Matrimonio procesado

“Le pegué a los dos, de la locura que me agarró”

El padre de los mellizos se lo dijo a los médicos que lo entrevistaron por lo que había sucedido. El juez de Instrucción Sexta, Sergio Carraro, confirmó la prisión preventiva para Horacio Quintero y su esposa Georgina Orellano.

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Ignacio, uno de los mellizos de 3 años, falleció el viernes 24 de junio en la terapia del Hospital de Niños.

Foto: Danilo Chiapello / Archivo

 

Juliano Salierno

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Varios fueron los elementos de prueba reunidos por el juez de Instrucción Sexta, Sergio Carraro, para procesar al matrimonio que conforman Horacio Quintero y Georgina Orellano, por la muerte del mellizo de 3 años, Ignacio Quintero Molina.

Una semana después de que el caso de los mellizos impactara de lleno en la sensibilidad de miles de santafesinos, el magistrado resolvió la situación procesal de quienes los tenían bajo su responsabilidad y cuidado, junto a otros cuatro menores.

El juez Carraro consideró a Horacio Quintero, el chofer de colectivos de 33 años, como autor penalmente responsable de los delitos de “homicidio doblemente calificado por el vínculo y cometido con ensañamiento”, en el caso de Ignacio; y “lesiones leves dolosas agravadas por el vínculo”, por la golpiza propinada a Valentino, que se encuentra fuera de peligro.

Además, le atribuyó “tenencia ilegítima de arma de guerra con supresión de numeración identificatoria y arma de fuego de uso civil”, tras el hallazgo de dos armas en su casa.

A Orellano en cambio la encontró responsable por el delito de “homicidio calificado cometido con ensañamiento” y confirmó la prisión preventiva que venían sufriendo, a pedido del fiscal Nº 1, Gerardo Alesso.

Por la mermelada

El hecho criminal se remonta al jueves 23 de junio, cuando alrededor de las 21, la familia regresó del Liceo Municipal de Santo Tomé, donde cantaba Horacio. En la casa de calle 3 de Febrero al 2000 de barrio Tanque, habían quedado solos los mellizos Ignacio y Valentino, de 3 años.

Aprovechando que nadie los controlaba los hermanitos hicieron un gran desorden en la cocina y se comieron potes de dulce y mermelada. Cuando llegaron los padres, ambos estaban durmiendo en el baño, adonde los habría encontrado el padre, para por la fuerza llevarlos hasta el dormitorio.

En el lapso transcurrido entre las 21 y las 23.15, que es el horario en que se registra el ingreso de Ignacio a la guardia pediátrica del sanatorio 7 de Marzo, los mellizos fueron sometidos a malos tratos, con suma violencia y perversidad, al punto que uno de ellos falleció más tarde en el Hospital de Niños.

“Me encuentro con un chico completamente pálido” con su estómago “frío, rígido y en shock”, dijo la primera operadora de salud que intervino. La médica, que advirtió hematomas en brazos y piernas, le preguntó a los padres qué había pasado, a lo que el padre contesta: “Yo le pegué a los dos, de la locura que me agarró cuando vi lo que habían hecho”. “Yo le pegué con un cinto, a él y al mellizo”, a lo que un enfermero lo increpó que “dónde está el otro” y le respondió, “está en casa”.

Causa de la muerte

Otra médica, a cargo de la guardia del Hospital de Niños, recibió de parte del padre la confesión de que “los mellizos habían comido potes de dulce por lo que decidió castigarlos, y me dijo que les pegó con el cinto, con la hebilla, durante 5 minutos”.

Las declaraciones agregadas en el expediente, fueron cruciales para que Quintero no tuviera escapatoria ante las graves acusaciones. Pero a pesar de su intento por minimizar el daño, la autopsia reveló que el pequeñito falleció por “shock hipovolémico, lesión de órganos internos con traumatismo cerrado de abdomen”. En otros términos, le reventó el estómago, quizás de una patada.

Los golpes sobre el cuerpo del niño pudieron ser de mano abierta, de puño cerrado, o puntapiés; así como el azote del cuerpo contra algún objeto romo, indicaron los forenses.

Finalmente, el juez Carraro confirmó la prisión preventiva para ambos, ya que según pudo acreditar, no sólo el padre es responsable por su accionar, sino que el trato violento también es atribuido a la madre, que colaboró y hasta consintió el trato violento y desmedido.


Víctimas y testigos

La Justicia, que trabajó con la colaboración de un equipo de profesionales de la Subsecretaría de la Niñez, Adolescencia y Familia, se valió de la declaración controlada de las dos hijas mayores del matrimonio implicado. Las adolescentes de 14 y 15 años no restaron responsabilidad de su madre, sino que habrían comprometido aún más su papel.

Las chicas relataron el momento en que regresaron del Liceo Municipal y al entrar a la casa se encontraron con gran desorden, a lo que la madre -Georgina Orellano- exclamó “mirá lo que hicieron los chicos”. Entonces el padre -Horacio Quintero- los sacó del baño, que era donde estaban durmiendo y se los llevó a su cuarto para empezar a golpearlos.

Quintero ordenó subir el volumen de la tele del comedor e hizo lo propio en la pieza, a lo que la mujer consintió sin oponerse. Por lo tanto, “la actitud de la coimputada, lejos estuvo de resultar pasiva al momento de concretarse los hechos, quien se mostraba además enojada y gritando por lo que los mellizos habían provocado y hasta decide aumentar el volumen del televisor a instancias y pedido de su pareja, ingresando una y otra vez a la habitación donde se llevara a cabo el castigo y asintiendo con que el mismo se llevara adalente”, acusó la Justicia.

A la intemperie.

A diferencia de lo que contó la mujer, que en su declaración indagatoria dijo que sacó a los chicos del patio donde los había dejado su marido en penitencia, el juez de Instrucción pudo acreditar que en realidad fue ella quien llevó a los chicos al patio, para con agua fría y lavandina, lavarlos porque se habían defecado. Y que recién al darse cuenta de que Ignacio estaba grave decidió darles un baño con agua caliente; ante la falta de respuesta buscó auxilio.

La verificación de múltiples hematomas existentes en el cuerpo de la víctima demuestran la cruel, inusitada y desmedida descarga de violencia, el inaudito sometimiento provocado por golpes de diversa intensidad y naturaleza que trascienden la mera descripción de cintazos”.

Sergio Carraro

Juez de Instrucción

Apelación.

La abogada María Gabriela Arri, a cargo de la defensa de Georgina Orellano, apeló el procesamiento de su cliente esta mañana, cuando se presentó en el Juzgado de Instrucción Sexta para notificarse de la resolución.