Señal de ajuste

Devociones

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El Dalai Lama visitó el living de Susana Giménez, entre otras actividades realizadas en el país. Foto: gentileza Telefé.

Roberto Maurer

La tele nivela democráticamente al Dalai Lama y Chayanne en un mismo espacio pluralista, el que brinda Susana Giménez. El líder budista vino al país con su mensaje universal, pero la Cancillería lo ignoró por órdenes de Pekín: la soja puede más que la espiritualidad. (*).

Susana lo había visitado en la India, donde lloró y se convirtió en devota, ya que para una famosa rezarle a San Cayetano no significa ningún rédito. En los momentos religiosos, Susana Giménez actúa con la misma espontaneidad del día anterior a la entrevista, cuando se le escapó un pecho por la camisa desabrochada ante la mirada de Iván Martínez. Su interlocutor, de cuatro años de edad, precisamente había ido al programa a mostrar sus conocimientos del cuerpo humano. Su visita a la tele, entonces, fue una experiencia educativa. “Uy, se me veía una goma, ¿no?”, dijo Susana, y el pequeño asintió. Hay que aceptarla en su naturalidad, ya sea cuando exhibe una lola o una creencia trascendente.

Ante el Dalai Lama, por lo tanto, fue la de siempre, la chica atropellada y confundida, aquella a quien nunca la atraviesa alguna forma del pensamiento. Es el secreto de su seducción: vacía de ideas, produce en el espectador el mismo efecto sedante de la contemplación de un animal: naturaleza pura.

AGÁRRENSE DE LAS MANOS

Susana le agarra las manos, le brinda el trato de “su santidad” y evoca el momento de iluminación que vivió en su visita a la India cuando el maestro tibetano citó las cuatro claves de la felicidad.

—No tener ira, evitar los malos pensamientos- empieza a enumerar Susana, y se interrumpe. “Uy, ¿cuál era el tercero? no me acuerdo”, exclama. Así como se le había escapado una goma, ahora se escabullía de su memoria la lista completa de las claves de la felicidad.

El monje sonríe: “No recuerdo nada de eso”. Ni se acuerda. Luego, vagamente, agrega la soledad y los celos, como si le diera lo mismo. Y la base serían las actitudes egoístas: “Cuando menos egoístas seamos, más nos concentraremos en el bienestar de los otros”.

En el orden de las ideas, el Dalai Lama no le lleva una gran ventaja a su admiradora. ¿Quién puede ignorar que el egoísta ignora al prójimo? ¿Acaso es necesario que venga de tan lejos para enseñarnos que es bueno meditar sobre cosas positivas, como el amor, si acá ya lo tenemos a Claudio María Domínguez?

MINUTOS DE MATERIALISMO

El Dalai Lama se refiere a los sentimientos destructivos como el odio, que sólo pueden ser neutralizados por el amor y la compasión, cuando es brutalmente interrumpido por unas pelotas gordas y rosadas con patas que cantan “mi corazón con el Quini late más”. Ha llegado el sorteo de la lotería local y la tele, una vez más, ejerce su brusquedad, en un pasaje violento del reino del espíritu al materialismo desnudo de las ambiciones. De las alturas del alma, a una caída en un pozo millonario.

Después de largos minutos vuelven el Dalai Lama y Susana Giménez, pero el sorteo ya nos ha arrebatado un trozo de sabiduría, aunque luego pudimos rescatar algunas verdades reveladas: hay pobres y ricos, y los medios deben informar a la sociedad asegura el lama.

Susana lo despide afirmando que “fue como la visita de Dios”.

Antes de abandonar el país, Dios juntó más de diez mil personas en dos sesiones realizadas en el Luna Park donde una entrada para empaparse de trascendencia costaba hasta 400 pesos. Al menos, el Dalai Lama sale más barato que el recital de Roger Waters.

(*) Se había anunciado que sería declarado Huésped Ilustre de la Nación.