De manos artesanas en el barro

De manos artesanas en el barro Mercado de arte

Las cerámicas de Juliana Frías nacen del barro hasta transformarse en piezas con alma, que hunden sus raíces en el pasado y se revalorizan en el presente para trascender en el tiempo.

TEXTOS. MARINA ZAVALA. FOTOS. LUIS CETRARO Y GENTILEZA JULIANA FRÍAS.

Juliana Frías es entrerriana, nació en Concordia, a orillas del río Uruguay. Recuerda que desde chica le gustó dibujar, modelar y pintar. Sin embargo, nunca pensó el arte como una carrera. Luego de terminar el secundario, como tantos jóvenes, eligió mudarse a Santa Fe para estudiar Ingeniería en Sistemas, porque le gustaban las matemáticas y la computación estaba de moda; aunque su sueño era ser arqueóloga.

Un día se equivocó de colectivo y, sin querer, se encontró frente a la escuela de arte. La recuerda con una reja hermosísima y unos chicos sentados al sol en la puerta. Bastó con que entrara a conocerlo, para que se enamorara de ese lugar y decidiera que ahí quería estudiar. Ese mismo año se inscribió en la Escuela Provincial de Artes Visuales “Prof. Juan Mantovani”, más motivada por el dibujo que por la cerámica, aunque como alumna debía participar de todos los talleres. La carrera duraba ocho años en total y Juliana los hizo completos.

HUELLAS ANCESTRALES

“El primer año de la carrera lo cursé a la noche -recuerda Juliana. La cerámica era todavía un taller más para mi, incluso no me había gustado demasiado. Pero, por un lado, se hizo un curso para aprender a hacer un horno a leña y vino Raúl Cerdá a darlo. A la par, vino Jorge Fernández Chiti que es un investigador de la cerámica y que tiene la Fundación Condor Huasi en Buenos Aires, a dar una charla. Esas dos actividades me llamaron mucho la atención y empecé a practicar más la cerámica y a investigar. Sumado a ésto, en segundo año empezamos a ver Historia del Arte. Con Raquel Garigliano, una excelente profesora, veíamos las culturas americanas y yo me quedé enamorada de esas piezas incaicas y mayas, son huellas del pasado”.

Así comenzó todo, Juliana Frías empezó a replicar en cerámica, a investigar sobre engobes, a trabajar no sólo con la arcilla blanca sino también con el barro, quemaba sus propias piezas. Se interesó particularmente por la cerámica artesanal, que tenía toda la impronta aborigen de las técnicas antiguas.

Más adelante, tuvo la posibilidad de viajar a Santiago del Estero y participar de un encuentro de ceramistas. La cerámica la atraía cada vez más y la iba conectando con personas que estaban en ese mismo camino.

Desde entonces, su formación no solo incluía el estudio en la Mantovani; sino que también tomaba clases con Fernández Chiti en Buenos Aires o en otros puntos del país, sin perderse ninguno. De esta manera se especializó y encaminó definitivamente hacia la cerámica, en la que encontró la posibilidad de hacer todo lo que desde siempre le gustó: modelar, dibujar y pintar.

EUROPA Y LA MAYÓLICA

Juliana Frías, junto a Ana Hillard y Mirta Pertovt, participó de un encuentro en Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. Allí conoció a un ceramista y escultor alemán que invitó a las tres a viajar a Alemania e Italia. Ese fue el primer viaje que hicieron, al año siguiente volvieron a viajar y se quedamos un año entero en Italia, trabajando con la cerámica.

“Ahí aprendí lo que es la mayólica -relata- esta técnica tiene un origen árabe pero se trasladó a distintos países de Europa y fue adquiriendo características propias en cada lugar”.

