Editorial

Mala prensa en la picota

El escándalo de los espías ilegales que comprometen al imperio mediático de los Murdoch amenaza con transformarse en un escándalo político de magnitud. Por lo pronto, el titular de Scotland Yard, Paul Stephenson, y, su segundo, John Yeates, han debido presentar sus renuncias acosados por los acontecimientos que los comprometían cada vez más. Pero tal como se desarrollan los hechos, lo sucedido podría llegar a poner en juego la estabilidad del primer ministro de Gran Bretaña, David Cameron, cuya situación se complica por haber designado como colaborador y vocero oficial al periodista Andy Coulson, uno de los editores del periódico que hoy está en el banquillo de los acusados. Como para enrarecer más el clima político, ahora Sean Hoare -uno de los periodistas que en su momento denunció estas irregularidades- fue encontrado muerto en su domicilio.

Asimismo conviene recordar que fueron las investigaciones de The Guardian las que pusieron en evidencia las tramoyas ilegales del periódico sensacionalista News of the World y sus relaciones con el poder político. Era uno de los tabloides más antiguos del país -168 año de existencia-, el de más ventas y, en su momento, un de los más prestigiados. Ninguno de esos honorables y eficaces antecedentes impidió que, como consecuencia de las reiteradas denuncias, el pasado 10 de julio y por razones tácticas del grupo Murdoch, la publicación cerrara sus puertas.

Rupert y James Murdoch, han sido interpelados por el Parlamento británico y el escándalo amenaza con resquebrajar las inversiones mediáticas del grupo en el Reino Unido, inversiones que representan casi el cuarenta por ciento del total de la prensa escrita. Por lo pronto, y como consecuencia de las imputaciones públicas del legislador laborista Ed Milliband, Murdoch retiró la oferta de compra de televisión digital que ya tenia prácticamente otorgada.

La Justicia y la política decidirán los próximos pasos a dar, pero está claro que lo sucedido marca un antes y un después en la historia de la prensa británica. Si bien sería algo exagerado decir que la prensa buena puso punto final a la prensa mala, como señala un conocido editorialista británico, queda claro que el sistema político y cultural en su conjunto ha reaccionado enérgicamente para juzgar y sancionar a quienes se propusieron producir noticias a través del espionaje, las escuchas ilegales y el chantaje.

Lo sucedido es a todas luces aleccionador y trasciende las fronteras británicas. Estos escándalos hoy pueden dañar la percepción de la prensa pero fortalecen en el mediano y largo plazo a la libertad de prensa bien entendida y a las instituciones que la protegen. También son una lección para empresarios inescrupulosos, periodistas amorales y políticos corruptos. Si en el camino se clausuran periódicos, algunos editores y periodistas van a la cárcel y funcionarios y políticos se ven obligados a renunciar a sus cargos, no es otra cosa que un precio módico para devolverle credibilidad a la prensa libre.