Antológica de Graciela Borthwick

Semblanza de una artista del Litoral, cuya obra está atravesada por el río y la naturaleza. Una rica trayectoria que la encuentra exponiendo en el país y el mundo y que por estos días la tiene como protagonista en la Biblioteca Municipal Argentina de Rosario.

TEXTOS Y FOTOS. CECILIA MAIDANA.

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Graciela nació en Santa Fe. Quizás la frase sólo nos da un dato de la artista, como el hecho de que proviene de una familia donde las mujeres están profundamente relacionadas con el arte.

Su trabajo, la razón de la existencia de un artista, nos ubica en el hecho biográfico anterior; está en sintonía con el arte del Litoral, zona bañada por ríos que dejan su impronta en todos los que lo viven o lo han vivido.

Ella sabe desde muy joven que lo suyo es el arte y estudia en la Escuela de Arte Manuel Belgrano. Profundamente imbuida por la ciudad ancestral (Santa Fe la Vieja), donde descubre las pinturas de Florian Paucke, el misionero jesuita que consagró su vida a los aborígenes litoraleños, se sumerge en las ruinas y arma su propio recorrido con una impronta saturada de imaginería. “Paucke es como la vida de uno”, dirá Graciela, y volverá incansable a él.

Sus referentes a la hora de pensarlo son la cultura aborigen, sus lenguajes, los sonidos de esos ríos que bañan sus costas y antecesores en el hacer artístico. Con una misma identidad de lo que puede llamarse la Escuela del Litoral, se abre a recorridos que van desde Paucke a Gambartes, a Torres García y la Escuela del Sur, el modernismo, lo regional. Beatriz Vignoli denominará acertadamente los lenguajes plásticos surgidos de los cruces mencionados como propios de una “modernidad periférica”.

El Paraná será una gran carretera que abra rumbos a recorridos propios como el de la artista.

Las búsquedas de cada persona tienen que ver con su deseo y la cultura en la que está inmersa y hay en la obra de Graciela el diálogo continuo con la naturaleza de la América que recorre en diversos tramos de su historia.

SANTA FE, EL PAÍS Y EL MUNDO

“Los materiales me llaman...”, dirá Graciela, y utiliza aquellos que son nobles como la madera, la arcilla, la piedra, los colores del paisaje. Su obra será diversa y enriquecida por el acervo cultural que la rodea.

Se dedicará tempranamente a la docencia, al principio en escuelas rurales: Club de Niños Pintores de San Carlos Centro y otras en Rafaela, cosechando amistades. Hasta hoy, Graciela transmite sin cesar su labor en su taller de San Telmo .

Estudia, además, en la Escuela de Artes Visuales Juan Mantovani, donde sus maestros fueron Ricardo Supisiche, César López Claro, Mireya Baglietto, Presas y Juan Carlos Distéfano.

En el mundo de los ceramistas conoce al maestro Raúl Cerdá, con quien estudia y se conecta con la escultura, un universo que jamás dejará de explorar.

En el año ‘64, una beca del Fondo Nacional de las Artes la ubica en Buenos Aires. Ésta se repetirá en los años ‘67 y ‘69. En estos años tomará contacto con los grupos de vanguardia del Di Tella, explora materiales nuevos como la resina poliéster en la Escuela Otto Krause.

Sigue conectada con su gente de la ciudad de Santa Fe y exponiendo en ella. Luego vendrán exposiciones por dentro y fuera del país. Se involucra siempre en los sucesos que son de interés para los artistas, participa en “Tucumán Arde” junto a muchos otros artistas de Rosario, Buenos Aires, etc.. Su obra va madurando y acrecentándose y surgen -en simultáneo- dibujos, pinturas, esculturas bronces, objetos en cerámica. Será seleccionada como participante en el Premio Braque.

Se suceden exposiciones en Santa Fe, donde participará en el Salón de Artes Plásticas, así como en otros salones del Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez.

SU INSPIRACIÓN

La vida se entreteje con las obras. En el período familiar sus obras principales serán sus tres hijas: Ana, Paula y Camila.

