El verdadero capital social

Pura potencia empresaria

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Apasionado. “Puedo disfrutar más comprando una máquina para la fábrica que haciendo un viaje a Europa”, define Romelio Snaider.

Fotos: Juan Manuel Fernández

Romelio Snaider decidió contribuir al desarrollo de Las Toscas, su pueblo natal. Dueño de una próspera empresa de transporte, volcó casi u$s2 millones en reactivar el abandonado ingenio azucarero y en ampliar la desmotadora de algodón. “La gente tiene plata y se la ve contenta”, dice, satisfecho.

Juan Manuel Fernández

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Enviado Especial a Las Toscas

Cuando se buscan responsables del desarrollo o atraso de una sociedad, por lo general se apunta a la clase dirigente o al Estado. Alguna vez también pueden entrar en el análisis las características culturales de la población o los recursos naturales. Pero es menos habitual que se observe al empresariado o “burguesía local”. Y la calidad de estos actores —que también son ejemplo— sin duda resulta determinante, porque es su empuje o su inercia lo que contribuye en gran medida al movimiento o estancamiento colectivo.

Romelio Snaider es un tipo conocido en Las Toscas. Allí nació hace 69 años y con trabajo estableció una empresa de transporte, muy próspera, de alcance nacional e internacional. No tenía necesidad ni ambición económica que lo impulse a una nueva aventura. Sin embargo decidió invertir alrededor de $3.000.000 en reactivar el ingenio azucarero, que permanecía en completo abandono, y cerca de u$s1.000.000 en una nueva desmotadora de algodón. “Lo hago —explicó— porque veo que mi pueblo necesita crecer en mano de obra”. Entre las 3 empresas emplea directamente unas 580 personas y el efecto está a la vista: “te lo dicen los comerciantes, la gente tiene plata y se la ve contenta”.

Por supuesto que no es caridad, pero tampoco se trata sólo de buscar el lucro. En términos productivos la actitud de Snaider es un mensaje a los algodoneros y los cañeros. “Anímense a sembrar que yo les compraré la cosecha” parece decirle el empresario con sus actos. El mensaje lo reforzó con la compra de máquinas, cosechadoras de algodón y una plantadora de caña mecanizada, para ayudar al expandir el área sembrada.

Desarrollo regional

El shock anímico en al zona se produjo este año, ante todo por la reactivación del ingenio. Pero también con el traslado y ampliación de la desmotadora, una apuesta que comenzó en 2004, cuando la planta estaba dentro del pueblo. “En ese tiempo estaba interesado en comprar el ingenio, pero me convencieron de que compre la desmotadora”, recordó Snaider.

En aquella época “el área sembrada con algodón era nula”, contó Albino Tonzar, gerente de la desmotadora. Al año siguiente, gracias a la asistencia con insumos que brindaron al productor, se alcanzaron 600 hectáreas de Tacuarendí al norte. En 2006 duplicaron esa superficie, y la firma Romelio H. Snaider S.A. además sembró 800, con lo que el área alcanzó 2.000 hectáreas.

Con el crecimiento surgieron los problemas de mano de obra para la cosecha y decidieron incorporar máquinas; el primer año para uso propio y luego para dar servicio a terceros. De las 18 recolectoras de algodón que actualmente hay en la zona, 13 compraron ellos.

En la campaña actual, la superficie sembrada en al zona alcanzó 9.000 hectáreas.

Este despegue del cultivo fue lo que obligó el traslado de la desmotadora, que en 2004 trabajaba al límite de su capacidad, procesando unas 80 toneladas de fibra al día y generando muchos residuos. “Era obsoleta y estaba perjudicando a los vecinos”, recordó el gerente, y remarcó que en el enclave actual, sobre la ruta 11 en el ingreso al pueblo, “no afectamos a nadie y duplicamos la capacidad de producción”.