Actualmente, la ceramista se especializa en todo lo que es la tecnología de la cerámica pre hispánica, pero también moldea creaciones y réplicas para la tienda del Museo Etnográfico de lo que es cerámica de Talavera española, que es mayólica; fruto de su aprendizaje en Italia. “Estábamos cerca de Faenza -recuerda- donde se hace una mayólica muy detallista. Se trata de piezas muy trabajadas con retratos, ornamentos y diseño. Se trabaja en tres colores, generalmente el fondo es blanco y arriba se pinta a mano, o sea que hay que tener mucho manejo del dibujo y eso me gustaba. En España, en cambio la cerámica tipo Talavera es en fondo blanco y decorada en azul. Con esta técnica se hacen azulejos y baldosas. El año pasado hice un mural para el Museo Histórico que es de mayólica”.

AL RESCATE DEL PASADO

“Me he dedicado mucho a la docencia”, dice Juliana Frías. Efectivamente, es una de sus pasiones. Comenzó dando clases en la Mantovani, la misma escuela en la que se recibió; hoy está a cargo del Taller de Cerámica de primer y de segundo año del Profesorado de Nivel Terciario. Más tarde enseñó en el Liceo Municipal, más precisamente en la Escuela de Estética Infantil. Finalmente, y luego de su viaje a Europa, ingresó al Taller de Cerámica de La Guardia.

A su trabajo docente, Juliana suma su labor en investigación. En el 2004, fue becada por la provincia para realizar un trabajo de campo etnográfico a la comunidad guaraní Chirihuano Chané, en Tentayape, Bolivia.

“Me interesa todo este tipo de trabajo de campo en comunidades que aún conservan técnicas tradicionales de cerámica -explica. En este caso pude observar a las artesanas trabajar de la misma manera que trabajaban sus antepasados: quemando en fogata, modelando con arcilla que extraían, y pintando las piezas. Todo un proceso tradicional muy puro”.

Juliana tuvo el privilegio de ingresar a la comunidad, que es muy cerrada. Su objetivo es poder publicar un día este trabajo, ya que fue escribiendo todo lo que pudo ver. Además, desea continuar realizando este tipo de experiencias, viajar a determinados lugares, donde aún se hacen piezas con técnicas ancestrales para poder registrarlas.

MAESTROS ARTESANOS

Desde hace trece largos años, Juliana está a cargo del Taller de Cerámica de La Guardia. Allí se vuelca a todo lo que son las técnicas tradicionales pre-hispánicas, muy especialmente a las de las culturas de nuestra región. “Cuando llegué en el 98’ -recuerda- este espacio ya tenía una trayectoria, pero había perdido un poco los fundamentos de su creación. Había que volver a encauzar el trabajo de rescate de la cerámica regional que se hacía”.

Como a esta ceramista, le gusta mucho “hacer”, como ella misma define; trabajó mucho con la artesanía y en lo que es el circuito artesanal. Desde hace ya unos años, tiene a cargo el Taller de Producción Artesanal de La Guardia. Es mucha la importancia que Juliana da a este trabajo, que brinda elementos, herramientas y una guía a un grupo de personas interesadas en la investigación y la producción de piezas artesanales.

“Hemos generado líneas que identifican a nuestra región -explica. Tenemos el privilegio de que el intendente o el gobernador elijan nuestras piezas para representar a Santa Fe. Para mi es muy importante, estamos generando patrimonio, lo que da identidad, y a su vez la gente se va formando en un oficio”.

Según la docente, hay que mostrar a la gente qué es verdaderamente un maestro artesano. “Es quien trabaja rescatando historia, identidad, materia prima del lugar donde está y la transforma. Nosotros de un pedazo de barro del riacho, hacemos una pieza que tiene horas de trabajo. Se trata de objetos únicos, que nos representan”, afirma. Estoy siempre en contacto con gente que ha investigado estos temas.

Entrar al taller motivo a Juliana junto a Gabriela Eli, a trabajar conjuntamente con el Museo Etnográfico. Ellas llevaban sus alumnos al museo, veían su patrimonio, y el director Gabriel Coco, que es el arqueólogo, aportaba material de investigación. Trabajar con restos arqueológicos fue muy importante para el grupo y el material bibliográfico al que pudieron acceder les enseñó sobre la cerámica del Litoral. Es por esto que el taller, y particularmente Juliana en su labor personal; trabajan este rescate y estas técnicas.

