Como buenas cepas, aquí retoñaron

Una tertulia organizada por descendientes de castellanos manchegos permitió recordar -con una leyenda de Bécquer- una Toledo medieval, pero también reconstruir historias de aquellos cuyos padres y abuelos dejaron esas tierras españolas.

TEXTOS. REVISTA NOSOTROS. FOTOS. PABLO AGUIRRE.

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Durante la tertulia manchega se leyó una leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer.

La Comunidad Castellana de Santa Fe convocó a sus socios a una actividad cultural denominada Tertulia Manchega, organizada por la Subcomisión de Cultura de Castilla-La Mancha.

La lectura de una leyenda toledana -de la pluma de Gustavo Adolfo Bécquer- remontó a los presentes a la Toledo en la época medieval -ciudad que hoy es la capital de esa región española-, que descubre su catedral, un ejemplo de la arquitectura gótica, que fuera declarado Patrimonio Histórico de la Humanidad y no sólo de España.

La leyenda fue leída a tres voces, acompañada por imágenes alusivas y musicalizada con el Concierto de Aranjuez. Fue el puntapié para poner en clima a quienes -posteriormente- quisieron relatar sus historias familiares.

“Compartimos recuerdos y evocaciones, dichos, anécdotas, tradiciones, costumbres locales y familiares que rescatan la memoria de las raíces manchegas: padres, abuelos y/o bisabuelos que aquí se radicaron y que, como las buenas cepas, aquí retoñaron”, comentaron a De Raíces y Abuelos algunos miembros de subcomisión organizadora: Ángela de la Cruz, Teresita Yebra, Ángela Molinero, Catalina Rivas y Franklin Muñoz, junto a José Luis Renzulli Verde, vicepresidente de la Comunidad Castellana de Santa Fe.

“Esta leyenda permitió evocar aquello que nos toca muy de cerca como familia castellana. Tras compartir un café y algunas dulzuras hechas por las señoras manchegas, las personas presentes que querían aportaron los recuerdos de sus ancestros tomaron la palabra. Cabe recordar que entre los manchegos de la Comunidad Castellana no hay nadie oriundo de esta región española; somos hijos, nietos o bisnietos, pero somos más y queremos ponernos en contacto con otros”, comentaron.

Y agregaron: “Así surgieron tradiciones de familia, las vicisitudes que han debido pasar quienes llegaron. Hubo dos cuestiones comunes entre las historias que se contaron: casi todos llegaron entre 1900 y 1914, al menos de los que provenían de esta región; y mucha gente entre nuestros padres y abuelos estuvo vinculada al ferrocarril, ya que era la época en que estaban creciendo las vías ferroviarias”.

POR EL FERROCARRIL

La región de Castilla-La Mancha, en España, comprende cinco provincias: Albacete, Ciudad Real, Toledo, Cuenca y Guadalajara. Muchos de sus pobladores -por distintos motivos- dejaron aquellas tierras que inmortalizó Miguel de Cervantes con su “ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha”.

Muchos llegaron para trabajar en el floreciente ferrocarril argentino. Éste fue el caso del padre de Franklin Toledo, quien “llegó a esta ciudad en 1910 convocado por el ferrocarril para hacer una extensión de vías férreas. En ese momento, en España no había trabajo y se pasaba hambre, realmente. Al haber posibilidades de trabajo en Santa Fe, se convocó a las personas para que viajaran”, relató.

El abuelo de Teresita Yebra también llegó al país para trabajar en el ferrocarril y buscar mejores oportunidades. “Mis abuelos llegaron ya casados, el 25 de mayo de 1910. Venían con tres hijos y uno en camino, mi papá, quien nació a los 15 días de haber llegado a la Argentina. Mi abuelo tenía una hermana en San Lorenzo, adonde fueron a parar, y luego lo adjudicaron al ferrocarril y le tocó ir a la zona de Santo Tomé, cercana al club de rugby Cha Roga. Entonces era monte, campo; la estación de trenes y ellos. Ahí crió a varios de sus hijos, toda una epopeya. Mi abuela era también de Ciudad Real, pero de una villa. Había perdido joven a sus padres y después se trasladó a Madrid, donde la terminó de criar su hermana mayor”.

MUCHAS EMOCIONES

Los integrantes de la Subcomisión de Cultura de Castilla-La Mancha coincidieron: “Actualmente hablamos de estrés, por los momentos difíciles que se viven, con problemas de toda índole. Pero si nos ponemos a pensar, nuestros padres y abuelos vinieron después de un viaje de 40 días a un lugar sobre el que nada se sabía, no tenían una posibilidad cierta de trabajo; venían a la aventura. Ese estrés ha tenido que ser grande, y por ese motivo fallecían jóvenes, estaban mal comidos y mal alimentados. Los hombres llegaban solos, sin sus esposas o hijos, y después vinieron para unirse a ellos”.

