¿Messi sólo emerge sostenido en los pilares del gigante Barcelona?

La pulga del gran circo

¿Se le pide más de lo que puede dar en la soledad de un equipo ajeno? ¿Por qué parecen darle lo mismo aplausos o silbidos? ¿Cuáles son las causas de su falta de rebeldía ante la contrariedad en el juego, ocultando las armas que el resto envidia? Incógnitas que ansían soluciones que no se encuentran.

La pulga del gran circo

La imagen del final. Messi caído, en clara señal de derrota, luego de un partido en el cual no tuvo incidencia destacada alguna. Su deuda en la selección sigue creciendo. Foto: EFE

Marcelo Romano

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¿Es Messi el mejor jugador del mundo? Eso nadie puede discutirlo. ¿Se le exige demasiado en el seleccionado y esa presión por ser el “nuevo Maradona” lo supera? La demanda está relacionada con lo que el jugador muestra habitualmente en el Barcelona de España; no por nada, con apenas 24 años recién cumplidos, seguramente ganará su tercer Balón de Oro de la Fifa en forma consecutiva. ¿Por qué juega en un nivel superlativo en su equipo y en Argentina fueron contados los partidos en los cuales se destacó? Es la pregunta del millón. Y los factores que concurren a responderla son varios. Parte de la culpa es de él; otro tanto, de aquellos que no saben interpretarlo o no ayudan a potenciarlo. ¿Es el heredero de Maradona? Si y no: tiene todas las condiciones para tomar su legado en el mundo -de hecho, ya lo superó en cuanto a galardones- y también en el combinado nacional; en cambio, su forma de juego pero principalmente su temple, su personalidad, lo distancian del mejor de la historia.

¿Por qué Messi pasa un partido completo -o más- sin marcar desequilibrio alguno en la selección argentina? ¿Por qué en el único sitio donde todavía tiene cuentas pendientes se sigue retirando en deuda, incluso silbado, sin mostrar absolutamente nada diferente? ¿Por qué si no tiene un día feliz con la pelota se pierde definitivamente en el olvido dentro de la cancha? ¿Por qué no se enoja ante la adversidad sino que se entrega al ocaso? ¿Disfruta en la selección?

Sin dudas que son muchos los dictámenes que se pueden conjurar respecto de éstos y de otros interrogantes que genera el exiguo rendimiento de Messi con la camiseta albiceleste. Es una realidad que mantiene perplejos a los amantes de este pasional deporte que ayer dejó en nuestra Santa Fe un sello inédito, con un espectáculo que -sacando lo deportivo- será inolvidable por su trascendencia histórica.

Uno y el todo

En primer término, creo que a esta altura ya nadie puede discutir que Messi es el mejor del mundo, pero que para lucirse necesita obligatoriamente de socios. Podrá tener momentos de iluminación, flashes de excelencia -como por ejemplo en el partido ante Brasil de noviembre del año pasado en Qatar, cuando el triunfo llegó a través de una de sus genialidades individuales- pero en general está acostumbrado a jugar dentro de un equipo armado para él, donde los volantes lo buscan siempre y potencian sus habilidades, complementándolo. Como se dice en la calle: “Es el mejor del mundo en equipo”.

La pregunta es, entonces, ¿puede Argentina ser el equipo que contenga e impulse al futbolista sobresaliente? Si su juego exige eso para brillar, ¿se lo puede dar la selección? Y en este punto la confusión de Batista es notoria. Por un lado, el DT pone como insignia, como meta de su trabajo, al Barcelona de Guardiola; por el otro, en vez de rodear a Messi con volantes que sintonicen su juego, lo llena de delanteros, acostumbrados y entrenados en otras artes, más individualistas, menos sacrificadas para el conjunto -aunque no por esto menos importantes para el todo-.

¿Es justo pedirles a Tevez o a Lavezzi que se disfracen de Xavi e Iniesta? Es casi imposible, sencillamente porque ninguno de los dos siente esa función. Con Tevez ya quedó establecido que no tiene esta particular conexión, porque el “Apache” es goleador y lo que busca es el arco. Y está bien que así lo haga. Con Lavezzi sí puede darse ese contacto, pero el ex San Lorenzo es muy vertical y su predilección natural es llegar al fondo en el menor tiempo posible.

En definitiva: Batista pretende que Messi juegue de “9”, como en Barcelona, pero para eso necesita de volantes que cumplan la función de llevarle el balón y no de delanteros que superen su línea y termine así quedando casi siempre en la posición de “10” -la cual, por otro lado, oficializó ayer el propio DT cuando hizo ingresar a Higuaín para que se ubique en el centro del área rival, aunque después, en un partido en el cual definitivamente todo estaba al revés, el “Pipita” terminó parándose en los costados y tirando centros-.

