Las emociones también enferman

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Existen enfermedades que tienen su base en la emocionalidad y afectan tanto a niños como a adultos.

La psiconeuroinmunoendocrinología permite encontrar la causa de ciertas enfermedades -generalmente relacionadas con el estrés- que no se pueden tratar con las herramientas de la medicina convencional. Entre ellas, se cuentan la fatiga crónica, la fibromialgia y el síndrome sensitivo.

TEXTOS. MARIANA RIVERA. FOTOS. EL LITORAL.

Mucho se habla en los últimos tiempos de las denominadas “enfermedades de la civilización”, que se le atribuyen al estrés crónico que vivimos a diario y del que no podemos escapar fácilmente. Vemos que muchas personas sienten un desgaste físico y mental, al que se suma un cansancio extremo que no se pasa con descansar un poco más, o dolores en todo el cuerpo que no responden a ningún tratamiento convencional.

Por estos signos y síntomas permanentes, estas personas deambulan por muchos médicos, destinan tiempo y no encuentran una solución a su problema. Ningún estudio ni análisis muestra algo “anormal”, a pesar de que aquella sensación perdura. La respuesta pasa por cuestiones emocionales que afectan a nuestra salud, cuestión que muchos médicos no terminan de aceptar.

“No encontrás nada a nivel clínico pero sí de la emocionalidad”, aseguró la Dra. Gloria Pizutto, especialista en Clínica Médica y médica de familia, presidenta de la Asociación Medicina Familiar y General de Rosario (AMFaGeR). Esta profesional creó una fundación que trabaja en la divulgación y la información científica sobre tres enfermedades muy relacionadas entre sí: la fatiga crónica, la fibromialgia y el síndrome sensitivo.

“Son enfermedades reales y no diagnosticarlas, subestimarlas o negarlas lleva a graves discapacidades, tanto en los niños como los adultos que las padecen”, advirtió, al tiempo que agregó: “Los llamamos pacientes invisibles: desde lo tradicional no encontrás nada y sólo aplicando la mirada de la psiconeuroinmunoendocrinología (estudio de las emociones, buscándolas en la química) se encuentra la causa”.

Y recordó una anécdota personal: “Hace 28 años que me recibí y algunos colegas me dijeron: ‘De la cabeza para arriba, el psiquiatra y el psicólogo; de la cabeza para abajo es todo nuestro’, una cosa terrible. La cabeza o el cerebro es el que recepta todo lo que nos pasa a diario y eso se convierte en química que es mandada al cuerpo. Si yo tengo una situación de angustia libero dos sustancias: cortisol y noradrenalina. Esto me provoca aumento de la frecuencia cardíaca, de las palpitaciones, dolor de panza -hasta una diarrea-, dolor de cabeza hasta ganas de vomitar. O sea, una emoción se traslada al cuerpo. Lamentablemente, estamos en la lucha porque todavía hay muchos médicos, excelentísimos, a los que les cuesta creer que la emoción provoca enfermedad”.

UNA CUESTIÓN QUÍMICA

Estas enfermedades -informó la profesional- fueron aceptadas por la Organización Mundial de la Salud en 1992, y se dan fundamentalmente entre los 45 ó 50 años, aunque también se ve entre los 50 y 65 años.

Advirtió que “sin estrés no podemos vivir; siempre es positivo, es aprendizaje. Pero cuando una angustia o preocupación se llevan permanentemente y uno no le encuentra la respuesta, los sistemas de adaptación que tenemos (como son el de la dopamina, el cortisol o la serotonina) a veces ayudan a sobrellevarlos pero otras no; no surten el efecto deseado”.

Estas enfermedades -continuó- están englobadas en un capítulo que refiere a los síndromes sensitivos centrales: síndrome es el conjunto de síntomas y signos; sensitivos refiere a las sensaciones (las que captás con los cinco sentidos); y centrales habla de que esta estimulación llega a nivel del sistema límbico, que está dentro del cerebro”.

Sin embargo, comentó que “muchos pacientes deambulan por distintos médicos y no le encuentran una solución; piensan en lo psicológico y no en lo químico. Estas personas dicen que están cansadas, que no dan más, y algunos médicos les dicen que se vayan de paseo, que se tomen su tiempo, pero cada vez están peor. Sus análisis (glucemia, colesterol, hemograma) les dan bien y cuando van al médico les dicen que están perfectos”.

