Editorial

Salvando a Grecia

Grecia se ha convertido en otro claro ejemplo de cómo los países se unen por el espanto. El plan de austeridad de cinco años, aprobado por mayoría, es una condición sine qua non exigida por los acreedores internacionales para otorgarle un nuevo rescate que promete un alivio a corto plazo, aunque no garantiza que pueda pagar sus deudas. Todos están de acuerdo en una cosa: el país necesita imperiosamente de un programa de ayuda para salir de la crisis. Y su mayor fortaleza para conseguirlo en su extrema debilidad, debilidad o enfermedad que puede contagiar a buena parte de Europa. ¿Pero hay alguna alternativa a las austeras medidas impuestas por la Unión Europea?. El plan siempre ha dependido de que Grecia reduzca su enorme déficit fiscal de una forma tan radical que la recaudación tributaria exceda su gasto público.

Los compromisos asumidos en la cumbre del viernes en Bruselas por los líderes de la eurozona representan un paso positivo para asegurar la estabilidad financiera de la misma eurozona. En otras palabras: decidieron apostar por el mal menor. Es que con el nuevo plan de salvataje financiero, Grecia va hacia un restricted default (default restringido) que, a diferencia de un default general, está limitado sólo a algunos bonos y tiene un límite en el tiempo. El plan, que cuenta con la participación del sector privado, implica un canje de deuda que lleva a una pérdida del 20% para los bancos que cuentan en su cartera con los bonos de la deuda pública griega.

Pero los deberes no son pocos. La Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI) demandaron que las autoridades griegas autorizaran 28.400 millones de euros en recortes adicionales y alzas de impuestos previos a proveer el próximo tramo del paquete de asistencia de 110.000 millones de euros proyectado el año pasado. La ratificación de los recortes y un programa de privatización de 50.000 millones de euros es un requisito en el acuerdo de la UE y el FMI para una segunda ronda de ayuda, estimada en 100.000 millones de euros, que sostendría a Grecia a flote hasta 2014. Entre tanto, las dudas sobre su solvencia y habilidad para cumplir con las estrictas políticas de austeridad siguen incidiendo en los mercados financieros como en las calles de la capital. Las encuestas apuntan que el 70% de los griegos no cree que haya una opción creíble al plan de austeridad. Lo cierto es que pocos en la plaza podían plantear una forma más viable de salir de la crisis griega, que el camino propuesto por el gobierno.

Los analistas tienen diversas opiniones sobre el acuerdo y su alcance. A unos les gustó. Sin embargo, otros expertos expusieron que la medida es para alargar el problema. La directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, consideró que el segundo paquete de asistencia a Grecia tendrá efectos positivos para la economía mundial. No obstante, y a pesar de los esfuerzos de la Unión Europea, las calificadoras podrían ver con malos ojos el esquema de ayuda a la nación helénica. Pero, por ahora, hay que salvar a Grecia.