Tribuna ciudadana

A 20 años de la muerte de un gran tipo

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Profesor Enrique Rodolfo Muttis.

foto archivo el litoral

Héctor Jullier

En un frío sábado 13 de julio de 1991, los santafesinos quedaban consternados. Fallecía el Intendente de Santa Fe, profesor Enrique Rodolfo Muttis, un hombre honesto, generoso, dialoguista; o sea, un gran ser humano por donde se lo analizara.

Desde muy joven abrazó los principios del Partido Demócrata Progresista, atraído por los ideales de don Lisandro de la Torre, y dedicó parte de su vida a militar activamente en el PDP. Fue profesor de historia y geografía, e instrucción cívica, y un periodista destacado y pluralista en diarios, radios y televisión.

En 1973 había sido elegido concejal de Santa Fe. Y en 1987 los santafesinos lo escogieron diputado nacional. En esa gestión estaba cuando la dirigencia del PDP le pidió que aceptara ser candidato a intendente de su querida ciudad. Destituido el intendente Carlos Aurelio Martínez por el gobierno provincial y la Legislatura santafesina, acusado de graves irregularidades en la administración pública, se fijó la fecha del 26 de noviembre de 1989 para la elección de intendente de Santa Fe.

Tres candidatos disputaron aquella elección: Mario Papaleo, por el Partido Justicialista; Roberto Pascual Silva, de la UCR, y Enrique R. Muttis, del PDP. Le pidió a sus amigos hacer una campaña muy austera; sin actos, ni afiches, ni pintadas. Solo, caminó los barrios de su ciudad, que ya lo conocían como periodista, pero por sobre todas las cosas, como un verdadero humanista.

El escrutinio del 26 de noviembre de 1989 sorprendió a todos. Enrique Muttis había obtenido 95.000 votos; Mario Papaleo, 43.000, y Roberto P. Silva, 10.300. La prensa especializada tituló la noticia como “El fenómeno de Santa Fe”.

Gobernó poco más de un año y medio, y en tan corto tiempo ordenó una intendencia endeudada, superpoblada de personal, de los cuales en su gran mayoría eran llamados “ñoquis” de los gobiernos populistas y demagógicos.

Su administración no recibió ayudas económicas ni del gobierno provincial de Víctor F. Reviglio, ni del gobierno nacional que ejercía el riojano Carlos S. Menem, ambos del PJ, el partido de la justicia social. El Concejo Municipal, con mayoría justicialista, no colaboraba como debía hacerlo con una administración austera y transparente. Pero pese a todas las adversidades saneó las finanzas municipales, a tal punto que al año de gestión, los empleados cobraron sueldos y aguinaldos juntos, como jamás había ocurrido en años anteriores con gobiernos que disponían de ayuda nacional y provincial.

Fue una verdadera bisagra para la intendencia de Santa Fe. Habrá un antes y un después de Enrique Muttis, ya que dejó grabado para las generaciones futuras que se puede ser político honesto; que se puede y se debe gobernar con transparencia y sin enriquecerse con los dineros públicos.

Pocos días antes de su muerte, y ante consultas del periodismo contestaba: “Nos preocupa sinceramente el futuro de la ciudad, y no la próxima elección. En momentos de soledad, resuenan en mi mente algunas críticas que dicen que somos honestos pero ineficientes. Esto nos hace reflexionar que hemos invertido los valores. Porque ser honesto, no es ningún mérito, aun cuando en estos tiempos pareciera serlo. Simplemente, la honestidad debe ser la condición natural del ser humano.

Si analizamos los innumerables actos de corrupción y negociados que hoy padecemos en la esfera nacional, la figura de Enrique Muttis, al igual que la de don Lisandro se agigantan y deben ser analizadas y difundidas a toda la sociedad, especialmente en los estudiantes de los distintos niveles, para que la juventud se impregne de modelos a imitar, y pueda creer en verdaderos valores.