Y acotó: “Son personas que tienen buena pinta: son cerebros que crean, que se realizan, personalidades que actúan durante 36 horas a pesar de que el día tiene 24. Los médicos les dicen que se vayan a sus casas y sean felices. Muchos se plantean si están locos porque por dentro se sienten muy mal”.

En este sentido, advirtió que -de no ser tratados- pueden discapacitarse. “Tenemos un sistema natural de adaptación, regido por la sustancia cortisol. Cuando se produce alguna alteración crónica (ya que estamos hablando de situaciones de estrés crónico) termina destruyendo la anatomía cerebral. El cerebro, automáticamente, se empieza a cocinar, decimos, literalmente; se empieza a atrofiar la masa cerebral y puede llevar a una demencia. Por eso luchamos por empezar en los niños y en los jóvenes y ayudar a los adultos que empiezan a presentar alguna alteración”.

DOLORES O TOXICIDAD

Algunos pacientes -incluso- también manifiestan tener dolores musculares o de vejiga, no de las articulaciones. En esto consiste la fibromialgia -continuó-, la enfermedad del dolor. Es un dolor constante que no tiene una disminución y es caminante, es decir, va por todos lados: hoy te puede doler la columna y mañana el pie derecho, pasado la mano izquierda. Analgésicos comunes no hacen nada y los estudios dan bien: tomografía, electromiografía, radiografía, resonancia magnética. Este dolor entra a nivel del sistema límbico pero no puede ser disminuido por la vía descendente natural; se amplifica porque los químicos están alterados.

Por último, y en relación al síndrome sensitivo, explicó que “por la fatiga crónica, el paciente tiene una hipersensibilidad emocional o, a lo mejor, a los químicos. Como el sistema del estrés está alterado, por ejemplo, una persona se irrita y no soporta si dos personas están hablando más fuerte de lo que corresponde. Desde el punto de vista químico, a lo mejor toda la vida ha fumado y a partir de ahora no tolera el tabaco, o ha tomado una determinada marca de café y después le cae mal, al igual que un maquillaje, un detergente o un champú”.

Y agregó: “Se comporta como una reacción alérgica -que no es- pero cuando le hacés los análisis de sangre (inmunoglobulina E, para la alergia, o lo inmunitario) no sale. Se produce una toxicidad en bajas dosis, en un período de tiempo, que la hace hipersensible a esas sustancias en cierto momento”.

Una mirada diferente

En 2007, la Dra. Pizzuto realizó una investigación -con 300 pacientes- sobre los químicos que forman la emoción de una persona, junto a la Dra. Delia Ostera, de Rosario, bioquímica especializada en neurotransmisores, que contó con el madrinazgo de la Dra. Andrea López Matto, psiquiatra biológica de Buenos Aires. Se basaron en el paradigma de la psiconeuroinmunoendocrinología, que consiste -explicó- “en que una emoción entra y provoca alteraciones en el neurotransmisor, que van a impactar en la inmunología y en la endrocrinología”.

Sus resultados fueron presentados en 2009 en el Congreso Mundial de Psiquiatría Biológica, en París, Francia. Tres de los veinte posters quedaron nominados entre los mejores.

Descubrieron que “no hay una sola fibromialgia ni un síndrome de fatiga crónica sino subtipos; que no hay una terapéutica fija, (no todos los enfermos pueden ser medicados con pregabalina); y que los niños también padecen estas patologías y pueden ser advertidas cuando presentan alteraciones en el aprendizaje o el sueño, infecciones respiratorias a repetición o si el chico se queja de un dolor y el pediatra le dice que está todo bien”.

+ información

Fundación para la Fibro-mialgia y el Síndrome de Fatiga Crónica

www.fundacionfatiga.org.

Fundación Pizutto

www.fundacionpizutto.org.

Las emociones también enferman

La fatiga crónica es una patología frecuente en la actualidad.