PIEZAS QUE VIBRAN

La cerámica es muy amplia, aún cuando uno se especialice en una temática. Esto afirma Juliana Frías al ver el trabajo de sus 20 aprendices artesanas en el Taller de La Guardia.

A partir de la réplica se pueden lograr trabajos muy interesantes. Con trabajo, un artesano de la cerámica puede lograr un objeto de este tiempo, que nos identifica hoy, pero nutrido por el pasado a partir de técnicas antiguas.

En el taller no se repite lo que hacían los artesanos pre-hispánicos, si no que se valora. Se hacen cosas nuevas, con líneas y un trabajo que es propio del grupo. Se busca siempre nutrirse de lo anterior, porque es eso lo que le da el sustento a una pieza. Así, buscan rescatar formas del pasado pero sin quedarse en la mera réplica. Estas son la base, el alma más profunda de un trabajo al que cada uno le vuelca el momento presente y así lo hace trascender. Según la mirada de Juliana, a partir de métodos y trabajo se puede adquirir esta capacidad

“En mi trabajo -resume- trato de dar un saltito más allá, que el pasado esté vibrando en la pieza, pero que haya trascendencia. Les digo a mis alumnas que sus trabajos tienen que vibrar. Cuando se replica algo, se busca hacerlo tan perfecto y de forma tan meticulosa que no puede uno quedarse en la técnica únicamente. Ahí es cuando se enfría y muere. La buena artesanía tiene vida, sigue viviendo, sigue latiendo porque tiene lo antiguo, lo nuestro y la proyección hacia adelante”.

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juliana frías en su visita a la comunidad chirihuano chané, en tentayape (bolivia).

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Mercado de arte

La producción del Taller de La Guardia puede ser adquirida por el público. Al grupo le gusta que quienes están interesados, vayan al taller, lo conozcan y vean a las artesanas trabajando. De esta manera, se puede apreciar realmente cómo se trabaja cada objeto. En este espacio hay exposición y ventas. Después, las integrantes del taller también participan de un circuito de ferias, en las que se pueden adquirir sus trabajos.

En cuanto a las obras personales de Juliana Frías, pueden verse en muestras.

“Lo que hacemos no es inaccesible, ni tan costoso -asegura Juliana. Hay desde miniaturas hasta piezas más elaboradas. Son muchas las posibilidades, hay piezas que van desde los $ 8 hasta los $ 1000. Quienes trabajamos la cerámica artistíca, somos varios en Santa Fe, también tenemos costos accesibles, no nos descolgamos con los precios. Hay todo un circuito de mercado de arte que te posibilita acceder a una obra”.

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A ORILLAS DEL RIACHO

El Taller de Cerámica de La Guardia se instala en el corredor de la costa. Ahí mismo se accede al barro que trabajan sus manos artesanas. En setiembre, cuando baja el riacho el grupo baja y se provee de material para todo el año. Juliana Frías explica que se trata de una arcilla muy plástica y maleable, y que resiste el tipo de quema en negro con la que trabajan, ya que resiste el shock térmico. Las piezas se pueden quemar en fogata y, como la materia prima tiene mucha arena, no se rompen.

“Desde los inicios del taller, en la década del ‘60 -explica- se rescataron todas las formas y técnicas de los primeros artesanos de la región. ¿Qué formas? Todo lo que tiene que ver con la fauna ribereña y los animales del río. Trabajamos con esta arcilla y con las manos, sea modelado por rollos o modelado directo. Además usamos una técnica muy particular que es el bruñido para darle brillo a la superficie de la pieza, se hace con unas piedras bien pulidas. Así, fijamos las pinturas que se preparan con la misma tierra más el agregado de óxidos. Se trata de verdaderas técnicas de rescate que llevan mucho tiempo”.

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