En tanto, destacaron que “durante la tertulia manchega tuvimos relatos muy interesantes pero también vivimos muchas emociones. Por ejemplo, Emilio Moreno es médico urólogo y estudió en la Escuela de Medicina de Barcelona, tan tradicional y famosa, y en toda esa época no se animó a ir al pueblo de su padre. En la tertulia no podía hablar de la emoción y contó que recién hace dos meses se animó a ir, pero porque lo acompañaron dos hermanos, es decir, fueron en familia”.

Por eso, remarcaron, “es fundamental para nosotros transmitir todos esos relatos tan vívidos e interesantes y que podamos darle amor a algo que ha sido una epopeya trascendente. Esa gente hizo patria. Incluso, muchas familias vinieron más tarde y se unieron a una epopeya similar”.

Por otra parte, advirtieron que los manchegos también tenían en común “el carácter reservado pero alegre, que se nota mucho en la música (la jota típica es muy alegre), y la preocupación por la educación de sus hijos”.

Ángela de la Cruz contó que “mi abuela era analfabeta y todos sus descendientes tuvieron estudios superiores. Además, mis abuelos fueron muy reservados con sus recuerdos; se ve que no la pasaron muy bien. Se habían asentado en San Francisco, Córdoba. Él trabajaba en el Ferrocarril Central Córdoba y se jubiló como maquinista. Mi papá y mi tía mayor, nacidos en España, bailaban la jota en las romerías que se organizaban. Creo, además, que esa reserva que a lo mejor tenían los mayores también era porque querían que se integraran a la sociedad argentina; es como que conservaban sus tradiciones pero querían que las raíces españolas no fuera un lastre para la educación de sus hijos”.

OTRAS HISTORIAS

Catalina Rivas pudo anticipar algunos detalles sobre la historia de sus abuelos, ya que posteriormente -al igual que los demás que lo deseen- serán incluidos en estas páginas de De Raíces y Abuelos.

“Mis abuelos vivían en una comarca, en la campiña de Toledo. Eran labradores y se casaron jóvenes allí (19 ella y él 25). El hermano mayor de mi abuelo había venido a la América y lo quería encontrar porque no habían sabido nada de él. Mi abuela había tenido tres hijos que habían fallecido y por eso no se quería quedar en el lugar. Salieron en carromato hasta Madrid, con algunos baúles de ropa, fueron al puerto de Cádiz y subieron a un barco mixto, de carga y pasajeros. La travesía duró casi tres meses porque descargaba mercadería en muchos puertos”.

“Llegaron el 31 de diciembre de 1923 y les llamó la atención la abundancia que había porque ellos trabajaban mucho pero no tenían nada. Los esperaba un hermano de mi abuela que había venido antes y había organizado un banquete para el fin de año. [...] En 2008 tuve oportunidad de ir al pueblo de donde partieron y estuve en todos los lugares que ellos estuvieron viviendo. Mi abuela siempre se acordaba de un baúl que había dejado con sus mantillas, faldones y abanicos. En su pieza lo encontré y fue impactante, muy emocionante”.

Por último, Ángela Molinero relató parte de su experiencia: “Las tres primas de los tres hermanos que nacieron en España fuimos a esos lugares sobre los que nos hablaban tanto, como Terrinche o Albacete. Cuando llegamos a la casa de mis abuelos se nos salía el alma de la emoción. Estaba tal cual como la dejaron; era una excepción porque todas se conservan en buen estado. Pensamos cómo no nos habíamos dado cuenta antes de poder llevarlos e ir juntos. Son cosas que se dejan pasar. A ellos les hubiera gustado volver, a diferencia de otros inmigrantes que salieron con mucha pobreza, la guerra, razones políticas u otras causas, y acá encontraron todo”.

+ información

Comunidad Castellana, San

Martín 2876, planta alta.

Atención al público: lunes,

jueves y viernes, de 16 a 20.

Tel: 452-5671

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La institución pretende ponerse en contacto con más personas que tengan origen manchego.

Sangre trabajadora y férrea

La Comunidad Castellana de Santa Fe pretende ponerse en contacto con otras personas descendientes de castellanos. Según explicaron, “fuimos hijos y aprendimos algo de nuestros padres, poco o mucho, pero la sangre la llevamos, y fuimos nietos y aprendimos de nuestros abuelos. Eso es lo que pretendemos ahora como castellanos: traspasar a nuestros hijos y nietos un poco de toda esa sangre española trabajadora, férrea, con mucha voluntad y deseo de hacer patria. Sería muy interesante para nosotros que aquellas familias que vinieron a principios de siglo se aproximen a nuestra Comunidad y relaten estas historias, que son maravillosas”.

Sin embargo, aclararon que -desde 1910 hasta 1930, aproximadamente- hubo una inmigración muy trascendente de castellanos, de Castilla la Nueva y de Castilla la Vieja, como se la nombraba entonces, para Argentina, tanto para nuestra región como para la patagonia. Por este motivo, quieren encontrar mayor cantidad de castellanos, que saben que puede haber en Reconquista, Crespo y otras localidades del norte de la provincia.

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La actividad concluyó con el relato de historias de inmigrantes manchegos.