Si ya quedó establecido con creces que el esquema de tres delanteros no es la solución a la ofensiva albiceleste -ya pasó con Maradona; se repite con Batista-, ¿por qué la terquedad del entrenador por sostener este plan de juego? ¿Tanto les cuesta a los técnicos aceptar que sus teorías a veces pueden fallar? Lo sufrimos con Diego después del mentiroso triunfo ante México en el Mundial -y vino el desastre del 0-4 ante Alemania- y ahora parece reiterarse la historia. Ayer no fue goleada en contra sólo gracias a un excelente partido de Romero, pero la vergüenza del paupérrimo juego no puede ocultarse en un marcador fortuito.

¿Es Banega el socio indicado para fortalecer a Messi? Eso lo dirá el tiempo -por ahora la respuesta es negativa-. En todo caso, lo que parece exigir a gritos el jugador del Barcelona es la presencia de un volante hábil con la pelota, porque no sólo la “Pulga” necesita quien le acerque el balón, sino además un compañero dúctil para quebrar la línea rival. En todo caso, y siguiendo el objetivo que persigue Batista de acercar el juego de la selección al que desarrolla el Barcelona, Banega podría desempeñar el papel de Iniesta, pero a Messi todavía le falta Xavi Hernández. Ni Tevez ni Lavezzi pueden ni deben cumplir ese rol. ¿Por qué no incluirlo a Pastore entonces? El ex Huracán es enganche -como Xavi- y ya demostró que puede entenderse muy bien con el rosarino. ¿Por qué la obstinación de Batista por mantener los tres delanteros en la cancha incluso con toda la evidencia en contra? Algunos interrogantes no parecen tener una respuesta lógica. O peor inclusive: con el último cambio, el “Checho” tiró por la borda su propia teoría sin sutilezas: como ya se indicó, lo sacó a Banega -el ladero de Messi para el DT- y lo puso a Higuaín. El mensaje fue claro: no importa ya la “Pulga”, hay que tener a alguien que pueda cabecear algún centro.

No sublevarse

Un párrafo aparte -pero no por tratarse de una cuestión menor- debe dedicarse a la personalidad del mejor del mundo. Se le reclama hasta la afonía que se convierta en el conductor del equipo; cuando las cosas no salen de acuerdo a lo esperado, él debe encargarse en solitario de modificar esa realidad; está obligado a inventar una genialidad artística entre las piedras de la adversidad; en definitiva, se lo exhorta a ser el líder... debe ser Maradona. Pero Messi, y en este aspecto más que en ningún otro, no es Diego. “Pelusa”, por naturaleza, era rebelde en la cancha y en la vida: transgresor, vivía siempre al límite, se peleaba con todos y contra


La pulga del gran circo

Lucha desigual. Carlos Sánchez, de excelente partido, ya le “muerde” el balón a un Messi que ya perdió el equilibrio. A su alrededor se multiplican las camisetas colombianas. Foto: Pablo Aguirre

todos; en el terreno de juego fue lo mismo para él: cuanto más gigante el obstáculo, más se magnificaba su ego, sus ganas de trascender. El desafío lo estimulaba. Y en esa lucha dejaba el sudor completo, su última fuerza... y más cuando la camiseta que llevaba puesta era la de la selección.

No es casual que Messi no lleve la cinta de capitán, ni en Argentina ni en el Barcelona. El rosarino no es un líder, no tiene una personalidad arrolladora, no se rebela ante la dificultad, no elige carriles inéditos cuando la vía tradicional no funciona. Sin dudas que tiene una técnica increíble para jugar al fútbol y ahí sí puede llegar a inventar lo que cualquier otra imaginación ni siquiera sospecha; pero ese plus que a veces sólo despierta el enojo está ausente en él. Para qué graficarlo si el ejemplo más notorio se vio ayer en el estadio Brigadier López: ausente el fútbol, ausentes los socios, totalmente abstraído y alejado Lionel, como perdido, inexistente... En conclusión, Messi nunca será un grito de guerra como lo es el “Diego... Diego”, que retumbó ayer en el barrio Centenario.

Esta nota está llena de dudas y pocas certezas. Este tema, instalado desde hace tiempo como una de las mayores polémicas en el ambiente del fútbol, seguramente tendrá -como sucede con cualquier cuestión opinable- pareceres disímiles, defensores y detractores. Lo concreto e irrefutable es que hasta ahora la “Pulga” no logró desplegar en la selección su hipnótico hechizo de gambetas que tuercen la lógica, congelan el tiempo en asombro eterno, llenan de sonrisas al fútbol mismo... Es un placer que guarda contra toda envidia sólo el Barcelona, cuna y destino de su magia. ¿No será que la perfección en el juego sólo se alcanza con el tándem Xavi, Iniesta y Messi?

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Cambios que no modifican nada. Sale un delantero -Lavezzi- y entra otro -Agüero-. Batista no cedió en su idea de jugar con tres delanteros, incluso cuando nuevamente el desarrollo del partido le exigió otro esquema. Foto: EFE

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¿Tiene la solución? Batista no exhibe pergaminos demasiado importantes para estar al frente de la selección, a la cual llegó en forma interina luego del alejamiento de Maradona y por estar al frente de las juveniles. El rendimiento actual del equipo no ayuda a justificar su lugar. Foto: EFE