Al margen de la crónica

¡Feliz Día!

El colectivo, el dulce de leche, la identificación por las huellas digitales, el alfajor, la birome, el tango y el Día del Amigo son inventos argentinos. No caben dudas. Enrique Febbraro es el argentino y autor intelectual de la iniciativa que invita a celebrar cada 20 de julio como el Día del Amigo, esa jornada sirve para recordar la llegada del hombre a la luna y aquella huella inmortalizada en el polvo selenita es la invitación a que toda la humanidad se sienta hermanada con un fuerte lazo de amistad.

Esa es la idea central de Enrique Ernesto Febbraro, profesor de Psicología, Filosofía, Historia, músico y odontólogo que, a la larga lista de actividades que encaró en su vida habrá que agregarle la de filántropo.

Pero aquella visión casi edulcorada del canto a la amistad universal ha tenido su propio desarrollo entre nosotros y de la pretensión de un fuerte apretón de manos para celebrar el “pequeño paso para el hombre”, tiene varias aristas al momento de la celebración.

Entre los más chicos todo queda como una reunión en la salita o en el colegio, una improvisado pic nic o merienda, jugar un rato y ya está. A medida que las edades suben, se incrementan las complejidades para la celebración. Así, los púberes y adolescentes, optan por el intercambio de regalitos a nivel simbólico -dulces, chocolates, souvenirs varios- mientras optan por salir a caminar por el barrio, la costanera o el centro, entre algunos mates y guitarra para los que se animan.

Luego vienen los jóvenes -en esa larga y cada vez más extensa línea que identifica su final- entre quienes domina el afán por la salida nocturna, la apelación a las bebidas virtuosas chocadas en vasos que se derraman y la música en alto volumen en bar, boliche o casa que se presta para la chacota. En la categoría siguiente -otra extensa entre treintañeros hasta alguna generación más- que deciden o bien juntarse al modo típico de festejar por estas orillas: comer y tomar opíparamente, contar chistes viejos, reírse todo lo posible y celebrar el estar juntos un buen rato. Finalmente vienen las categorías finales -en la que abundan las canas y hasta los fijadores de dentadura dental- que también apelan -entre los que tienen movilidad acorde- a una reunión gastronómica aunque con los límites que el colesterol, triglicéridos y glucosa permiten. Celebrando también la posibilidad de estar juntos y de ganar otra batalla al temible alemán de apellido complejo.

Finalizados los encuentros cada uno vuelve a su vida tal como cantaba Joan Manuel. Eso sí, esta noche la luna estará maravillosa para ser observada pero pocos sabrán que es ella la promotora de los festejos -desde los más naíf hasta los pantagruélicos- que un entusiasta argentino elevó como propuesta al mundo.