El mensaje

“Estamos dando una señal —precisó Tonzar— de que el algodón es un cultivo que tiene que volver a reinstalarse y quedarse”. Lo ideal, agregó, sería “cortar con los ciclos de altibajos, como acostumbra tener nuestro país, en las distintas economías regionales”.

El gerente comentó que cuentan con un padrón de 70 productores “que trabajan con nosotros y nosotros con ellos”. La perspectiva para la campaña, aunque arrancaron demasiado tarde —en junio, por las complicaciones propias del traslado— es desmotar unas 5.000 toneladas. La fibra tiene precio ($2.000 la tonelada, contra $800/1.000 en 2004) y el negocio “tenderá a estabilizarse o a crecer, aunque no con la fuerza de fin del año pasado”.

La flamante planta, con una inversión cercana al millón de dólares, se construyó desde cero (hasta tuvieron que hacer el tendido eléctrico, una obra que les costó cerca de $70.000), incorporó nuevas máquinas y amplió el volumen de fibra procesada a 150 toneladas diarias. Los residuos rondan las 30 toneladas y se están aprovechando como combustible en las calderas del ingenio, a escasos 1.000 metros de la desmotadora.

En conjunto con la empresa de transporte, “estamos haciendo un triángulo en 1.000 metros con unos 580 empleados directos; más talleres, fleteros, comerciantes”, definió Romelio Snaider.

Levántate y anda

Antes de las 20 toneladas de chapa que destinó el empresario a reacondicionarlo, el ingenio era una triste postal de hierros oxidados, casi cubiertos por la maleza. Ahora, desde la ruta puede verse cómo reluce el zinc y las chimeneas humean, señal de que el gigante ha vuelto a la vida. “El ingenio estaba muriendo”, aseguró Snaider, y confesó que en realidad su plan era instalar una hilandería junto a la desmotadora —buscando agregar valor a la fibra— pero desistió ante el pedido de los cañeros y reorientó la inversión.

La reactivación se está haciendo despacio, “con la misma política que con el algodón”: reuniendo productores, buscando la forma de que haya más caña “porque hay muy poca para los dos ingenios” (el otro es INAZA, en Villa Ocampo). “Esperamos —dijo— que los productores acompañen con más siembra”.

Snaider destacó que “los productores, los proveedores y los obreros van a cobrar sin ningún tipo de problemas”. La aclaración no es casual: la historia reciente de la fábrica está plagada de quiebras, concursos y también incumplimientos en el pago, sobre todo a los cañeros.

El empresario encontró las instalaciones “en muy malas condiciones”, pero también con muchas deudas. “La fábrica está totalmente destruida —apuntó—; nosotros le arreglamos techo, paredes e hicimos una limpieza general para poder hacer esta pequeña zafra”. Calculó que “con mucha suerte” llegarán a moler 30.000 o 40.000 toneladas de caña, muy lejos de “las viejas épocas” de 100.000 o 150.000 toneladas (el pico fue entre 1975 y 1976). “No sirve para nada (el volumen a moler); es jugarnos para que este ingenio no quede en el olvido o lo lleven como chatarra, como ya ocurrió en la zona, y quede el gran vacío de mano de obra”. Mientras tanto, reconoció: “la fibra es lo que me está salvando”.

Un imprescindible

La inversión en el ingenio ronda los $3.000.000, además de la adquisición de una plantadora mecanizada de caña para contribuir a expandir el área. Pero apenas alcanza para arrancar, ya que —según los cálculos del empresario— sería necesario volcar entre $12.000.000 y $15.000.000 más para alcanzar los objetivo que se trazaron. “Hay que poner mucha tecnología —señaló— para tener un ingenio con forma de industria, que es lo que queremos hacer en los próximos 2 o 3 años”. El objetivo es moler más de 100.000 toneladas y trabajar de junio a octubre.

Para este año, la idea es terminar la campaña a fin de agosto, desmontar toda la estructura para hacer un diagnóstico y definir prioridades donde invertir en reparaciones o incorporar nuevas máquinas.

