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Un dilema para Obama

Peer Meinert - DPA

Desde el primer día de su mandato, la situación en Cercano Oriente ha sido una prioridad para el presidente estadounidense, Barack Obama.

Sus objetivos, no menores, así lo indicaban: reconciliación con los musulmanes, reanudación de las conversaciones de paz entre israelíes y palestinos y finalmente la concreción de una solución de dos Estados. Objetivos que a esta altura parecen ya parte del pasado.

En los hechos, pocos temas de la política exterior han metido al presidente estadounidense en un apuro semejante. La “mano extendida” al mundo musulmán no tuvo mayores resultados, las conversaciones de paz están paralizadas y la “primavera árabe”, en un principio festejada como un paso en dirección a la democracia y la libertad, genera cada vez mayores inconvenientes para Estados Unidos.

En este contexto, la iniciativa palestina en busca del reconocimiento de un Estado propio en las Naciones Unidas llega definitivamente en un mal momento para Obama. Haga lo que haga, todo tendrá su costo político para Washington.

Por un lado, Obama aboga por una solución de dos estados y se muestra a favor de la creación de un Estado palestino independiente. Por el otro, se opone a los planes palestinos en la ONU, a los que calificó de “contraproducentes” en una entrevista con dpa la semana pasada.

“Si esto llegara al Consejo de Seguridad, nos opondríamos muy fuertemente”, dijo Obama el lunes pasado en una entrevista con un grupo reducido de corresponsales de habla hispana, incluida dpa.

Sin embargo, la Casa Blanca teme que esto provoque tensión con los estados árabes en un momento en que la situación en Cercano Oriente vuelve a estar convulsionada. La reciente agresión a la embajada israelí en El Cairo por parte de manifestantes egipcios activó el alarma en Washington.

Pero no es el único problema. La influencia de la máxima potencia mundial es limitada en las Naciones Unidas. Sólo en el exclusivo círculo del Consejo de Seguridad Washington tiene la posibilidad de recurrir al poder de veto. En la Asamblea General de la ONU se espera una amplia mayoría en favor de la iniciativa palestina.

Obama viene además de tropezar hace unos meses en su intento de superar el estancamiento de las negociaciones en Cercano Oriente. El presidente estadounidense rompió en mayo un tabú al hablar de las fronteras israelíes de 1967 como base para las conversaciones de paz, lo que provocó la reacción del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, entonces de visita en Washington.

En la Casa Blanca se vivió un clima de tensión como pocas veces. Si bien Obama y Netanyahu nunca fueron amigos, aquella situación generó un mayor distanciamiento. “Obama se atrevió a mencionar las palabras ‘fronteras de 1967’ y eso no le será perdonado”, escribió entonces el diario israelí ‘Haaretz’.

Pero también la relación con los palestinos se ha deteriorado. El presidente Mahmud Abbas recibió con entusiasmo la elección de Obama y fue uno de los primeros en saludarlo cuando asumió en enero de 2009. Sin embargo, el entusiasmo de Abbas se ha transformado en decepción.

Por su parte, Obama recrimina a israelíes y palestinos no haber tenido el suficiente compromiso. La Casa Blanca considera prioritario que ambas partes “piensen de forma estratégica a largo plazo” y no “cómo a corto plazo se puede lograr una ventaja sobre el otro”, criticó el presidente.

Obama admite que la iniciativa palestina en la ONU tendrá gran repercusión en los medios, pero asegura que no va a solucionar el problema de fondo. Para ello, según el presidente estadounidense, se necesita otra cosa: que ambas partes vuelvan a sentarse a la mesa de negociaciones.

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