Creadores Santafesinos

Los viajes expresivos de Benito Postogna

Recientemente se dio a conocer un nuevo fascículo de Creadores Santafesinos, dedicado a resaltar la figura de un artista consagrado, como Benito Postogna. Se rescatan dos de los textos contenidos en el mismo.

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“Suplicio”, óleo, 1984. Fotos: Gentileza Creadores Santafesinos

Domingo Sahda

En agosto de 2010 publicábamos en El Litoral una nota titulada “La Commedia Della Vita” retrospectiva 1955-2010. En ella sosteníamos que la exposición de grabados y pinturas de Benito Postogna había sido titulada así por el mismo artista y tenía el carácter de retrospectiva, cubriendo un período de producción artística que se extiende entre los años 1955 a 2010 y se ofrece, en singular y por cierto muy interesante montaje, como explicitación de una vida dedicada a la producción del hecho artístico caratulado como pintura de caballete.

La colección a la vista puede apreciarse en las salas del Museo Municipal de Artes Visuales Sor Josefa Díaz y Clucellas, San Martín 2068, ciudad de Santa Fe. Por voluntad del expositor, el museo se ve literalmente “inundado” por las imágenes, conformando de tal modo un itinerario de manifiesto barroquismo icónico que se aprecia, tangencialmente, como una muy novedosa y positiva manera de mostrar la obra. En esta constelación de imágenes que actúan, como sobreagregado, por saturación, cada pintura puede ser calibrada y apreciada sin que las adyacentes originen centros alternativos de perturbación visual.

La particularidad expresiva y la resolución fáctica destacan por su unívoca direccionalidad expresiva sostenida sin fisuras por Postogna a lo largo de diferentes etapas cronológicas señaladas.

A partir de una inicial etapa en la que se agrupan Grabados (Linoleografías), fechados entre 1950-1960, en los cuales resulta evidente destacar la exploración de potencialidades que oscilan entre una cierta figuración abstractizada y diseños de rítmica elaboración geometrizada. Las curvas y los sinuosos cortes definen cada configuración de grises y negros estampados. Desde esta posición Postogna vira hacia la pintura, camino expresivo que se constituye en el aspecto medular de la producción expuesta.

Desde un inicial refrenado dramatismo en el que las formas pintadas están insufladas por un aliento constructivo con sugerencia de monumentalidad que remite a las pinturas al fresco prerrenacentista, en las cuales se entrelaza el tinte cromatizado de irradiación lumínica fantasmagórica con la definición matérica de los planos, hasta un cierto geometrismo compositivo, marcan el límite y definen el “vocabulario” visual del autor, que será ya el propio y distintivo en las siguientes décadas de producción pictórica.

En adelante el autor asentará su oficio en una práctica constante e identificatoria de sí mismo, una suerte de estilística expresiva particularizada, un modo de componer, pintar y acabar cada pintura, insistiendo sin mayores variantes expresivas o riesgos pictóricos.

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“La vendedora de globos”, óleo, 1990.

Absoluta coherencia

Conseguido un modo y una manera propias de expresarse ya no lo abandonará, evitando correr, de este modo riesgos contradictorios, como así también el embarcarse en aventuras proteicas de postulación plástica divergente.

Con absoluta coherencia y decisión aparecen sus pinturas de las siguientes décadas, elaboradas con despojada materia; sólo entonaciones cromáticas de rítmica ejecución en un interjuego solapado o manifiesto de oposición luz-sombra. Su pintura se organiza en base a este sistema de valores plásticos. El color sólo es acento diferenciador.

En esta “comedia humana” los personajes que la actúan destacan sin abismarse en trágicas resoluciones expresivas. El límite autoimpuesto por el autor es el humor un tanto socarrón, siempre un matiz de indulgencia moral por sobre los retratados que se tuercen y contorsionan rítmicamente en espacios de acotado, asordinado cromatismo encabalgado en tierras, grises y sombras. Una trama de arabesco barroco sostiene la definición de las formas dibujadas y pintadas, organizados en función expresiva, nunca en modo anatómico regular o descriptivo.

La idea del diseño totalizador, la del dibujo formal por sobre el cual el autor organiza sus escenas siempre está presente, sea subrayando límites, sea formalizando con precisión los bordes de torturados planos. El expresionismo entendido como primacía en la búsqueda de impactos emocionales por sobre la regularidad de la arquitectura plástica racional planea en toda la exposición. Romántico a su manera, con una mirada suspicaz y desangelada, Postogna construye sus metáforas de la vida cotidiana respondiendo a un elegido proceso de cristalización pictórica que siente como propio, indelegable e inconfundible.

Encuadres escénicos

La materia despojada, apenas un tinte diferenciador bastan para sus viajes expresivos que van del acotado color al subrayado valor con la omnisciente presencia de la línea como canto o borde que va definiendo recorridos plásticos en el plano.

Los encuadres escénicos se construyen desde cambiantes puntos de vista, ora frontales, ora con y desde planos rebatidos, siempre en una constante definición descriptiva.

Muestra de “suma y sigue” en esta exposición que pinta la “comedia humana” evitando tanto la risa desaforada como el llanto desgarrador. Prueba palpable de que en el mundo del arte plástico “mejor que decir es hacer”, ratificando que en la aventura del taller el artista está solo, dialogando con sus fantasmas, exorcizándolos, lanzando a la luz su modo y su mirada sustentada por una férrea voluntad sostenida por el aliento de sus sueños.

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“La matrona”, óleo, 1997.

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El acto de presentacióndel nuevo fascículo concitó el interés de una nutrida concurrencia. Sahda conversó con los asistentes y mostró un video sobre la vida y obra del artista. Foto: Flavio Raina