Pude recuperar mi vida y mis energías

Por: MFV (39 años)

“No doy más; estoy agotada; me muero del sueño todo el día”. Durante meses, éstas fueron las frases que más repetí frente a mi familia, mis amigos, mis colegas y todos los especialistas médicos que visité. En un principio, pensé que sólo necesitaría tomar una siesta para recuperar energías. “Seguro que necesitás alguno de esos complejos vitamínicos”, me previnieron algunos conocidos. Pero nada de esto daba resultado.

Ante la consulta médica, el clínico no supo qué hacer más que enviarme a descansar un poco más. El cardiólogo al cual visité porque empezaba a sentir algunas taquicardias me dijo que “seguramente era algo emocional; que tratara de estar un poco más tranquila”. La endocrinóloga analizó mi hormona tiroidea y no encontró nada alarmante. Pasé muchas tardes junto a mi psicóloga tratando de mejorar mi supuesto “asunto emocional”. Aún así yo seguía cansada, sin ganas de nada.

Empezó a dolerme todo el cuerpo. Me costaba muchísimo concentrarme: leer era imposible, incluso mirar una película. Mis actividades cotidianas se habían reducido drásticamente: sólo me levantaba de la cama para ir a trabajar. Pasaba horas recostada, pero sin poder conciliar el sueño. Mi familia no sabía qué hacer conmigo. Los médicos, tampoco. Estos últimos insistían: el problema era “nervioso” ¿o quizás era una invención mía?

Casi derrotada, visité un nuevo clínico. Luego de algunas semanas donde mi estado no se modificaba, me dijo que estaba pensando en que mi diagnóstico podía ser fatiga. Fue la primera vez que pude ponerle nombre a mi situación.

Durante este tiempo, leí en Internet una nota en la cual una doctora e investigadora rosarina comentaba el estudio que estaba llevando adelante. En ese reportaje, esta profesional describía uno a uno los síntomas que yo tenía. Me pareció increíble. ¡Era la prueba de que yo no “estaba inventando” mi problema y que había alguien que sabía cómo resolverlos!

Inmediatamente me puse en contacto con ella. Durante nuestra primera entrevista, me escuchó atentamente, sin mostrar sorpresa ni asombro frente a lo que relataba. Realizó una exhaustiva indagación de mi historia clínica, llegando incluso a preguntarme cuestiones relacionadas con mi gestación y el embarazo de mi mamá. Me solicitó una serie de nuevos análisis de hormonas y neurotransmisores, y finalmente confirmó este presunto diagnóstico: Síndrome de Fatiga Crónica. Luego de más de dos años de incertidumbre y angustia, pude saber qué estaba pasando conmigo.

A partir de entonces inicié el tratamiento correspondiente que incluye distintos medicamentos, cada uno con una finalidad diferente. Hoy he recuperado totalmente mi vida, mis energías, mi trabajo y -sobre todo- mis afectos.

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A veces, los controles médicos tradicionales no advierten estas patologías.


+datos

Síndromes sensitivos

• Sindrome Fatiga Crónica (Sfc): cuadro clínico complejo y crónico donde predomina una fatiga profunda e insuperable, que no disminuye con reposo. Puede empeorar con la actividad física y mental. Se acompaña de otros síntomas que la convierten en una enfermedad multisistémica y discapacitante.

Entre sus causas se destacan los agentes infecciosos, especialmente los virus y el padecimiento de estrés crónico (desadaptación del eje del cortisol, hormona del estrés), que desencadena en trastornos inmunológicos, neurológicos, neuromusculares y neuroendocrinos.

• Fibromialgia (FM): enfermedad crónica que causa un dolor generalizado a quien la padece, con una evolución de tres meses de duración (principalmente músculo-esquelética), asociado a un agotamiento persistente de grado variable. Puede tener un origen diverso: infección viral y bacteriana; traumatismo; estrés posquirúrgico; accidente automovilístico; separación matrimonial o divorcio; conflicto familiar-laboral; otras situaciones de estrés crónico.

• Sensibilidad Química Múltiple (SQM): pertenece a las llamadas enfermedades raras, es decir, existen pocos pacientes (no se piensa en esta patología) y están mal diagnosticados para que investigadores y laboratorios tengan casuística de ellos. Se trata de una pérdida de tolerancia inducida por tóxicos y enfermedad medioambientales.