Publicaciones

“Historia de la obesidad”

1.jpg

En la Edad Media la robustez y la gordura simbolizaban riqueza y poder. En un mundo hambriento, los países ideales, los reinos de Jauja, son representados como lugares que ofrecen el acceso a una comida sin límite. En la Europa moderna comienza la denigración de los “gordos y perezosos” y la acumulación alimentaria pasa a ser signo de “abandono y grosería”. Historiar la gordura, significa, pues seguir los vericuetos de estos cambios, no tan sencillos ni lineales. Es lo que se propone Georges Vigarello en Historia de la obesidad. Metamorfosis de la gordura, que acaba de editar Nueva Visión.

Desde el glotón medieval, pasando por la importancia del vientre burgués, hasta el martirio al que conduce la revolución de la delgadez, Vigarello historia el recorrido que nos ha llevado a la actual estigmatización de la obesidad. La evaluación y obsesión por cifras, tamaños y pesos, implica la conquista que ganó la mirada y el individuo. Se trata, en suma, de una historia de la intimidad, una intimidad que otorga “una identidad procedente, más que nunca, del cuerpo”.

Una historia de este tipo supone rastrear los orígenes y desarrollos de temores (a la apoplejía, a la gota, al exceso de humores), de correctivos (cinturones, láminas, corsés, dietas, terapias), de mediciones (del peso, de perímetros, de grasas, de hormonas), de estéticas (contorno de caderas, músculos, vientres).

Un capítulo importante se produce cuando aparece la diferencia entre una obesidad científica y una mundana. Es decir, cuando la ciencia médica consolida otro saber, y la obesidad es sometida a experiencias y cálculos, explorada por la química y la fisiología, “transformada en campo de estudio que se vuelve específico, al igual que el de otras patologías. Se trataba también de verificaciones decisivas, que no sólo llevaban a distinguir tipos de gordura sino a diferenciar distintas maneras de engordar... Charles Bouchard fue uno de los primeros en intentar, en 1882, evaluar sobre 94 casos el papel de la herencia: 43 revelaban una presencia fuerte de obesidad en los padres, otros 42, una presencia de enfermedades vinculadas con la asimilación alimentaria (gota, diabetes, artritis, etc.), mientras que sólo 9 revelaban la falta de cualquier vínculo patológico”.

Los últimos capítulos retratan la victoria ineludible de la delgadez. Éste es un testimonio común entre los jóvenes actuales: “Para mí, o se es gordo o se es flaco. No hay un peso intermedio. Si tengo un kilo de más, estoy jodida, me siento pesada y muy hinchada”. Y fea, debe leerse entre líneas. “La exigencia de una nueva delgadez, tónica, incluso tensa, nacida en Occidente en la década de 1920, se generaliza aquí, se amplía hoy, y es casi unánimemente compartida”.