El año ‘70 producirá dibujos asociados a la escultura y comienza a participar con esta técnica en los salones. Recibe una mención en el Salón Nacional. Intensa exploración y exposiciones en el exterior: Perú, México, Chile, y recibiendo algunas becas nacionales y de Brasil en la Escolinha de Arte de Rio de Janeiro.

En sus viajes toma contacto con las culturas precolombinas, en las que indagará asimilando sus objetos. A su labor intensa siempre suma exposiciones en su ciudad Santa Fe; comparte con artistas del medio. Diseña el vestuario de obras de teatro: en Santa Fe el del “Woizeck”, de George Brüchner, en la Sala Leopoldo Marechal.

Desde el ‘75 al ‘83 permanece fuera del país; vive en Venezuela impregnándose del color y la luz, texturas y formas. Trabajará con organismos de la Cultura de Caracas: Museo de Arte Moderno, Galería Nacional de Arte. El gobierno de Venezuela le brinda la oportunidad de estudiar en París; viaja y expone.

La docencia tiene en Graciela un lugar importante y realiza seminarios de posgrado para la Universidad Autónoma de México y en la Universidad Central de Venezuela.

Desde su inicio como docente, la inquietud de la enseñanza la lleva a crear sus propias escuelas: la primera, “La Ronda” en Santa Fe; la segunda, “El Ateneo de Caracas” en Venezuela. En su recorrido forma grupos de artistas jóvenes que la siguen. Es en este recorrido donde siente la necesidad de dejar constancia de su labor con la publicación de un libro de su autoría sobre la educación artística: “Hacia una educación creativa”, de editorial Fundamentos, Madrid, España. Más adelante publicará su segundo libro: “Los espacios creativos en la educación”, editorial Bonum, Buenos Aires.

EL REGRESO

Desde su retorno en el ‘83 a la Argentina, Graciela vive en San Telmo y no deja de exponer. Muchas experiencias en el país y fuera de él, premios, becas y obras dan muestra de un bagaje cultural largamente acuñado. Es generosa con su obra, dona a espacios de arte y acrecienta patrimonios de los museos del país, así como también a la UNESCO.

En 2009 realiza una muestra antológica para el Museo de Artes Visuales Dr. Urbano Poggi de Rafaela. Las piezas que la integran recorren los tres museos de su provincia natal y abarca cuatro décadas de ininterrumpida labor.

En 2011, es el Museo Sívori el que da su marco a la extensa exposición, plagada de color y formas. Se puede recorrer la muestra, montajes cómplices con la mirada y no reclamarle nada, quedándose con un rumor interno. Volver en un segundo intento, segunda lectura de lo visto, núcleos densos que la mirada dejó pasar y encontrar-se.

¿Que es la obra? No lo sé. La sospecha es que Graciela en su conjunto de signos sabe menos, pretende que cuando miramos su obra se nos escapen los recuerdos y que nos llevemos a nuestro hogar la información de la que acuña sentido, los espectros que la moran, siniestros y benditos. Mirar da paso a lo no dicho, encontrarse con los objetos; algo pulsa por ser dicho en cada uno, también el vacío, lo que no es pero insiste.

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Exposición

Hasta el 13 de setiembre, la obra de Graciela Borthwick será expuesta en la Biblioteca Municipal Argentina de Rosario Dr. Juan Álvarez, Pasaje Álvarez 1550.

El legado de Paucke

A veces hay insuficientes palabras para dar cuenta de ciertas aventuras; en la imaginación son trabajos arduos, modos de hacer de cada uno, particulares y universales. En sus comienzos, Florian Paucke, jesuita alemán que ejerció su misión entre los indios mocovíes, la moviliza y será en años posteriores cuando vuelva al estudio de este historiador-motivador de su curiosidad, autor de “Hacia allá y para acá” (Una estancia entre los indios mocovíes), y realiza el video “Hasta acá llegamos”.

Un hermoso y esclarecedor film de lo que nos legó el jesuita, plagado de bellas imágenes del Litoral y su gente, un relato con una carga mítica desde el corazón de Graciela. Comprensible e incomprensible, aunque no acertemos en describir toda su obra no cambia su destino: el espectador.