Mantener el envión de resultados mientras se crece como equipo...
Se pusieron las pilas
Un mérito de Sciacqua. Uno de los pocos “creyentes” en Federico Higuaín era el técnico sabalero. Esperando a Chevantón y con un nivel discreto de Leandro González, Sciacqua apostó a Higuaín. Dos goles en dos partidos y un jugador que parece recuperarse.
Foto: DyN
Colón resurgió de las cenizas que quedaron luego del clásico. Se ve un equipo retemplado en coraje y que gana en solidez. Le falta un poco más de juego.
Enrique Cruz (h)
Dos semanas, nada más, cambiaron totalmente el semblante en Colón. Dos semanas y tres resultados, obvio. El fútbol se maneja por esto y los pocos casos de proyectos que se respaldaron en otra cosa que no sean resultados, forman parte de las excepciones que confirman la regla. Alguna vez tuvo esa suerte Russo en Lanús, hoy aparece el caso de Atlético de Rafaela como el paradigma. Al Cabezón Trullet lo bancaron después de haber perdido una Promoción. Que no era la primera de Atlético, porque un año antes, con Marcelo Fuentes de entrenador, había perdido otra con Gimnasia en forma increíble. Hoy la realidad es diametralmente opuesta en esos dos clubes. Mientras Gimnasia se debate con muchos problemas en la B, Atlético es el sorprendente puntero en Primera, con un técnico que va camino a un récord de permanencia (superará seguramente los dos años y medio del Turco Mohamed en Colón) y con un plantel con jugadores del club. Es un gran mérito, sin dudas, este presente de Atlético de Rafaela.
Volvamos a Colón y a este presente que dista de aquél plagado de preocupaciones, enojos y cuestionamientos por haber perdido el clásico. Dicen que hubo “juramentos”, cambios de actitud y mucha mentalización. Algo de eso dejó entrever el propio Sciacqua —el que más sufrió haber perdido contra el clásico rival— después del triunfo ante Independiente. “El click fue el clásico”, señaló el entrenador. Y fue la frase de la noche en Avellaneda, porque ese solo concepto dejó entrever todo lo que pasó y de lo cual algunas cosas se conocen y posiblemente otras no. Por ejemplo, que en el seno del plantel se tomó la derrota como una prueba de valor para saber que había que salir adelante con humildad, coraje y mucho temple.
No en vano hay jugadores que hablan de “finales”, cuando se refieren a cada partido. Daría la impresión de que necesitaban tocar fondo para ponerse las pilas. Y surge de inmediato la pregunta: ¿y antes qué?, ¿hacían la “plancha”? No creo. Antes se hizo lo que se pudo, que fue poco. Se apostó a refuerzos de jerarquía que no funcionaron, se pensó en un técnico como Gamboa, que llegaba con tan buena prensa que hasta se lo mencionaba con chances de ir a la selección con Maradona, y hoy parece haber quedado marginado del circuito. El equipo del torneo pasado fracasó. Y cuando Lerche apostó a Sciacqua y lo confirmó como entrenador, también lo puso al límite de riesgo. Porque la campaña de Mario no modificó el escenario negativo que traía de los últimos tiempos de Mohamed y el efímero paso de Gamboa. Pero se lo bancaba por ser de la casa y porque recibió una herencia difícil de cambiar. Pero esos diez partidos —si no falla la memoria— que dirigió del torneo pasado se convirtieron en la mochila que cargó Mario para este torneo.
Buscando identidad
Esa palabra, identidad, es utilizada a menudo por el técnico. Se refiere al orden y la estrategia. Saber a qué jugar, cuándo y dónde apretar y de qué manera se tiene que atacar. Todo esto se consigue con trabajo, por sobre todas las cosas, pero además contando con todos los jugadores a disposición, algo que Sciacqua recién tuvo, salvo Garcé, para este último partido ante Independiente.
Colón tiene hoy un sistema defensivo que empieza a ser confiable a partir de lo que aportó Pellegrino. Sin Barraza, de flojas actuaciones, el equipo ha encontrado un nivel de solidez interesante. Anda bien Candia, hay una buena complementación de Pellegrino con Raldes y sorprende el nivel de Urribarri, no porque sea incapaz de jugar como lo está haciendo, sino porque fue un refuerzo que llegó con muy pocas luces y al que muchos miraron con desconfianza.
Hay un aspecto estratégico que todavía no funciona en Colón y es el retroceso que hace el equipo en determinados momentos de los partidos. ¿Se mete muy atrás la defensa?, ¿no aprietan correctamente los volantes?, ¿debe empujar la defensa al mediocampo para que el partido se proponga más cerca del medio y no del área propia? Este es el principal detalle a solucionar. Se lo vio claramente en el segundo tiempo ante Independiente, cuando Colón se paró muy cerca de Pozo sin la suficiente claridad para jugar de contra.
Apretar o esperar
A veces parece que el equipo transita por las dos cornisas: 1) la de apretar arriba como lo hizo muy bien Prediger robándole una pelota a Pellerano cerquita del área rival, generando la maniobra del gol; 2) la de esperar para jugar de contragolpe.
Para este último rubro, Colón también tiene con qué. El gol que marcó Higuaín contra San Lorenzo es un espejo de lo que a veces se pretende. Y surge naturalmente la tentación de tirarle pelotas largas a Luque y a Curuchet para aprovechar su velocidad y desequilibrio.
En la búsqueda de esa identidad, Colón debiera ser más eficaz en cada uno de los roles que pretende asumir. Si va a esperar, que no sea tan atrás; y si va a apretar, que luego pueda descansar con la tenencia de la pelota. Costa es un muy buen jugador y está en un lugar, desde mi óptica, que lo favorece. Pero a veces entra en imprecisiones, como también ocurre con Moreno y Fabianesi.
El triángulo Costa-Moreno-Prediger debe asumir el compromiso de brindarle el volumen de juego necesario al equipo. Y Luque ofrece una alternativa con más explosión. Si el equipo lo ayuda, el pibe tiene desequilibrio. Ocurre que al jugar siempre recostado por izquierda y sin meter diagonales como lo hace Moreno, necesita que también se le creen sociedades y se le abran espacios para que complique. Por ahora, es un excelente proyecto.