes, producto de la apropiación de la mayor productividad, de los precios relativos favorables del sector y de una distribución del ingreso trabajo/capital que favoreció a las grandes corporaciones, la mayoría con predominio de capital extranjero (se consideran las empresas que cotizan en Bolsa); 3) la centralización de capitales al absorber las empresas líderes a unidades de explotación de menor envergadura, quedando algunas de las pequeñas en situación de unidades satelizadas: 4) la mayor participación en el excedente económico por parte de las empresas concentradas, debido al poder que tienen las grandes corporaciones que reducen costos por unidad de producción a gran escala e imponen precios diferenciales en la mayoría de las ramas donde operan; 5) los procesos técnicos de producción que incorporaron innovaciones tecnológicas ahorradoras de mano de obra que permitió captar un mayor plusvalor por unidad de producción; 6) la inexistencia de políticas antimonopólicas a pesar de la normativa vigente, que coloca a las Pymes en una situación de desigualdad ante las grandes corporaciones.

Respecto a la extranjerización de la industria, en el período 2003/10 una élite de empresas de capital extranjero explica una proporción creciente en la actividad fabril. En este proceso, si bien los países capitalistas tradicionales aumentan su participación en las inversiones directas respecto de las nacionales, aparece Brasil en el escenario de las empresas transnacionales que se instalan en el país, verdaderos holdings que en muchos casos contaron con el apoyo financiero del Estado mediante subsidios y créditos otorgados a tasas de interés preferenciales que tuvieron como objetivo la inserción de empresas brasileñas en el mercado internacional. El país vecino tiene claro qué lugar desea ocupar en el mundo y qué políticas deben llevarse a cabo para lograr ese objetivo.

La recuperación de la demanda interna por la generación de empleo y el incremento del ingreso a partir de la crisis, favorecieron a las Pymes pero no existió una política industrial activa que apunte a su desarrollo. Por el contrario, las que se llevaron a cabo para promover inversiones en el sector beneficiaron a las grandes industrias nacionales y extranjeras, aumentando el desequilibrio entre Pymes y empresas concentradas. Las grandes empresas industriales aumentaron drásticamente sus utilidades en el período de la post convertibilidad y se distanciaron de las pequeñas industrias, consolidando una concentración económica incluso superior a la que existió en los 90.

La política de promoción de inversiones en el sector fabril estimularon la concentración y centralización de capitales, beneficiaron a las grandes industrias permitiéndoles captar una porción mayor del excedente económico. El caso más representativo que avala esta afirmación es la ley de Promoción de Inversiones de Bienes de Capital e Inversiones en Infraestructura de 2004 ratificadas con ligeras modificaciones en 2008, que otorga beneficios impositivos (ganancias, devolución del IVA, entre otros) y que en la práctica no alcanzaron a las Pymes, beneficiando especialmente a las grandes industrias exportadoras que, además, contaban con una situación de privilegio suficiente en términos de rentabilidad que hacia innecesaria y a la vez socialmente costosa la “promoción”. Fueron espurias y significaron un costo fiscal que debió pagar la sociedad. Un puñado de proyectos de las corporaciones concentradas extranjeras y nacionales se beneficiaron con este régimen de promoción..

Conclusión

Si bien el período comprendido entre 2003 y 2010 se caracterizó por una importante expansión de la industria nacional en una fase de recuperación del ciclo económico, hubo ausencia de cambios estructurales, se produjo un proceso de concentración y desnacionalización de la economía, distribución funcional regresiva del Producto Bruto Industrial, insuficiente formación de capital y primarización de la actividad manufactura. El crecimiento del sector industrial se concentró en manufacturas de origen agropecuario y productos industriales primarios.

Es urgente “repensar la industrialización argentina... que permita alcanzar un patrón de especialización más intensivo en trabajo calificado, basado en esfuerzos tecnológicos domésticos y más centrado en producciones de mayor valor agregado y bienes diferenciados” (Kosacoff, Bernardo, Por un Nuevo Modelo Industrial, IADE, 30/05/11) y, bajo estas premisas, diseñar una política de incorporación de la industria Argentina al ámbito internacional.

Deben implementarse políticas activas de desarrollo industrial enmarcadas en una estrategia nacional que diversifique el sector fabril, que sustituya importaciones de bienes intermedios y de inversión, que disminuya el alto nivel de dependencia externa, que distribuya más equitativamente el producto industrial a favor del trabajo y de las pequeñas y medianas empresas, y que replantee la inserción del país en el mercado mundial de productos industriales.

(*) Economista, docente, ex rector de la Universidad Nacional del Litoral