Ya se reunieron con funcionarios del Banco Nación en Buenos Aires, a quienes entregaron documentación en busca de asistencia financiera. “Posiblemente podríamos conseguir un Crédito del Bicentenario por $10 millones al 9.9% anual con un año de gracia”, contó Snaider. Cuando detecten las partes más comprometidas del ingenio deberán trazar un plan a mediano plazo si quieren obtener ese préstamo. Aunque tienen otras alternativas crediticias, con bancos privados, son más caras. “Por uno o por otro —reconoció— vamos a tener que tomar esa plata e invertir en el ingenio para que se de el objetivo que nosotros queremos”.

Romelio Snaider no parece el exitoso empresario que es. Campechano al hablar, sincero para decir, honra su origen humilde. “Conocí pobreza”, define, y afirma que puede llegar a disfrutar más comprar una nueva máquina para la industria que hacer un viaje a Europa, destino que no conoce. “Veo que la gente está contenta, trabajando; veo menos necesidad de pedir, de que te golpeen en tu casa cuando estás comiendo; y me parece que cada persona que pueda invertir tiene la obligación de hacerlo; por el bien del país, de su pueblo, de su ciudad”.

“Anímense a sembrar que yo les compraré la cosecha” parece decirle el empresario a los productores.

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La marca. Las bolsas de azúcar ya tienen estampado el nombre del nuevo dueño.


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Reviviendo. Los obreros empiezan a desperezar los viejos fierros.

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A moler. El interior el ingenio recobró los típicos colores, sonidos y olores de la molienda.

Perfil

Romelio Snaider nació en Las Toscas, hijo de un productor cañero. Trabajó en el campo hasta que en 1970 empezó a viajar a Buenos Aires “con un camioncito”. Recuerda que pensó: “trabajar para otro no es lo que yo quiero”; y para 1977 —con sólo dos camiones— montó sus propios depósitos en Capital Federal, Rosario, Santa Fe y Resistencia. “Así empezó el Transporte Snaider”, tituló. Hoy, junto a sus hijos Oscar y Enrique, administran más de 100 unidades que cubren corta, mediana y larga distancia.

/// el dato

 
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Todo nuevo. Casi u$s1 millón se invirtieron en ampliar la capacidad de desmotado.

 
Pura potencia empresaria

Al pan, pan...

A la hora de reflexionar sobre la coyuntura política, Romelio Snaider responde con sinceridad y hasta cándidamente, teniendo en cuenta que está a la espera que la Nación le apruebe un crédito. “Yo soy de apoyar al partido que está manejando (el gobierno), pero no soy político”, dice, y remarca que “el país está en movimiento, nosotros estamos trabajando”.

Cuenta —agradecido— que su empresa de transporte está al límite de la capacidad, pero también se permite observar lo que considera equivocado. Por ejemplo que hayan cerrado la exportación del algodón para que caiga el precio. “Me parece que este señor Moreno (Guillermo, el Secretario de Comercio Interior) usa mucha soberbia y eso no es bueno; nunca la soberbia solucionó nada”, piensa, y concluye: “si podemos exportar algodón para mejor precio al productor, o trigo, o carne, mejor vamos a andar en el país”.

Snaider reconoce que al inicio de la campaña el algodón tenía un precio “que parecía mucho”, pero la intervención tuvo un resultado exagerado. “Bajó demasiado, y los grandes compradores aprovechan el momento y tiran más abajo todavía; entonces eso es lo que veo mal en la política; que es el hombro del productor el que tiene que cargar con ese peso”.

 

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Residuos. Cada día la desmotadora genera alrededor de 30 toneladas de desperdicios.

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“Estamos dando una señal de que el algodón es un cultivo que tiene que volver a reinstalarse y quedarse”

Albino Tonzar

Gerente Desmotadora Romelio H. Snaider S.A.

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Producto final. En el depósito, el algodón espera su destino final en grandes fardos.